sábado, 31 de enero de 2015

Día 361: Espontaneo.


Pasó como pasan las cosas sin sentido, como alguien que llama a un número equivocado, como un rayo en medio de la noche o como el cáncer. Sin mayores explicaciones que algunas partículas microscópicas volando en un universo expansivo, la lotería del existir lanzado resultados al infinito; imposible de predecir e inevitables de enfrentar. 
Todo inició el tercer jueves de Abril, la tormenta había pasado, dejando atrás sólo humedad suspendida en el aire y algunas gotas reposando sobre las hojas verdes del jardín. La cabra había muerto, pero los motivos de su deceso eran aún indeterminados; aunque llevaba ya mucho tiempo en la granja, aun le quedaban por lo menos otros dos años de vida –según había calculado el abuelo la semana pasada, mientras la observaba pastar cerca de las vacas –no parecía haber comido algo que pudiera matarla y ciertamente nadie la había matado, sencillamente lanzo un balido al viento, para luego caer estrepitosamente sobre su costado derecho, tiesa como un tronco.
Habitualmente era el abuelo quien cavaba la tumba de los animales, pero con el clima frio desatado por la lluvia de primera, una terrible ciática lo había reducido a la cama. Era por esto que Ulises debía cavar la tumba, a pesar de tener quince años nunca lo había hecho; sus padres siempre lo quisieron fuera de la granja, trabajando en gran la ciudad como un abogado o un gran empresario, sin embargo este trabajo no parecía tan pesado y Ulises quería ayudar.
Llevaba ya dos horas cavando, pero aun no era lo suficientemente profundo para enterrar al animal sin dejar rastros que pudiesen seguir los carroñeros. Ulises quería hacerlo bien, no necesitaba despertarse a la mañana siguiente y encontrar el cadáver de la cabra medio comido por los buitres y los perros. Cuando el agujero le daba por la cintura –casi un metro, aproximadamente noventa centímetros calculó Ulises –la pala revotó contra lo que parecía ser una roca. Ulises intentó romperla golpeando con fuerza, pero era imposible. Aunque se sentía como una piedra, era blanco y de apariencia porosa; el muchacho se acercó para ver mejor: parecía ser una raíz saliendo recta hacia el cielo, de no más de cinco centímetros, con una punta redondeada.
Ulises la tomó, quería arrancarla para continuar su trabajo; era suave al tacto pero muy rígida. El muchacho tiró con fuerza, pero sólo logró hacerse un profundo corté en la mano, la sangre salió de manera lenta, espesa, como si se derritiera desde dentro de su cuerpo; sin que lo notara, una neblina blanca y fría empezó a llenar el agujero como agua flotante que se elevaba hacia el rostro de Ulises. Cuando Martha fue al jardín para ver el progreso de su hijo, lo vio en el fondo del agujero, pálido, temblando e inconsciente; rápidamente Su esposo Mario sacó al muchacho que tiritaba mientras gruesas gotas se formaban en su frente y espalda.
Mientras llevaban al muchacho adentro, su abuelo Uriel se levantó trabajosamente de su lecho y revisó el agujero desde lo alto: pudo ver la protuberancia blanca, manchada con la sangre de su nieto, asomándose entre la tierra. Presa del miedo, el hombre hizo caso omiso a su dolor y empezó a rellenar el agujero con rapidez. Esa noche, la luna llena miraba expectante por la ventana de Ulises, parecía relamerse con nubes por lengua, que atravesaban una gran cara sonriente; el muchacho se agitaba en pesadillas y altas fiebres, mientras sus huesos sonaban como cuerdas que se revientan y su piel se cubría de un extraño pelambre gris. En la sala, la madre lloraba desconsolada, el padre bebía una gran copa de licor y el anciano observaba por la ventana; todos en medio de un silencio interrumpido ocasionalmente por los quejidos del muchacho y los bramidos agónicos de la bestia.
-No sé porque lo enterraste –Finalmente Marco levantó la vista de la copa y miró a su padre con ira –Debiste cremarlo, eso es lo que el tío Saúl quería.

-Por qué a pesar de todo era mi hermano –El anciano suspiró mientras los aullidos en el piso superior se hacían más claros –Con o sin maldición era mi hermano. 

viernes, 30 de enero de 2015

Día 360: Escape.


