viernes, 31 de octubre de 2014

Día 270: Fiesta.


La noche de brujas había resultado todo un fiasco: un montón de niños con disfraces de personajes que ya no conocía, mujeres con disfraces picaros y delatadores que se ofendían al hacer una insinuación. Ejércitos de disfraces repetidos, lugares abarrotados, además de una pequeña tormenta que hizo que todo el mundo se regresara temprano a casa. James llevaba su máscara de plástico en la mano mientras las gotas delgadas como hilo continuaban cayendo desde el cielo oscuro. Se suponía que esta noche iba de a ver un grupo de amigos, pero todos ya tenían pareja, dejando a James sólo quien intentó probar suerte por su cuenta.

Giró en una esquina y vio un grupo de muchachos sentados en pórtico, riendo y compartiendo algunas cervezas; cuando pasó frente a ellos, el más grande que vestía una camisa roja a cuadros y unos jeans rotos le gritó:

-¡Hey amigo, ¿Qué te pasa, porque tan triste?! –Mientras levantaba su cerveza en dirección a James -¿La fiesta no resultó como esperabas?

No parecían estar burlándose de él –“Algo así, no pasó nada interesante” –Dijo James algo resignado.

-Bueno, quédate y bebe algo –Le dijo uno que estaba de camiseta negra, con una barba que se había recortado para que cubriera sólo el mentón mientras le ofrecía una cerveza cerrada –Las cosas aquí están por ponerse interesantes.

-Sólo tengo 16, se supone que aún no debo beber –James se frotaba la nuca, jamás había bebido cerveza y esos muchachos parecían tener entre 20 y 25 años. Aun así no quería quedar como un cobarde, y mucho menos en noche de brujas; así que miro a su alrededor: las calles seguían vacías. –pero podría intentarlo.

James se sentó en pórtico con ellos mientras bebía un poco, la cerveza le apreció muy amarga para su gusto, casi como orina de gato –un pensamiento extraño pues nunca había bebido orina de gato –Los jóvenes hablaban de películas de terror nuevas y la comparaban con clásicos, James rara vez intervenía pero a ellos no parecía molestarles. La lluvia menguó y algunas personas empezaron a salir de sus casas para no perder la noche entera.

-Hey chico –El muchacho al que todos llamaban Tony, quien tenía un arete en la nariz le empujo el hombro amistosamente –Allí vienen un grupo de personas, ponte la máscara y asústalos.

A James le apreció una buena idea, más cuando los otros tres jóvenes empezaron a asentir entusiasmados. James se puso cubrió su rostro con el trozo de el trozo de caucho y salió de entre los arbustos gritando y moviendo las manos de manera violenta. El grupo era de unas cinco chicas que saltaron hacía la mitad de la calle y se alejaron corriendo sin mirar atrás, la risa de los muchachos en el pórtico fue estruendosa y se le contagió rápidamente. James se quitó las mascara y se sentó de nuevo con ellos.

-¡Este chico tiene talento! –Carter, el que parecía ser el líder del grupo levantó su cerveza para brindar y todos lo siguieron –Les dije que lo interesante recién empezaba.

James repitió su truco otras veces y en cada ocasión las personas salían corriendo aterradas, muchos empujaban a sus acompañantes y los dejaban atrás, otros pocos tiraban sus cosas antes de alejarse corriendo a la mitad de la calle, incluso un chico mojó sus pantalones antes de salir despavorido hacia la esquina. Las risas se hacías más fuertes y estruendosas, algunas saltaban con lágrimas y en una ocasión Tony arrojó su botella de cerveza contra un costado del viejo edificio.

-Eso de verdad me alegro la noche chicos –James se quitó la máscara preocupado por la hora, hace mucho que debía estar en casa –Gracias por la bebida muchachos. Pero ya es hora de irme a casa, no quiero asustar a nadie allá.

