Un golpe me sacó el poco aire que quedaba en mis pulmones. Ya no flotaba, por el contrario me hundía hacia algún lugar frio y oscuro. El agua me rodeaba, atrapándome en las profundidades fangosas y hediondas. Busque la superficie y me impulse con las piernas encalambradas. Cuando mi cabeza rompió la superficie tome todo el aire que pude y me arrastre fuera del agua. Afuera estaba oscuro y frio, pude ver la mansión desde la oscuridad y el bosque a mi derecha. Me había caído en el lago cerca de mi habitación.
Y con todos los recuerdos arremetiendo contra mi confundida mente, vino también el ardor de mi mejilla y el pánico desesperanzador. El pánico regreso de la manera más aterradora y vivida que pudiera pensar: cuando me gire para levantarme pude sentir el aliento fétido tras de mí, sus bigotes cosquillándome el cuello y finalmente una lengua áspera y tibia que lamia la herida de mi rostro.
La creatura lanzó un resoplido que movió cada cabello de mi cabeza y antes de darme cuenta levantó una de sus garras y me envió a volar bosque a dentro. La luna llena que hasta hace minutos me daba pistas se cubrió tras su abrigo de nubes. Entiendo la indirecta: esto iba a ser tan feo que ni la luna quería ver.
Unos ojos blancos enormes como vasos me observaban desde las afueras del bosque y tras un enorme salto pude oler de nuevo el olor a sangre seca de la boca de la bestia que nuevamente me enviaba a volar a través del laberinto de arboles fuera de la casa de Richard.
Deteniendo todos mis instintos me negaba a correr, fruto de una experiencia en el África: “los leones no matan a las vacas, por que estas no corren, lo que los leones buscan es el miedo de la presa y la emoción de la caza” me había dicho mi guía. Así que no correría, no iba a dejar que esa cosa se interesara en mí. Una nueva ola de pestilencia fue seguida del brillo de los ojos del monstruo, pero esta vez no hubo empujón ni resoplido; “se está aburriendo” pensé con fe. Pero me equivoqué, levantó su pesada garra y me aplastó el pecho; quería obligarme a jugar, pero permanecí quieto esperando mi única oportunidad. Me llevé la mano a mi bolsillo trasero tanteando mi única arma.
La cosa se veía confundida, aparentemente nunca había enfrentado un escenario donde nadie corriera o gritara, pensé que se iría, aburrido, decepcionado a cazar a otro logar. Pero nuevamente me equivoqué; si no podía jugar sólo le quedaba otra cosa por hacer: comer.
El monstruo descubrió el brillante juego de cuchillos que eran sus dientes y la pegajosa sustancia que los recubría, sus ojos parecían soñar y el olor se hizo más fuerte dándome a entender que esa cosa respiraba más rápido a causa de la excitación y ante el inminente ataque me jugué mi última carta, la última de la partida y si todo resultaba como yo suponía no sería la última del juego.
Tan rápido como el dolor de mi pecho me lo permitió extraje el reloj de mi abuelo, se había roto en una de mis caídas y su mica protectora había enterrado los vidrios en algún lugar de mi cadera, pero aún tenía un trozo considerable pegado a él. Así que con el último gramo de mis fuerzas lo tomé y se lo enterré al demonio en su ojo izquierdo.
El monstruo tiró de lo que quedaba del reloj que mi abuelo me había confiado y al tratar de sacarlo pude ver como también uno de esos puntos blancos salía de orbita y se apagaba de apoco hasta quedar oscuro como la noche que nos rodeaba.
La creatura se retorcía de dolor, ocasión que utilice para salir corriendo, recordé que cerca del bosque había un despeñadero, y tal vez una cueva donde ocultarme hasta el amanecer, pero fui muy ingenuo, el monstruo me siguió, podía escuchar sus gemidos y sus pasos tras de mí. Ya no quería jugar, ya no quería comer, ahora sólo quería al ser que le había costado un ojo.
Me dio alcance muy rápido, menos de lo que creía que le tomaría recuperarse y llegar a mí, me derribó hundiendo sus garras en mi espalda, me giró y me permitió mirar ese ojo blanco y solo en lo que debía ser una cabeza enorme mientras de la otra cuenca goteaba lo que debía ser su sangre, rugió tan cerca a mi cara que pude deducir que toda mi cabeza cabría en su boca. Levanto una de sus garras y la uso para aplastar mi pierna. Pude escuchar al hueso partirse como un palo seco y al dolor acudir al lugar rápido como rayo y poderoso como un volcán.
Para mi consuelo levantó su otra garra y descargó sobre mi cabeza llevándome de nuevo a una neblina, más densa que la primera, más reconfortante que el olvido del dolor. Y en mitad del sueño y la muerte me parece escuchar la voz de Richard: “esto no ha sido tan divertido”. Pero claro, no hay que creerles a las personas inconscientes.
Al despertar estaba en el hospital de Londres, era de los pocos que estaban allí sin tener la peste negra. No había un solo hueso roto, mi única herida un rasguño en la mejilla unas puntadas en mi glúteo derecho, donde se enterraron los vidrios del reloj de mi abuelo. Mi jefe había enviado buscarme luego de que no regrese de mi viaje a la campiña, me habían encontrado el martes en despeñadero, cerca a mi lugar de llegada, pero cundo fueron a preguntar, la casa estaba vacía, y en la puerta rezaba una nota en la que informaban que a causa de mi negativa a ir Richard había decidido ir de caza.
Al regresar a mi pequeño estudio había una nota, sin remitente ni sobre, las primeras líneas fueron devastadoras como una lluvia de cuchillas de afeitar:
Querido Johan
Es una lástima nuestro viaje de caza haya resultado tan mal, no ha sido para nada divertido, pero siempre eres bienvenido a cazar con migo.
Te deseo una pronto recuperación.
Cariños
Richard
Pero eso fue hace mucho tiempo. En el 1348 si la memoria no me falla. Actualmente resido en New York, en apartamento que tiene una mejor vista desde el 11/9, sin ofender.
Y desde ese año, el último fin de semana de marzo recibo una carta de Richard invitándome a cazar, se que él debería estar muerto hace mucho, pero yo también entonces no le veo problema y cada año le respondo que no, pero que sería un placer si el viniera a visitarme, jamás toco el tema de esa marzo distante, de nuestras edades o de la vieja Londres, él tampoco lo hace así que en lugar de ponernos vendas en los ojos, los dos nos hemos encerrado en la misma habitación oscura, sin puerta ni ventanas.
Siglos de investigación me llevan a pensar que el monstruo en la casa de Richard fue un licántropo, pero investigación posterior me demostró que hay muchas clases de licántropos: hombres lobo principalmente en Europa, hombres tigre en la india, hombres leopardo en Suramérica, hombres tiburón en Australia y las mujeres foca de Islandia, obviamente sólo pude descartar dos de estas especies.
Ahora sé que esta condición se trasmite más fácilmente de lo que los mitos dicen, por ejemplo en mi caso basto con una lamida en una herida abierta. Y si he de ser sincero soy demasiado cobarde como para intentar liberar al licántropo frente al espejo y descubrirlo pues aun recuerdo la cuenca vacía del monstruo de Londres.
Este año también me ha llegado una carta de Richard invitándome a cazar y ha anexado una foto que dice me convencerá de ir a cazar con él. Lo ha logrado, acabo de telefonearle para decirle que sí. He guardado su foto con cosas que tengo desde hace siglos y que se suponen ya no existen.
En la foto se ve a Richard. Exactamente el mismo de la casa de campo sin un día de vejez con un parche en su ojo izquierdo.
imagen tomada de linkmesh.com