-Claro que no –El plan estúpido y era muy probable que todo fallara, quería salir de allí, pero quería hacerlo vivo.
-Pues mala suerte, porque es ahora o nunca –La voz se alejó un poco y se escucharon dos leves golpes a la puerta de metal –Si vienen mañana y se dan cuenta que sigues vivo te van a sacar de aquí y a encargase ellos de mismo.
Johan se arrastró por la oscuridad hasta dar con la puerta, sus manos seguían agarrotadas y adormecidas, inmóviles en sus prisiones de hierro, pero pudo usar sus pulgares para dibujar en un sector lleno de tierra. No le gustaba trazar sus sellos en materiales tan volátiles, pero no tenía más opción: Dibujó tres espirales concéntricas, con algunas palabras en símbolos que ya nadie podía pronunciar, antes de terminar el trazado levanto su cabeza buscando los ojos de su compañero.
-Una vez que termine el símbolo, toda la magia se desactivara por sólo diez segundos –El brillo de los ojos tomó un tono de confusión –Ya que toda la energía mágica se retira, este sello también se anula a sí mismo, y los otros se reactivan.
Sintió como su compañero se movía en la oscuridad, tal vez buscando una mejor posición para derribar la puerta, al mismo tiempo una gran masa se posicionaba sobre su espalda ¿tal vez una de sus manos para tomarlo en cuanto pudieran correr? Una duda travesó su mente: nada le impedía al otro sujeto correr por su cuenta y dejarlo allí, con todo el alboroto armado; tendría que confiar en él.
-Por cierto, soy Johan, un placer escapar contigo –Tenía la esperanza que al conocer su nombre no lo dejara atrás.
-Déniz, el placer es todo mío –La voz se escuchaba al borde de la excitación. –Algo más que debería decirte, en cuanto todo se apague, tus heridas dolerán como el infierno.
Terminó el sello, un pequeño resplandor brotó de la tierra, lastimando sus ojos de inmediato: había pasado mucho tiempo en la oscuridad. Ahora estaba ciego y dependía de los esfuerzos de su compañero. Los eventos ocurrieron tan rápidamente que nunca pudo estar seguro de cómo habían sucedido en realidad, así que tuvo que confiar en lo que Déniz le contó algún tiempo después.
En cuanto los sellos exteriores se apagaron, Déniz derribó la puerta, ahora era sólo una lata de metal sin mayores propiedades; los guardas de afuera no esperaban un escape y no pudieron tomar sus armas a tiempo; mientras otros prisioneros rompían sus propias jaulas, un gran número de hombres se organizó para sacar a la reina del lugar. Los pasillos se atiborraron de criaturas que arrancaban la cabeza de todos los seres que se les cruzaban por el frente, creando un caos que los caballeros no podían contener. Déniz tomó un gran centauro que se alzaba violento pisoteando a todos a su alrededor, degollándolo con sus manos y usando su voluminoso cuerpo como proyectil, logrando así destruir el muro que daba así el jardín del cual se colaba el agua a la celda donde habían estado confinados.
Muchos se quedaron a luchar, tenían la esperanza de acabar con la reina que los había encerrado en la oscuridad, pero el olfato de Déniz le decía que hace mucho que se habían marchado: quedarse era inútil. Cuando la vista de Johan se entró con la espalda pálida y voluminosa de su compañero, quien lo cargaba como a un saco de patatas, sus ojos aun sensibles distinguían los contornos de algunos árboles y rocas, el sonido de un arroyo cercano resonaba bajo los pasos de Déniz y el calor del sol azotaba su piel magullada.
-¿A dónde vamos ahora? –Tal y como Déniz le había dicho, el dolor de sus heridas se había incrementado, como si estuvieran rellenas de sal.
-A Sicilé, allí trataran tus heridas sin temor a que los guardas de la reina vallan a buscarte, pero te recomiendo que no te quedes más de tres días –Su voz se escuchaba tranquila, Johan quería ver con quien había emprendido tal viaje, pero su dolor y la posición en la que Déniz lo mantenía le evitaban volverse para verlo bien.
-¿Cómo que me recomiendas? ¿Acaso no vendrás conmigo? –Johan se mareaba de nuevo, como al entrar en la celda, se sentía frio y el cuerpo de Déniz lo cocinaba lentamente al sol.
-Quedarnos juntos es peligroso, te dejaré allí y seguiré con mis asuntos –Giró en seco en un gran árbol seco y entraron en un camino rural, era cuestión de tiempo para encontrarse con algún transeúnte.
-Pero…Déniz –No quería que lo dejara solo. Aún tenía muchas preguntas para él: ¿De dónde conocía a su maestro? ¿Por qué estaba es aquella celda? ¿Qué poderes usó para sacarlo de allí? Quería preguntarle sobre sus ojos brillantes. Quería hacer muchas cosas pero se deslizaba lejos del mundo consiente con increíble rapidez.

-Déniz no es mi nombre –Fue lo último que alcanzó a escuchar antes de caer inconsciente. 

jueves, 29 de enero de 2015

Día 359: Plan.