-Hey ¿Te veremos el próximo año? – Carter levanto su cerveza a punta de acabarse como si fuera un brindis o una promesa. La pregunta era extraña, podrían verse cualquier otro día del año – ¿En el mismo lugar a la misma hora?

-Seguro –James asintió entusiasmado, nunca antes se había divertido tanto –Los veré el próximo año.

James recorrió el camino de regreso, girando en la esquina y desapareciendo de la vista de los jóvenes.

-Ven, se los dije –Carter terminó su cerveza de un trago antes de ponerse de pie, todos los demás hicieron lo mismo, ya nadie reía – Ese fantasma pasa por aquí cada año, se supone que es de un chico que iba para una fiesta pero desapareció antes de llegar.


-Casi que no logro contener mi miedo, sobre todo cuando gritaba con esa mascara puesta –Tony se puso pálido al recordar el cuadro –Estaba esperando que ese puñal que tenía en la espalda se le cayera en cualquier momento.  

jueves, 30 de octubre de 2014

Día 269: Haz.


Como mi padre era el encargado del departamento de Objetos perdidos y encontrados del metro, era común que llevara artilugios interesantes y curiosos: desde un reloj que corría en el sentido opuesto al de los demás, libros de hojas resecas y amarillentas, hasta una extraña chaqueta que parecía estar hecha con piel humana que se pudrió en una sola noche. Sin embargo, por lejos, lo más extraño que ha llevado mi padre a casa fue una caja de madera, similar a un pequeño cofre pero con varias palabras y símbolos tallados a lo largo y ancho de su superficie. Era obvio que la caja había pasado por tiempos mejores, ahora difícilmente se veían las palabras y los iconos que la adornaban; partes de la caja parecían estar pudriéndose mientras otras estaban oxidadas. Desprendía un extraño olor a flores secas y se escuchaba como si cientos de insectos se movieran en su interior.

El verdadero motivo por el cual trajo la caja a casa, es un misterio para mí –“No sé” –Me dijo levantado los hombros mientras cenábamos y llevaba una cucharada de puré de papa a su boca –“Sentí que tenía que traerla” –La caja paso olvidada algunos años, primero en el desván, luego en un armario donde poníamos las cosas de navidad, en la chochera debajo de un montón de periódicos viejos y finalmente en una repisa de mi cuarto en la universidad. Más que como adorno la tenía para sostener mis libros.

-¿Y nunca la has abierto?  -No esperaba que Martha mostrara interés en el objeto que me había acompañado durante tanto tiempo, me gire a verla: jugueteaba con la caja, pasándola rápidamente y examinando sus marcas gastadas por el tiempo -¿No te da curiosidad lo que hay adentro?

-Para ser sincera, creo que sólo tiene bichos adentro, a veces los oigo aletear –Martha era menuda, con el cabello rojizo cobre y enmarañado hasta los hombros, tenía un hoyuelo en la parte izquierda de su sonrisa y unas mejillas muy rosadas que me ponían nerviosa. He tenido muchas amigas, pero ninguna que me haga sentir así –Temo que si la abro termine con las manos llenas de arañas.

-Si hubieran insectos adentro se habrían muerto, o al menos los hubieras visto salir por algún agujero, pero la caja está intacta –Martha se acercó la caja al oído y la sacudió –Vieja pero intacta.

-No sé ehhh… la verdad creo que lo atractivo de la caja es que no sé lo que hay adentro –Le digo mientras levanto mis hombros y recupero la caja de entre sus dedos flacos y callosos por tocar la guitarra –Si supiera lo que haya adentro, entonces sería sólo una caja llena de porquerías.

Martha sonrió y dejo ver sus grandes dientes blancos, incluyendo ese diente picado que se rompió el verano pasado cuando le aposte a saltar la piscina desde el segundo piso. El hoyuelo también se dibujó y sus ojos parecieron brillar.

