martes, 14 de agosto de 2012

FEP78-3: Sustancia toxica 2


No se preocupo en lo mas mínimo por su desnudes o las sustancias que habían entrado a su cuerpo, tan solo quería salir, ver la luz del sol y alejarse de la bruma. Se adentro en el pasillo, que resulto ser mas largo de lo que creía, a medida que caminaba empezó a notar un calor superficial, casi como la fiebre, pero que le dejaba las entrañas frías.

El corredor se retorcía en numerosos lugares, se interrumpía con escaleras que debía subir y bajar y extraños giros en U, cada 50 metros veía una cámara que lo seguía con su ojo rojo.

-¡¿Estas seguro que puedo salir por aquí?!- Grito después de 2 horas de caminatas y escaleras.

La voz grave sentencio otro sí.

El calor de la piel aumentaba y el frio de las entrañas no disminuía, cuando pasó otra media hora, un punzón en su pie  le hizo recordar el anestésico de la habitación oscura, así que regreso para mirar; lo que pudo ver le cortó la respiración y dilato sus pupilas: cual suela de zapato la piel de su pie se había quedado adherida al suela.

El terror lo hizo caer de espaldas y al intentar ponerse de pie vio la plantilla de piel que quedaba en la pared, ahora tenia la espalda en carne viva, el miedo lo hizo correr despavorido, dejando huellas de piel y sangre tras él. Pronto la propia fricción de su cuerpo hizo que se le callera la piel de los muslos, los brazos y las manos que ocasionalmente rozaban un pasamanos de alguna escalera. La agitación hizo que se le pelara la garganta y trozos de piel de su cara empezaron a caer, el constante movimiento de su abdomen hizo que se le rompiera la piel del pecho y el abdomen al punto de sentir su corazón a milímetros del aire y sus intestinos la borde de salir desparramados. El rio de sangre y viseras que dejaba atrás eran vigilados minuciosamente por el lente de numerosas cámaras, cada una a 50 metros de la otra.

El punto de máximo pavor fue cuando intento gritarle de nuevo a la voz misteriosa y su mandíbula se  desprendió cayendo en algún lugar bajo un escalón de metal. El pasillo de interrumpió bruscamente con una puerta de metal, al intentar empujarla, la poca carne que tenia en sus manos y sus hombros cayó como gelatina, hizo un ultimo esfuerzo y la puerta se abrió.

Pero no pudo ver donde se encontraba, en cuanto tocó la luz del sol todas las viseras que le que le quedaban se derritieron como hielo, dejando escapar un vapor maloliente, sus ojos se escurrieron como  gotas de petróleo y sus huesos ardieron como ramas secas
.
En dos segundos el hombre que había ido a festejar el nacimiento de su primer hijo, que había querido seducir una lesbiana, que se subió a un taxi sin tener dinero y que fue atrapado por la bruma en una habitación oscura, se desintegro de este mundo para siempre.

En una habitación, al interior del complejo oscuro, frente a una serie de televisores conectados a unas cámaras que estaban a 50 metros unas de las otras, estaba sentado un anciano, al que le faltaba toda carne del lado derecho del cráneo y tenia en puro hueso la mano izquierda terminaba una grabación:

-“Después de la exposición a la Sustancia Toxica come carne conocida como ST01, el sujeto experimental numero 85 se ha sometido al Fármaco En Prueba numero 78 con variación en el elemento 3, conocido como FEP78-3. El nuevo fármaco retrasa el avance de la toxina, pero no la elimina y esta continúa disolviendo al huésped. La toxina aun se activa a su máxima potencia con la exposición a la luz solar disolviendo instantáneamente al huésped” El elemento 3 que he extraído de mi sangre no es el inhibidor que evita que la toxina consuma mi cuerpo en su totalidad. Mañana debo buscar al sujeto experimental numero 86.”

ST01: sustancia toxica


La bruma de su mente se disipaba dándole lugar a una oscuridad densa y viscosa que recubría su cuerpo, la sentía húmeda y pesada sobre cada centímetro de su piel. “¡Que noche!” pensó para si, hace mucho que no se embriagaba tanto.

Intento levantarse cuando notó que una correa de cuero le oprimía el pecho, fundiéndole con la cama y restringiendo su respiración; al intentar levantarse noto sus manos atadas sobre su cabeza la piernas atrapadas entre barras de metal; el pánico sobrevino instantáneamente trayendo consigo sacudidas que incrustaban las ataduras contra su piel desnuda y tras un leve grito de pavor sintió un frio que le recorría la espalda y la bruma le llenaba la mente otra vez.

Esta vez no había bruma, su despertar fue repentino, seguía atado de igual manera, pero podía ver una línea que llevaba un líquido lechoso al interior de sus venas. La bolsa de la cual salía el líquido estaba marcada como ST01. Estaba llena hasta la mitad. Intento sacudirse de nuevo, pero el frio y la bruma regresaron para llevárselo a la inconciencia.