-Vaya, vaya, vaya –La voz sonó profunda y gangosa, como si las palabras saliesen escritas en delgadas tiras de papel húmedo -¿Qué tenemos aquí?
Johan temblaba, en ningún momento había sospechado que esa criatura tuviese la capacidad de hablar, aunque parecía que no lo había hecho en mucho tiempo era evidente que poseía un lenguaje estructurado y amplio. Una garra afilada lo levantó en medio de la oscuridad, casi podía sentir el rostro del monstruo contra su cuerpo.
-¿Y bien? –preguntó la voz con impaciencia.
-¡Un hechicero! Nada más –su voz fue aguda y temblorosa, al principio creyó que podría asustar a la criatura, que al declarase hechicero lo dejara en paz por temor a ser víctima de algún encantamiento, pero ahora temía haberse vuelto una presa más suculenta; debía pensar en otro plan rápido –Un discípulo de Emet.
La risa gruesa y potente del otro ser resonó en el cuadro húmedo y oscuro, los ladrillos se agitaron en sus juntas mientras las carcajadas se extendían por el lugar. Tan repentinamente como comenzaron se vieron cortadas, luego no les siguió un silencio tenso, lleno de idas sin pronunciar y planes que se trazaban a media luz.
-¿Sigues allí? –Johan se obligó a preguntar, su instinto le decía que si se quedaba con lo que sea que estuviese hablando con él (no durante mucho tiempo, eso también sería peligroso) podría salir de allí. –Hey…
-Sigo aquí, ¿A dónde más podría ir? –la voz ya no tenía un tono de burla, estaba muy serio, como si la pregunta de Johan hubiese interrumpido algo importante -¿De verdad eres aprendiz de Emet?
Johan asintió en la oscuridad, los ojos luminosos como pequeños luceros dieron a entender que habían visto el gesto, luego de la nada, las pequeñas luces se apagaron y los pasos resonaron hasta el otro lado de la habitación.
-A tu derecha hay un trozo de pan, está duro pero puedes comerlo sin correr riesgos –La voz sonaba baja, casi como un susurro, era evidente que había perdido todo interés en continuar hablando –Si sigues esa pared hasta que se una con la otra en la dirección opuesta a la puerta por donde entraste, encontraras un punto en el que se cuela el agua, son apenas un par de gotas por minuto, pero bastara para que no mueras de sed.
-Pero, estoy herido, yo… -Johan se entraba con una mezcla de sentimientos, una parte de si le decía que si obedecía a aquel sujeto podría salir de allí con vida, pero otra parte se había entregado a su inevitable muerte.
-Lo sé, el olor de tu sangre inunda el lugar –La voz apareció de nuevo, esta vez se escuchaba cansada –Viste unos símbolos afuera ¿cierto? Tallados en las paredes y la puerta.
Johan recordó brevemente su entrada a aquel lugar, la gran puerta blindada y la serie de iconos a su alrededor, también se sorprendió al notar que desde que estaba allí el dolor y su mareo habían disminuido considerablemente. El otro ser interpretó su silencio como un “sí”
-Uno de ellos es el símbolo de Rigzer, se utiliza para controlar las sangre, tus heridas simplemente están secas –Los ojos se abrieron de nuevo centelleando al otro lado del cuarto –Eso es lo que me tiene preso aquí.
Los ojos se cerraron de nuevo, aunque Johan lanzó varias preguntas, la voz no contesto de nuevo. Así que se acercó al pan y lo comió, estaba reseco y salado, lo que se sentía como una capa de moho crecía por uno de sus lados; tal y como su compañero dijo, Johan encontró una pequeña apertura en la cual se formaba una gota de agua fresca cada tanto. Así que pasó las próximas horas lamiendo la pared, que tenía un extraño sabor metálico.
El tiempo no existía en ese lugar ni en la cabeza de Johan, ya no estaba seguro si habían pasado algunos días o sólo un par de minutos desde su entrada en el cuarto. Su compañero también pareció desvanecerse en medio de la penumbra densa, ahora sólo estaban Johan y sus heridas resecas; un sueño liviano y dulce empezó a dominarlo, hasta que finalmente lo venció, obligándole a recostarse en el suelo húmedo y mohoso.
Se despertó sobre saltado, algo lo había tocado suavemente; así que buscó con sus manos andrajosas en medio de la oscuridad, hasta toparse con una gran mole sólida, que parecía hervir bajo la superficie. Sus ojos al fin encontraron lo que estaban buscando: el par de puntos brillantes de su compañero, Johan fue levantado abruptamente, pudo sentir los labios de aquel otro ser, su tibio y húmedo aliento salir de la boca y lo que creyó eran algunos mechones de cabello que se mecían al ritmo de las palabras de aquel ser:

-Escúchame, este es el plan –Los ojos se hicieron más brillantes y el aliento se hizo un poco más fresco –Ahora que tus manos no duelen tanto, debes dibujar un símbolo de Fractura en la parte interior de la puerta, eso inutilizará los sellos de afuera, yo derribaré la puerta. Afuera todos duermen, pero es obvio que desertaran por el alboroto; al desarmar los ellos los otros que están cerrados también podrán salir, y aprovecharemos el caos para escapar. ¿Estás listo? 

miércoles, 28 de enero de 2015

Día 358: Mago.