-Como sea, es tarde y mañana tengo examen temprano ¿Te veré para almorzar, cierto? –Martha se acerca para despedirse de mí y al darme el beso de las buenas noches me pongo algo nerviosa y termino besando la mitad derecha de sus labios. Sus mejillas se hacen aún más rosadas y el hoyuelo se hace más profundo; se nota que está feliz - ¿Me acompañaras a almorzar, cierto?

-Ah, claro, te guardaré un asiento en las mesas de atrás –Le digo mientras siento como mis manos se ponen sudorosas, pero más por miedo, es por ansias de que llegue el almuerzo –Suerte en tu examen.

Martha se despide desde la puerta y me deja a solas. Caigo de espaldas sobre la cama con un largo suspiro, mi mente se dispersa en millones de pensamientos: el almuerzo de mañana, la clase de cálculo, la asesoría con el director de las practicas, llevar el auto al mecánico, llamar a mi hermana por su cumpleaños el próximo martes, escribirle a la abuela para que sepa que sí recibí su abrigo y su pequeña cantidad de dinero que acostumbra a mandarme, la caja… ¡La caja!

Ahora me es imposible no pensar en su contenido, es cierto, nunca había visto nada salir de ella y el zumbido de los insectos no había desaparecido a pesar de los años. La examino de nuevo, tal y como lo hice el primer día que mi padre la llevara a casa: A medio oxidar y a medio podrir, con varias tallas en su superficie, pero ninguna legible, con su acostumbrado olor a flores y algo que noto ahora; la caja vibra levemente. El sistema de seguro que la mantiene cerrada es un broche de acero y cuero a medio diluirse, aprieto los costados de la cerradura y la correa de libera. El olor se hace más fuerte, ahora también huele a tierra húmeda y manzanas.

Abro la tapa que resuena con un chillido y un haz de luz escapa del centro de la caja; no es una línea recta, parece más un montón de humo fosforescente que se escapa por la ventana. Examino el interior pero no parece haber nada capaz de generar este fenómeno: la caja esta vacía excepto por el haz de luz. Tras unos cuantos segundos la luz desaparece y con ella los olores, el sonido y la vibración; para mi sorpresa todas las marcas en su superficie se han desvanecido y al interior de la tapa se puede leer una sola palabra escrita en letras mayúsculas: PANDORA. 

miércoles, 29 de octubre de 2014

Día 268: Atado.




El vieja ático de la señora Jones estaba lleno de polvo y arañas, algunos muebles ocultos bajo gruesas lonas descoloridas y pinturas que habían perdido su verdadero sentido tras varios años de humedad y luz solar que se colaba por una ventana empañada.
La señora Jones había muerto la semana pasada, había pasado los últimos años de su vida sola, renegando de los hombres después que su marido se fugara hace veinte años con la mujer que atendía un restaurante cercano. Por eso cuando un abogado contactó a German para infórmale que él sería el encargado de disponer de los bienes de la anciana, lo había tomado por sorpresa, siempre creyó que lo detestaba, especialmente después de intentar acostarse con su sobrina.
El ático destilaba un olor a moho y algo parecido al perfume de la vieja anciana que ahora estaba en una tumba en 50 kilómetros de distancia. German tardó todo el día en sacar las cajas llenas de vieja ropa llena de hongos, un sofá que parecía estar relleno de arena y algunos muebles rotos que sólo servían como basura. –“Tal vez este sea el castigo de la anciana” –Pensó con amargura –“Obligarme a botar toda la basura que acumulo en 20 años de soledad”.
El sol se ocultaba por los tejados de las casas lejanas mientras German sacaba el ultimo objeto: un viejo baúl de cuero, adentro se escuchaba el golpe de su contenido contra los lados del mueble. Pensando que tal vez la anciana olvidase algunas joyas u otro objeto de valor en ese lugar German abrió el baúl usando un destornillador que tenía en el bolsillo.
Al ver el contenido German cayó de espaldas y casi de inmediato bajo las escaleras de dos en dos, dejando la casa atrás, aun con la puerta abierta. Cuando la policía llego, un par de minutos después de una llamada llena de pánico, pudieron revisar el contenido del baúl: Era el esqueleto de una persona, atada con cadenas, lo mas aterrador del cuadro, era las marcas de arañazos que  habían en la tapa y paredes del cofre.

martes, 28 de octubre de 2014

Día 267: Bipedestación.