Ahora no estaba tan sumergido en la bruma y los acontecimientos de la noche anterior flotaban en su mente. Había ido a un bar a celebrar, ya no recordaba a celebrar que, pero estaba muy eufórico al entrar, de hecho estaba tan feliz que invito una ronda a todos en el bar, a casi 60 personas.

Recordó la cara de una mujer bajita, de cabello hasta los hombros y ojos cafés que bebía sola, recordó que cuando se acercó a hablar con ella  otra chica se aproximó a ella, se besaron y él tuvo que disimular entrando al baño que estaba tras ellas. Frente a sus ojos nublados desfilaron al menos 15 vasos de diversos licores, brindis incoherentes. Recordó subirse a un taxi, hablar estupideces de las mujeres que se besan con otras mujeres y confesarle al taxista que no traía un centavo en su ser. El taxista se detuvo de inmediato y lo dejo en medio del distrito industrial, donde un frio le recorrió la espalda y la bruma se introdujo en su cabeza.

Cuando estuvo alerta de nuevo se dio cuenta que esta bruma no duraba lo mismo que antes, era mas débil y tardaba cada vez mas en aparecer, y a medida que la bruma bajaba, también lo hacia le bolsa que se vaciaba en su cuerpo.

Finalmente la bolsa se vacío y las ataduras de las manos se soltaron, se apresuró a soltarse el pecho  y las piernas, pudo confirmar lo que sospechaba: estaba desnudo, no sabía como o por que ni para que pero todo esto debía ser culpa de las lesbianas. Si ellas no existieran ahora él estaría acostado con la chica bajita de ojos cafés.

Recorrió la habitación con las manos, pues sus ojos aún no se  adaptaban a la oscuridad del ambiente. La habitación se atravesaba en 15 pasos de ancho y 18 de largo, estaba ocupada por una cama y un clavo, desde el cual colgaba una bolsa vacía rotulada como  ST01.

-¡¿Hay alguien aquí?!- grito a la oscuridad, pero nadie respondió.
-¡¿Por qué estoy aquí?!- la angustia le zubia por la garganta y le hacia desafinar la ultima silaba- Si es por dinero, te jodiste por que  no traigo ni un “duro” encima.

Obviamente no era por dinero, estaba desnudo, quien quiera que fuera su captor ya sabía que no traía dinero.

-Si es por mis órganos, pues…-No tenia nada para decir, aun que no era un atleta, sus órganos no eran anda despreciable- por favor no me haga daño- su voz que convirtió en susurro apenas perceptible.

Un punto rojo titilante si hizo notorio desde una esquina de la habitación. Lo estaba grabando, cuando se acercó a revisar mejor sintió un pinchazo en su pie, cuando reviso vio una pequeña aguja que salía entre en dos bloques del piso, la bruma reapareció y su cuerpo se desplomo en la oscuridad.

Despertó de nuevo a la cama, sin ataduras, pero con una nueva línea a sus venas, esta vez conectada a una sustancia aceitosa marcada como FEP78-3. Intentó desconectarse de la nueva línea cuando una voz hizo eco en la habitación.

-Por favor no lo haga, cuando el fluido termine, podrá irse a casa. Si se retira la línea debo atarlo de nuevo a la cama.

Retiro su mano de la línea.

-¿Es enserio?

La voz grave proveniente de ningún lugar sentenció un sí. Tras lo que pareció una eternidad  el fluido término, él se desconecto y una puerta se abrió y tras la puerta se encendió una luz iluminando un largo pasillo.

domingo, 5 de agosto de 2012

Comezón


Desde que tenia memoria le había picado la mano izquierda, era un escozor caliente y hormigueante que caminaba en la palma de su mano. Con el tiempo aprendió a ignorarlo, hasta el punto en el que podían pasar semanas enteras sin rascarse. Pero la molestia estaba siempre allí.

Cuando cumplió los 25 su vida estaba resuelta, se había posicionado como el jefe local de una gran empresa multinacional, había entablado una relación con una joven arquitecta de la ciudad y su salud no había tenido quebrantos en 15 años. Pero cuando menos esperas las cosas es cuando suceden.

El cielo se hallaba despejado y las cigarras cantaban su triste melodía al frio viento nocturno cuando un calor hormigueante interrumpió su sueño; la comezón de su  mano se hizo tena intensa que casi se arranca la piel tratando de rascarla, no pudo calmarla, así que paso media noche con la mano en un balde lleno de agua.
A la mañana siguiente, en la gran junta de inversionistas, tuvo que interrumpir su discurso para rascar su mano, hasta que le saco sangre, aunque el escozor no se iba sí lo hacían los accionistas ante tan sangriento y extraño suceso.

Esa noche tampoco pudo dormir, el calor y el hormigueo continuaron incluso bajo el agua helada. Cuando saco su mano a la mañana siguiente era una masa sin piel, palpitante, caliente y picante. Se cubrió la mano y se fue a trabajar sin haber dormido una sola hora. Sus empleados insistieron en llevar lo e Urgencias y muchos de ellos cuestionaban su salud mental tras alejar a la mayoría de inversores el día anterior.
Los doctores no encontraron nada inusual que pudiese explicar la comezón y uno de ellos sugirió que estaba trabajando demasiado, pero él pudo ver cuando claramente escribía en su libreta la recomendación de visitar un psiquiatra.