Johan era el mejor y más deshonroso discípulo que alguna vez hubiese tenido Emet. Sus habilidades para la magia y hechicería tenían todo el potencial de ser legendarias, pero su avaricia y deseos carnales lo habían convertido en un saco de vanidades; a sus 20 años ya había aprendido todo cuanto Emet podían y quería enseñarle, desterrado de las tierras de su maestro bajo pena de quedar convertido en una figura de arcilla, Johan se dirigió al reino de Cresalia, una tierra prospera, vacía de magos y criaturas inmortales, allí sin duda alguna sus talentos serían apreciados.
Durante varios días gozó del dinero de incautos que reían al verlo invocar pequeñas llamas sobre mundo balde lleno de agua o aguantaban la respiración cuando levitaba a algunos centímetros sobre el suelo. Pasadas dos semanas había reunido suficiente para hacer cerrar el bar, con algunas chicas adentro dispuestas a hacerlo feliz, Johan sonreía pícaro mientras imaginaba a las chicas lamiendo su...
-¡Hey tú, artistas callejero! -una voz gruesa corto sus pensamientos.
-Llegaron tarde amigos -Johan terminó de recoger las monedas que había ganado mientras se dirigía al pueblo, dándole la espalda a los extraños -La función terminó por hoy, regresen mañana para ver cosas asombrosas.
-La reina y su corte quieren verlo -otra voz, más juvenil se introdujo en la conversación.
-No hago presentaciones privadas, si quieren verme que vengan y paguen -Johan se giró para observar mejor a los mensajeros: Eran dos caballeros con armaduras relucientes como soles, montado sobre caballos negros con joyas trenzadas en sus crines -No soy el fenómeno privado de nadie.
-Creo que no nos hicimos entender: La reina exige su presencia- Uno de los caballeros desenfundó rápidamente su espada y le dio un golpe seco con el mango justo en la nuca, dejándole inconsciente de inmediato.
Johan se encontró sumergido en una bruma dolorosa y espesa, sentía las manos agarrotadas y el cuello rígido, la vista le fue llegando de apoco: estaba en un cuarto pequeño y oscuro, el olor de cuerpos pudriéndose a su alrededor y el agua estancada llenaban el lugar. Cuando trató de ponerse de pie notó que estaba encadenado por los talones a la pared, sus manos estaban al interior de lo que parecían ser unos guantes metálicos, con varias protuberancias que salían de los dedos y las palmas, como pequeñas espinas. El ruido de sus cadenas al moverse llamó la atención de los guardas afuera, que entraron apuntándole con lanzas y flechas.
-Dices una sola palabra tratando de invocar algo y te cortaremos la lengua –un hombre con una cicatriz en el mentón  lo apuntó con su flecha mientras otros dos jóvenes lo sacaban a rastras del lugar. Afuera era vigilado por al menos otros doce soldados que apuntaban sus armas contra él. –La reina quiere verte.
Lo llevaron a lo largo que de una intricada serie de pasajes y recamaras, siempre vigilado por una docena de hombres que nunca lo perdían de vista. Tras un par de minutos llegaron a una gran habitación con los muros recubiertos de oros y piedras preciosas que brillaban como estrellas bajo el sol que entraba por un techo de cristal, en el fondo de la habitación había gran trono de ópalo y marfil, diseñado para parecer las fauces de una bestia próxima a devorar a quien se sentara en su lengua. Allí había una mujer de cabello negro y tez blanca como la leche, con ojos negros como el carbón y labios pálidos, casi azules. Un guarda le golpeó las piernas haciéndole caer.
-Inclínate ante Su Majestad, la reina Gloria –Al decir estas palabras la mujer se puso de pie mientras sonreía, acercándose al tembloroso cuerpo de Johan. Acto seguido la docena de guardias inclinó la cabeza en señal de reverencia: esté era el momento para escapar. Johan empezó a recitar un hechizo de humo, si llenaba el cuarto con este podría tomar las llaves del guarda y correr; como una sombra las nubes de humo empezaron a emerger de las uniones entre las paredes y el suelo, pero su hechizo se vio cortado cuando fue apuñalado en el hombro; se giró brevemente para ver como su captor enterraba el cuchillo hasta hacerlo salir por el frente de su cuerpo –Te dije que no hicieras nada estúpido.
-Cálmate Tamtor –La reina se acercó a ellos y poniendo su brazo sobre el cuchillo, lo enterró aún más –Nuestro invitado sólo está nervioso.
“Entonces, joven artista, ¿sabes porque te han traído aquí?” La reina se paseaba a su alrededor mientras todos los soldados apuntaban de nuevo hacia el cuerpo de Johan, quien negó con la cabeza, pensando en el cuchillo, aún alojado en su cuerpo “Para ser el discípulo de Emet eres más tonto de lo que pensaba, atreverte a venir a mi tierra sin tomar precauciones, incluso te atreves a practicar la magia en mis calles, pequeño idiota. ¿Nunca te preguntaste porque no hay magia en mi país?” Johan negó de nuevo, estaba sorprendido por todo lo que esta mujer parecía saber de él. “Es porque cada mago, bruja, vampiro, ogro, vampiro, zombie y demás pecados contra la vida han sido expulsados o cazados, no permito aberraciones en mi país.”
El peligro ahora era más que palpable, Johan sabía que en cualquier momento ella daría la señal y él sería triturado por una lluvia de flechas y lanzas, quería aventurarse a una última invocación, pero al abrir la boca para empezar el guarda giró el cuchillo en su hombro, haciendo salir un torrente de sangre. La reina rio divertida ante su gesto de dolor “Sellen sus guantes y llévenlo abajo”, la mujer volvió a sentarse en su trono y se dispuso a observar.
Uno de los guardas tomó las manos de Johan, mientras otro traía un martillo y lo que parecía ser un pequeño asiento, en el cual pusieron sus brazos. El terror lo invadió: recordó las protuberancias que salían de los guantes de metal, la mayoría estaban sobre las articulaciones de sus dedos. Martillaron cada clavo, haciendo que sus gritos resonaran amplificados a lo largo del magnífico salón, su sangre brillaba como las piedras más preciosas al dar contra las paredes para luego opacarse como trozos de carbón líquido con el paso de los minutos. Creyó que no iba a soportarlo, pero para su mala suerte, no perdió la conciencia mientras los 21 pinchos entraban en su carne, macerando sus huesos. Al terminar era sólo una masa temblorosa y sangrante que fue arrastrada por un solo hombre, que lo llevó más allá del calabozo de donde había salido, adentrándose cada vez en las entrañas de la tierra los túneles se llenaban de un olor a carne descompuesta y amoniaco. Johan no pudo determinar si los gritos que escuchaba salían de su garganta, de su mente o de lo pequeños agujeros que habían en las paredes, por los cuales se asomaban ojos brillantes, inyectados en sangre.
Contrario a lo que pensaba, el número de guardas y armas fue creciendo a medida que descendían, tras unos minutos se vieron frente a un gran portón reforzado con trece correas de acero que se cerraban una sobre la otra. Johan reconoció varios sellos forjados y pintados frente a la puerta y las paredes aledañas; no tenía energía para pensar en detalle, pero sabía que lo que hubiese tras esa puerta era muy peligroso.
-La cena está servida –Gritó el caballero que lo arrastraba al tiempo que sacaba el cuchillo incrustado en su hombro, varios gritos y rugidos salieron desde detrás de la puerta amenazando con derribarla. Todos los soldados se pusieron alertas y se prepararon para atacar mientras uno de ellos abría una diminuta apertura, similar a una puerta más pequeña. Desde su sopor Johan pudo ver un par de ojos amarillos que lo observaban hambrientos desde la oscuridad, era obvio que iba a ser devorado. El guarda tragó sonoramente antes de empujarlo hacia la oscuridad y cerrar de nuevo la puertecilla –Diviértanse chicos.

Johan temblaba de miedo y de dolor, repentinamente un viento cálido le revolvió el cabello, aquello está olfateándolo muy de cerca.  

martes, 27 de enero de 2015

Día 357: Arma.