(Capacidad que tienen algunas formas de vida evolucionada, que les permite caminar en sus miembros traseros a diferencia de los cuadrúpedos)
“El perro del vecino duerme bajo un gran árbol, cuando lo veas llámame, eso quiere decir que estas cerca de mi casa y yo saldré a buscarte” Fernando recordaba las palabras de su tía mientras recorría la calle buscando una casa con un gran antejardín y un árbol, a dos cuadras de la parada del autobús. Nadie había podido salir a buscarlo: su tía estaba enferma, su tío estaba de viaje y su primo seguía en la universidad.
Solía pasar largos veranos jugando con su primo en el parque y en la piscina local; su tía lo había albergado como un hijo más y en varios sentidos Fernando era lo que era por la influencia de aquella adorable dama. Cuando se mudaron, una profunda tristeza embargó a Fernando y a pesar que solía llamarlos ya nada era lo mismo. Así que cuando su tía Rosa enfermó y nadie estuvo disponible para cuidar de ella, Fernando se ofreció con gusto.
Él esperaba verla de pie en la puerta, pero una ola de calor había generado un gran apagón, convirtiendo las calles en un extraño laberinto oscuro. Ella se escuchaba preocupada al no  poder salir a su encuentro, pero Fernando le repitió en varias ocasiones que llegaría sin que ella tuviera que levantarse de la cama, aun así ella insistió en esperarlo con una luz en la ventana.
Después de lo que pareció ser  una eternidad andando por la oscuridad la figura de un gran pino rasgó el cielo purpura desfigurando su raíces entre las sobras que proyectaban las casas. Tal y como su tía había dicho, un gran perro dormía bajo el árbol: se podía escuchar su respiración gruesa y profunda. El animal levantó su cabeza dejando sus ojos centelleando como pequeños luceros.
Fernando cruzó por la acera de enfrente, sorprendido por la gran magnitud del animal; un pequeño escalofrío lo recorrió al pensar que talvez el perro correría a morderlo confundiéndolo con un extraño. A pesar de su miedo, el animal se limitó a observarlo con curiosidad contagiosa, a tal punto que Fernando se detuvo frente al animal para poder hacer la llamada a su tía.
El teléfono sólo replico una vez y su tía contestó aliviada desde el otro lado de la línea, casi de manera inmediata, una luz tenue salió desde una ventana, en la casa de la esquina. Fernando preguntó si había sido ella y se dirigió a la casa. En una experiencia que nunca pudo determinar si fue sugestionada por el gran tamaño del animal o si en verdad pasó: Por el rabillo del ojo le pareció ver como el animal se ponía de pie en sus cuartos traseros e ingresaba a la casa tras el gran pino.

lunes, 27 de octubre de 2014

Día 266: Lobo.