Esa noche cuando su pareja se reunió con el y empezaron el  siempre deseado acto del amor, él tuvo que cortarlo de manera repentina, a las puertas de l orgasmo, cuando su mano ardía en comezón, calor y hormigueo. La ira de ella y la falta de sueño sólo sirvieron para despertar su odio hacia la mano.

Tarde es noche, un superior lo llamo, diciendo que se había enterado de su visita al hospital y de las opiniones de los doctores, así que le daría una licencia hasta que se sintiera mejor. Pero los días pasaron con ardor, calor y comezón y sin llamado de la oficina; aparentemente la licencia se hizo permanente. Ella tampoco llamaba y el sueño tampoco acudía solo el hormigueo de la mano. Para el día 23 se hizo insoportable, había perdido su trabajo, su novia y su salud, por culpa de esa maldita mano.

En la tarde del 25 de ausencia al trabajo un policía entro en la casa, pues nadie había sabido de él. Todo lo que el oficial encontró fue un hombre delgado como un hilo y pálido como el papel recostado sobre un gran charco de sangre junto a un trozo de carne que en algún momento debió de haber sido una mano izquierda.
Mientras el personal del hospital discutía que hacer con el individuo, que había sobrevivido por pura suerte. En la habitación, él despertó cuando un escozor caliente y hormigueante que caminaba se extendía a través de su rostro.  

viernes, 3 de agosto de 2012

Cigarrillos


Había fumado desde que tenia memoria, recordaba esa vez que salió de la clase para ir al baño y término fumando con el conserje mientras los demás niños aprendían a sumar. El olor se había impregnado en su cabello, en sus uñas, en su aliento y pequeñas ráfagas de olor se desprendían de él cada vez que parpadeaba.
Pero fumar no era lo único que hacia. También era el mejor reparando autos, lo llamaban  dos y tres veces al día para arreglar desde viejas carcasas que la gente guarda  por cariño, hasta lujos autos que sólo les faltaba predecir el clima.
En uno de esos viajes se hallaba retirado, en algún lugar hacia una gran hacienda en medio de la nada, había fumado ya 12 cajetillas y la 13 estaba a la mitad. Se detuvo a un lado del camino para pedir indicaciones a un viejo que arreaba unas cabras.
-Buenos días- dijo el fumador en forma animada- ¿Cómo le va?
El anciano de las cabras lo miró con desconfianza, no es común ver extraños en esta zona del país.
-Me preguntaba si sabe donde esta la hacienda de la familia Vargas, la mas grande  del pueblo- continuo el fumador- la he estado buscando por casi tres horas pero creo que me he alejado demasiado del camino que me indicaron.
-Por aquí no vive ninguna familia con ese apellido- dijo el anciano con voz grave y seca- pero si busca una hacienda grande, es por allá.
El dedo larguirucho  del anciano le mostro un camino apenas perceptible entre los matorrales. El anciano partió con su rebaño de cabras y se adentro en el espeso monte. El fumador lo miro alejarse, desconcertado cuando se fijo que a una de las cabras le faltaba una pata, pero cuando levanto la cabeza para preguntarle al anciano si necesitaba ayuda con el animal sólo pudo ver al hombre hacerle un gesto obsceno con sus largos dedos.
El fumador continuó su camino entre la densa maleza a la espera de hallar una verja o un camino más amplio, pero no aprecia ninguno. Cuando la noche se acercaba escuchó ruidos de pisadas a su alrededor, y el indistinguible olor de un cerillo que se enciende en la humedad. El hombre destapo la 20 caja de cigarrillos mas inquieto que nunca. Varias veces estuvo a punto de echarse a correr cuando sentía que lo tomaban de la camisa o le tiraban el cabello.
Luego de 40 terroríficos minutos, escondido en un monto de barro fresco pudo ver la inconfundible huella de una pata de cabra; sólo una. Y el recuerdo del hombre con la cabra coja regreso a su mente, el anciano había estado jodiendolo.
Así en cuanto escucho  una risita apagada tras un árbol se abalanzo de inmediato dejando caer la cajetilla de cigarrillos número 23.
La noche cayó en la hacienda de la familia Vargas, quienes aun se preguntaban donde estaba el mecánico. Todos tenían prisa por arreglar el auto familiar y salir de allí desde que las personas empezaron a desaparecer y las historias de un demonio empezaron a circular.
A la mañana siguiente el patrón de la hacienda no aguantó más y con 15 de sus hombres mas valientes fueron a buscar al mecánico. Hacia el medio día, atraídos por un fuerte olor a cigarrillo, encontraron el cadáver de un hombre desnudo atado a un árbol, con los ojos vidriosos, cual animal disecado, la boca abierta en un grito eterno y mudo de dolor y pavor. Con todos los órganos a un lado y las heridas cerradas con lazo de ganadería.
Junto al cadáver se halló un cajetilla de cigarrillos y la huella de una única pata de cabra.