Le tomó más de lo planeado llegar, la verdad Alexis pensó que estaría bajo la Roca del Ciervo es misma tarde, pero el sol había descendido y vuelto a colgarse del firmamento antes de siquiera ver el contorno del monumento en el horizonte. Era un joven de cabello miel, una cabeza más bajo que todos sus amigos, un hoyuelo se formaba en su mejilla izquierda cada vez que reía, las orejas particularmente curvas y pequeñas el cuello delgado y los brazos largos le daban un aspecto torpe y desgarbado. Sus ojos negros se movían con rapidez por el campo, buscando pequeñas sombras o leves movimientos que le indicaran la presencia de algún depredador o perseguidor; pero el bosque estaba en silencio.
La hoja rota del cuchillo descansaba, envuelta en un pañuelo de seda roja, oculto en el bolsillo de su chaqueta. “Entierra el cuchillo en la tierra sangrante, justo bajo el único árbol de la Roca del Alce” había dicho la sacerdotisa mientras se presionaba una herida sangrante en el abdomen. El vampiro se la había abierto de un tajo en su intento de devorarla, su maestra rápidamente logró hacer una invocación de fuego que encerró lo encerró en un mar de llamas. Ella lo había visto a la cara antes de entregarle el cuchillo roto; en ese momento Alexis se dio cuenta que su maestra no iba a escapar, que se quedaría a pelear con el monstruo a pesar que era evidente que no podría ganar.
Las palabras húmedas por la sangre de su maestra se movían como una marea en su mente cansada, Alexis se preguntaba si el corazón del vampiro se hallaría en aquel lugar. Sin darse cuenta llegó al pie de la roca, que tallada por los siglos parecía ser la cabeza de un Ciervo emergiendo de la tierra, como si el gran animal estuviera atrapado en el lodo solidificado; sobre la roca un gran árbol de grueso tronco y numerosas ramas retorcidas formaban la cornamenta, dándole la apariencia de un animal que podía levantarse en cualquier momento. Alexis observó en busca de la “Tierra sangrante” se imaginó un trozo de pasto reseco, rojizo, algunas flores rojas, arcilla rojiza, algo rutilante, pero el lugar estaba tapizado por una capa de musgo fresco y algunas florecillas amarillas que salpicaban el campo.
Alexis saco el cuchillo con la esperanza que su presencia revelara alguna fuente carmesí, pero el campo permaneció inamovible. La imagen de su maestra sangrante lo hizo caer en desesperación, se arrojó al suelo y empezó a enterrar la hoja gastada en busca de la respuesta que la hechicera le había enviado a buscar. El sol recorrió el firmamento casi por completo, jugueteando con la sombras de la Roca del Ciervo que lucían con un grueso pelaje que se agitaba con el paso del tiempo; finalmente con el ocaso próximo a suceder Alexis cayó rendido, no había encontrado nada.

Sus ojos se acostumbraron a la penumbra y vieron como las raíces de la cornamenta salían por un costado, Alexis recordó claramente las instrucciones y enterró con fuerza la hoja sucia en la tierra. Al principio fue lento, no más que una mancha, pero se extendió hasta un gran géiser carmesí que expulsaba coágulos del tamaño de ratas y pájaros pequeños. Cuando el torrente hubo terminado  Alexis escarbó con sus manos en la tierra húmeda y tibia, como quien despedaza una herida. Finalmente, cubierto de suciedad roja en el fondo del agujero había una manta de color purpura, Alexis la extrajo con cuidado pues pesaba más de lo que había imaginado; al abrir la envoltura se encontró con mazo de plata, pintado de tal manera que parecía ser tallado a partir de un grueso tronco, desde el mango del mazo se desprendió una estaca que lucía exactamente igual. Alexis observó el regalo de su maestra y emprendió el regreso a la batalla. 

lunes, 26 de enero de 2015

Día 356: Confrontación.