El amanecer llegaba perezoso tras las colinas, evaporando las pequeñas gotas de rocío que reposaban sobre el césped. Pedro despertó de apoco, con un calambre en el vientre y la boca reseca; salió de su pequeña cabaña y observo su rebaño de ovejas, hizo un rápido conteo: 50 pequeños bultos que pastaban calmadamente y balaban para mantenerse juntas. 50, eso quería decir que habían desaparecido otras 3.
Era la segunda noche que algún animal las atacaba mientras Pedro dormía, tal y como lo sospechó un charco fresco de sangre y algunos trozos de hueso reposaban entre los árboles, cerca de su cabaña. Un ruido llamo su atención: algo se movía en los matorrales.
-¡El lobo! –Gritó Pedro desgarrando su pecho por lo fuerte de su quejido mientras salía a correr lejos del ruido -¡El lobo me ataca!
Un grupo de pescadores que pasaron cerca, camino al viejo estanque escucharon los gritos del muchacho, desenfundaron sus machetes y se fueron corriendo a auxiliarlo. Lo vieron correr era un muchacho alto y delgado, con la piel bronceada por estar todo el día al sol y un cabello negro que se encrespaba en toda direcciones dándole la apariencia de ser un  espeso matorral. Los hombre entraron a la arboleda pero no vieron más que un pequeño mapache que salió corriendo al verse perseguido.
-¡¿Eres estúpido o algo así?! –Gritó el que parecía ser el padre, empujándolo con fuerza hasta tirarlo al piso –Con eso no se juega, si no sabes distinguir un depredador de una alimaña no deberías ser pastor.
El hombre lo pateo mientras estaba en el suelo hasta que su compañero lo apartó alegando que llegarían tarde a pescar. Llegado el medio día, Pedro bajó al pueblo a comprar algunas provisiones, contaba con que su rebaño estuviera seguro con el sol en lo alto. Allí todos los ignoraban y cuchicheaban a sus espaldas “ese es el niño que grita <<lobo>>”
De regreso a su rebaño una figura se movía paralela a él, esperándolo a la salida del bosque, podía escuchar la respiración pesada y ver los ojos brillantes en medio de la oscuridad.
-¡El Lobo! –Pedro regresó corriendo al pueblo mientras sentía los ojos de la bestia a sus espaldas - ¡El Lobo!
Una gran multitud se reunió para cazar a la bestia, les atemorizaba lo cerca que estaba de centro urbano y de sus niños. Pero cuando llegaron con sus armas, sólo encontraron un viejo pájaro parado en una rama que crujía bajo su peso.
-¡Lárgate mequetrefe! –Gritaba el carnicero mientras le tiraba algunas rocas que llevaba con él –No vengas a sembrar el pánico en el pueblo. ¡Vuelve con tus ovejas!
-¡No podrías distinguir un lobo de una de tus ovejas! –Grito la pescadera mientras la multitud se reía a sus espaldas. Pedro llegó con su rebaño cuando el sol empezaba a ocultarse y el cielo se hacía tornasol. Seguía habiendo 50 ovejas, lo que le permitió respirar aliviado, se sentó un rato en medio de ellas, hasta quedarse dormido.
La luna llena se asomaba entre una cortina de nubes, haciendo que las ovejas aterradas en medio de la noche, corrieran en desorden mientras el cuerpo de Pedro cambiaba hasta tomar la forma de un gran lobo negro.

domingo, 26 de octubre de 2014

Día 265: Correr.



La multitud se abalanzó contra los gruesos muros del castillo, tratando en vano e prenderle fuego a la estructura. Un grupo de hombres intentaba derrumbar la puerta con un gran tronco que usaban como ariete; el resto de las personas arrojaban prendas en llamas o agitaban sus armas con sed de sangre. La presencia de los monstruos se había hecho insoportable: devoraban su ganado, destruían sus viviendas y aterrorizaban a sus hijos.
Desde la torre norte una figura observaba a la multitud enardecida que amenazaba con entrar a su guarida en cualquier momento. Félix observaba distraído al montón de mortales revolcándose en su miedo.
-Hermanos –Félix despertó de su trance y llamó sus compañeros –Aún es temprano, pero la cena ya está aquí. ¿No se les apetece algo?
Ricardo y Martha escucharon la sangre de los hombres agitarse al interior de las venas, en una mezcla de excitación y miedo.
La pareja hizo un gesto de asentimiento y siguiendo al joven Félix se abalanzaron contra la multitud tiñendo la tierra de carmesí: el pueblo no tuvo tiempo de correr ante el intempestivo ataque de los vampiros.