El ambiente se tornó oleoso, para poder avanzar Zilion requería mayor fuerza de la habitual, sentía las moléculas del aire rozando contra su piel; una extraña electricidad recorría su cuerpo como un rayo próximo a salir de la punta de sus dedos. La bodega permanecía en silencio con el paso del tiempo, ocasionalmente se escuchaban las pisadas de una araña en la pared o el movimiento de los bigotes de algún ratón dormido entre las paredes. Bajo otras circunstancias Zilion se habría marchado hace mucho, no soporta a Tsai y muchos menos su ridícula tendencia a hacerlo todo de manera protocolaria; pero hoy lo necesitaba, no era común que se encontraran a solas –de hecho sólo recordaba haberlo hechos dos veces antes –hoy era vital que viniera solo.
Los pasos de Tsai hicieron eco, Zilion lo escucho descender justo fuera de la puerta principal, lo imagino flotando brevemente a un par de pulgadas del suelo antes de entrar caminando. A pesar que Tsai pudo haberse sencillamente materializado dentro del almacén, prefirió entrar caminando. Zilion suspiro pesadamente, odiaba que su hermano hiciera alarde de sus dones en privado, se comportara como mortal en público y les reprochara a todos que no hicieran lo mismo “No es más que un montículo mal oliente de hipocresía” pensó con amargura.
-Me alegro que hayas venido hermano mío –Tsai entró sonriente, algo brilló en su cinturón. Su cabello rubio y lacio enmarcaban su rostro delgado, sus pómulos sobresalientes y su estrecha mandíbula pintaban un gesto cadavérico –Hace mucho que no nos veíamos.
-Déjate de palabrería burla –Zilion ocultaba su rostro en la oscuridad, o quería que se enterara de su nuevo ojo. Ahora podía ver la energía de Tsai agitándose: estaba nervioso, mucho más de lo que hubiera imaginado. Imágenes de su daga Dragmon hundiéndose en el pecho de Zilion saltaban de las pulsaciones energéticas que salían de su cabeza. Había un punto particularmente denso justo en medio del hígado: allí estaba el centro de su Icor –Ambos sabemos que hemos venido a matarnos el uno al otro.
-Bueno, tú no te andas con juegos cierto –Tsai fingió sorpresa mientras hablaba de manera sarcástica, se llevó su mano larguirucha al cinturón y acarició el mango de su daga, matarlo había sido algo que estaba esperando desde hace mucho tiempo –Pero antes de nada, respóndeme ¿sigues enojado porque me recolecté a la mujer a la que pensabas darle Icor?
Una sonrisa burla desfiguro el rostro de Tsai, había estado esperando durante tanto tiempo el poder herir a su hermano; pero el rostro de Zilion seguía impávido, de hecho, parecía mas reluciente, sobre todo en el lado izquierdo. Un viento frio atravesó a Tsai, haciéndole estremecer de pies a cabeza, su hermano tenía un nuevo ojo que centelleaba desde la oscuridad. Satisfecho al ver el terror en el rostro de Tsai , Zilion desenvainó su espada Firmharon, que centelleó a la luz de las auras desprendidas de por los cuerpo; se materializo frente al estupefacto Tsai y dispuso a cortar su cuerpo de un tajo, justo en medio del hígado. Justo antes que su espada probara la carne de su hermano, Tsai lanzo una risa desesperada y se disolvió en la noche. Zilion había olvidado la molesta habilidad de El Recolector de convertirse en neblina, aún podía ver su energía dispersa por toda la habitación, pero no había un punto vital para cortar.
Su nuevo ojo le permitió ver las oleadas de energía en las que se movía su hermano, Tsai materializaba sólo su mano a medida que se acercaba a Zilion, blandiendo su daga Dragmon en un intento de matarlo. Zilion no podía mas que esquivar sus ataques ya su oponente como tal, aun no se aparecía; en varias ocasiones intentó cortar la mano fantasma, pero esta se disolvía a milímetros de su espada.
Tsai estaba sorprendido, creyó que una vez adoptada su forma de neblina sería cuestión de segundos matar a su hermano, pero era como si este pudiese verlo, no sólo se defendía, sino que incluso atacaba a su cuerpo en cuanto se solidificaba. El permanecer en esta forma era terriblemente agotador, si permanecía mucho tiempo así luego no tendría energías para luchar o escapar, decidió que lo más sabio era huir por ahora, si no podía matar a Zilion aun, no había motivos para quedarse a esperar la derrota.
Fue sólo un segundo, un breve ruido en la oscuridad como el estornudo de una rata o una aguja que cae el suelo, pero fue muy nítido: habían pasos fuera del edificio. Algo llamó la atención del ojo izquierdo de Zilion: cientos de personas se acercaban por la retaguardia; pero aquello era imposible no podía sentir tantas presencias juntas, además tal cantidad de personas no serían así de silenciosas. Instintivamente se giró para ver al nuevo enemigo, descuidando su espalda. Sería sólo un parpadeo, pero Tsai vio el momento de duda y decidió que era hora de ganar: Se arrojó sobre Zilion, solidificándose en un segundo, quería sentir con cada centímetro de su piel como la vida de su hermano se extinguía.
El filo del arma bebiendo del Icor resonó en todo el cosmos, la extinción de la vida de un inmortal no pasa inadvertida. Zilion observaba incrédulo como la sangre brotaba estrepitosamente de la herida, justo en medio del hígado. La lanza Higald de Havin penetraba el vientre de Tsai; este observaba atónico como su hermana lo había empalado, cubriéndose tras el gran cuerpo de Zilion, quien se había salvado por centímetros, al girarse para verla mejor.
Una mueca de decepción se formó en el rostro de Havin, quien rápidamente extrajo un pequeño frasco de cristal de su bolsillo y despendoló dejo que las gotas de icor que resbalaban por el cuerpo de si lanza. El frasco termino de llenarse y el cuerpo de Tsai se desvaneció en una nube de polvo y sal. Havin observo curiosa el néctar dorado que brillaba con luz propia dentro de su contenedor.
-¿Qué has hecho? –preguntó Zilion incrédulo y furioso. Si alguien debía matar a Tsai era él; estaba iracundo porque Havin le había negado su venganza.
-Aparentemente acabo de salvarte –Havin deposito el frasco en su bolsillo, con un rápido movimiento limpio los rostros de sangre que aun habían en su lanza y esta se redujo al tamaño de una daga, que ella guardó en su cinturón –Es una gran decepción, si no me hubieras visto ahora tendría otra porción de Icor para la venta.
-¿Intentaste matarme? –Zilion estaba atónito, apretaba su espada con fuerza, preparándose para pelear.
-No hagas un gran escándalo, tu viniste a  matarlo a él –Havin hizo un gesto de despreocupación y sonrió complacida –Sencillamente agradece que esta vez no fuiste tú.
Estaba por irse cuando Zilion la tomó por el hombro y la obligó a verlo a la cara.
-Tú tienes la energía de cientos de personas –El ojo izquierdo de Zilion centelleó a la luz del conglomerado de auras que cubrían a Havin -¿Qué rayos significa eso?
Havin se soltó fácilmente, dando un paso atrás, era mas fuerte de lo que Zilion hubiera imaginado.
-Sólo significa que soy muchos –La mirada de Havin se tornó sombría mientras hablaba –Por cierto Yezirhe dice que ya que Tsai está muerto, puedes conservar el ojo. Considéralo un premio de consolación.
Havin se alejó del almacén mientras escuchaba como Zilion estallaba en un ataque de ira, podía imaginarlo rompiendo todo adentro con sus puños y la espada. Se preguntó si él vendría a matarla “No, al menos no aún” se respondió a si misma con resignación.
-¿Y bien? –La voz de Yezirhe emergió de las sombras, mientras se le unía a Havin en la caminata -¿Ahora que tienes el Icor de El Recolector, que quieres hacer con él? ¿Se lo vendemos a Dufray?
-No seas idiota, Dufray no tiene nada que valga este Icor –Havin introdujo su mano en el bolsillo y acaricio el frasco, sabía que tenía cerca de doce horas para poner el Icor en un contenedor de carne o su padre vendría a buscarlo –Se me ocurre un mejor comprador.

Havin se disolvió en al aire, ahora estaba más cerca de matar a su padre. 

domingo, 25 de enero de 2015

Día 355: Maestro.


Hace aproximadamente unos seis o siete años –nunca pensé en utilizar esa expresión, muestra inequívoca que estoy envejeciendo –conocí a una persona cuyo impacto en mi vida continua como ondas que se expanden en el agua. Este personaje, a quien inicialmente conocí con el apodo de “El vacío” fue durante mucho tiempo una persona enigmática y casi oculta, en muchas ocasiones no era más que un puñado de sal al viento. Extremadamente culto, de lenguaje sofisticado y modales rígidos, a mis ojos era un misterio, una incógnita  lista a ser despejada, con el paso del tiempo establecimos una clara relación maestro-aprendiz. Aun después de tanto, desconozco los motivos por los cuales decidió verse envuelto conmigo en esa clase de intercambio, pues era una persona sumamente solitaria y reservada.
Aun lo considero mi maestro, ya que hizo conmigo lo que todo maestro debe hacer: abrió mi mente a universos ocultos en gotas de agua, me forzó a pensar ya  decir por mí misma, me ayudó a crear mi criterio, mi propio sistema de creencias, a diferenciar las distintas tonalidades de la vida y a crear una paleta de colores donde los extremos se habían desdibujado. Sin embargo la lección más fuerte que me dejó –y la que creo es la que rige mi vida con más influencia –se revelo de manera tan inesperada que me tomó años entenderla del todo.
Mi maestro, como ya lo he dicho, era una persona extremadamente rígida, consideraba opiniones diferentes a las suyas como abominaciones, oxígeno y saliva desparramados por el mundo de manera aleatoria, pero por algún motivo siempre estaba dispuesto a escuchar a todos: genios e idiotas, liberales y conservadores, jóvenes y ancianos. Conociéndole como lo hacía, esto suponía la mayor incógnita, y así, en lo que vino siendo nuestros últimos meses juntos –aunque en ese momento yo no lo sabía, obviamente –no pude soportar mas la duda y decidí preguntarle directamente el porqué de un aspecto tan puntual de su vida, cosa que nunca había hecho. Recuerdo sus ojos negros y una discreta sonrisa que se formó en su rostro, permanentemente serio, Mi maestro aspiró un suspiro y empezó un relato que, golpeado por el paso del tiempo va más o menos a así:
“Como sabes, me hago llamar “El vacío” ya que hay en mi espíritu un profundo agujero que no puedo llenar, sin importar las diferentes hambres que satisfaga en mi cuerpo, durante mucho tiempo creí que tendría que cargar con esto hasta que hace algunos años, en medio de una discusión filosófica, conocí a un muchacho que citaba a Nietzsche con elocuencia grandiosa y ademanes histriónicos que lo convertían en un monigote por demás curioso. Este joven, despertó en mi algo que llevaba dormido mucho tiempo: la curiosidad; el muchacho recitaba sin prestarnos atención, entregado en su propio de devenir, del cual éramos meros testigos. Nos ofreció espectáculo que rara vez es observado por los seres humanos: él estaba madurando frente a nuestros ojos incrédulos y desesperados
Terminada la sesión, me reuní con él en un salón para profundizar en este personaje, me lleve una desagradable sorpresa al ver que este hombre estaba lleno de contradicciones, no en sus ideas, sino en sus acciones y la musa se desmorono: todos aquellos ideales que recitaba no eran más que prosa aprendida por algún mono parlanchín.  Esta experiencia terminó en una reflexión que tuve que cargar durante meses: si me quedo con la sola idea, con un acto seré incapaz de ver a la persona, podré alabar a un ídolo de barro o perderme de la verdadera poesía. El escuchar a las personas, aun en los tópicos o ideas que me disgustan, las hace reales, pasan de ser meras opiniones a convertirse en seres tangibles, que llenan mi mundo; llenan el vacío en mi interior.”
Repasé esa lección durante mucho tiempo, pero era difícil ver a las personas como más que un argumento que repetían constantemente, como su acción más sobresaliente. Pero ocurrió lentamente, como el vapor que empaña un cristal hasta condensarse en gotas que descienden por el marco.

Lentamente nuestra relación alcanzó su final, ni él podía enseñarme más cosas ni podía aprender más cosas de mí, terminamos por disolvernos y convertirnos en amigos. Aun hablamos ocasionalmente, pues nuestras metas se han distanciado, él ha encontrado alguien que derribe sus muros rígidos, me atrevería a decir que actualmente ya no está vacío e incluso  me aventuro a suponer que es feliz. En cuanto a mí, aún gozo de sus enseñanzas, creo las mías propias y me preparo para el día en que, sin darme cuenta, me convierta en la maestra de alguien.  

sábado, 24 de enero de 2015

Día 354: Fango.


Las murallas que rodeaban el castillo se hundían lentamente en el fango, a un ritmo imperceptible para los ojos humanos; el hechicero veía el espectáculo con desesperante paciencia, parte de si tenía la esperanza que el lodo abriera una gran boca que devorara rápidamente a todas aquellas  insignificantes vidas de una sola vez.
El chillido de un ave devorada por una serpiente lo sacó de su transe, pero rápidamente volvió a sus planes: arrojar una gran bola de fuego sobre todas sus vacías cabezas sería muy aburrido tanto por el largo tiempo que tomaría formarla como por la muerta rápida que causaría. ¿Una peste? No, el correr de los años le había mostrado lo astutos que pueden ser los humanos, tarde o temprano encontrarían una cura.
El sonido de las escamas frotándose las unas contra las otras mientras la serpiente se enrollaba al sol para digerir su presa, hizo que surgiera una gran idea: como un rayo que impacta contra una roca, un terremoto que parte una montaña, o una bala de cañón de irrumpe en una tienda de cristal: tan repentino y clara, tangible y delineada que lo hizo saltar de su puesto y correr de su puesto hasta el mal oliente pantano que engullía de a poco el lugar.
Otra cosa que había aprendido de los humanos con el paso del tiempo, era lo violentos que podían llegar a ser; así que tomó una gota de sangre y la derramó sobre el fango. Una pequeña vibración se extendió al principio leve y corta, luego aguda y repetitiva haciendo que los animales huyeran del lugar, el pantano pareció hervir: grandes burbujas y columnas se levaban hacia el cielo, dejando escapar fétidas nubes de vapor verdoso. De cada columna se formó un soldado húmedo y caliente que parecía derretirse y volverse a armar con cada paso, el ejército emergía lentamente del lugar, utilizando su pegajoso cuerpo para escalar por los muros del castillo.

El hechicero se sentó en un tronco caído mientras el ejército continuaba emergiendo del pantano; dentro del pantano los gritos empezaban a escucharse. 

viernes, 23 de enero de 2015

Día 353: Dibujar.


Me gusta dibujarte, repasar el contorno de tu cuerpo con la punta de mis dedos, como si todo tu ser se ocultara al interior de mi mano y luego sale a gotas para caer en el armazón de tu existir. Recorro lentamente el espacio junto a mí, moldeando caderas firmas, labios carnosos, ojos que brillan a la luz del sol, orejas pequeñas y curvas, un cuello largo, un pecho amplio, una espalda fuerte. Me devuelvo por el camino ya trazado y con hábiles pinceladas formó mechones de cabello que se alborotan con el viento de la tarde.
Cierro mis ojos y todo vuelve a empezar, dibujo con insistencia aquel contenedor que guarda el corazón que tanto amo; a veces lo dibujo melancólico, en tono sepia, a veces es fosforescente y me guía en la noche. A veces esta dibujado a blanco y negro y a veces está pintado en acuarelas que se derraman por mi cuerpo mientras construyo de apoco el tuyo.

Te dibujo constantemente, en cada cuarto de mi casa, en cada rincón de mi imaginación, dibujo con terrible persistencia la imagen que guardo de ti en mi corazón. 

jueves, 22 de enero de 2015

Día 352: Chufletear.

 Hace referencia a molestar o bromear fuerte con una persona.
Una ligera lluvia llenaba el aire, como humedad suspendida o vaporizada desde alguna máquina que recorría las calles durante la noche, esparciendo pequeñas gotas de agua. La calle estaba vacía, excepto por algunos autos lleno de lodo aparcados junto a un edificio, un perro callejero refugiado bajo la mesa de una cafetería, un vendedor ambulante que sujeta la sombrilla con una mano y la mercancía con la otra; y un joven en bicicleta, asechando bajo un puente peatonal.
Una mujer con vestido rojo corría desde un taxi en dirección a un gran edificio gris, con una pequeña entrada casi oxidada, la mujer se cubría la cabeza con el bolso negro mientras trataba de no tropezar con sus altos tacones, el joven afiló la vista a tiempo que se frotaba las manos: la mujer estaba distraída mientras eludía ágilmente los pequeños agujeros que habían en la calle.
El joven bajó de bicicleta, acercándose silenciosamente a la mujer, apretando sus manos nerviosas contra su pecho húmedo por la lluvia. A ella se le cayeron las llaves en un pequeño charco lodoso, haciéndole emitir un largo y desesperado suspiro; ahora estaba distraída, era el momento perfecto para atacar. El muchacho se situó a sus espaldas y lanzó un grito agudo que hizo eco en toda Lacalle, pasando por sobre el ruido de la lluvia que aumentaba. La mujer olvido sus llaves en el suelo, y corriendo lo más rápido  que sus tacones se lo permitían, entró agitada a una cafetería mientras el chico corría de regreso a su bicicleta, bajo el puente.
El chico reía divertido de la expresión de la mujer y su rápida reacción, no se esperaba que pudiera correr tan aprisa, en parte se sentía decepcionado, se había imaginado a la elegante mujer cayendo en  un charco.

-Deja eso ya –El vendedor ambulante regañaba al joven bromista sin dejar su puesto –No sea que por chufletear así te pase algo malo. 

Día 351: Nombre.

Está hecho de alfileres: diminuto y fino, increíblemente filoso;
Cual conjuro vudú, llena de luz los lugares tenebrosos
Tiene relleno de fragmentos de estrella
Que se desborda por una pausa pequeña
Causa cosquilleos en la lengua
E indiferente del tiempo, nunca mengua
Tu nombre lo guardo como un secreto
Que se hincha a medida que a tu cuerpo me acerco
Tu nombre, cual reliquia cristiana
No puede ser pronunciado por una boca profana.
 Y es que me gusta decirlo así: bajito, bajito;

Porque cuando lo digo, me sabe a infinito.