sábado, 26 de noviembre de 2011

La codicia


Ella era la encargada de todo, sus hermanos en un acto de cobardía y rebeldía se habían ido uno a uno para sumir a su padre en una profunda depresión, ahora  ella hacia el recuento de estrellas, el inventario de los animales y racionaba el agua y el aire de todo el lugar. 

Sus hermanos restantes se dedicaban a vagar, y a llorar la ausencia de su padre. Ella era la única que mantenía el negocio a flote, día y noche era lo único en la que pensaba: el negocio de su padre. Pero el jamás parecía notarlo, ya casi no hablaba y no se paseaba por el jardín como antes. Se quedaba en su cuarto, leyendo y releyendo una hoja de papel amarilla y resquebrajada.

El negocio iba mal, ya no producía como antes; los arboles se marchitaban con el mal humor de su padre y los ríos se secaban a medida que él lloraba. Y ella se angustiaba al ritmo que se secaba el  pasto y caían las montañas; debía revitalizar el negocio familiar.

Mientras su padre dormía, entró a su cuarto, con la sigila del viento del verano se acerco a su escritorio y tomo el pergamino arrugado y viejo que su padre guardaba con recelo. Lo llevo al jardín donde la luna grande y 178.594.379.201 estrellas iluminaban las letras negras y cursivas que vivían en el país de papel.

Su padre, con la velocidad de un relámpago y la furia de un terremoto le arranco el trozo de papel, rompiéndolo por la mitad. Ella se aferro al documento que aun tenia y se dio a la carrera; era demasiado importante y muy valioso para que su anciano y deprimido padre lo tuviera guardado; era ella quien debía ser su guardiana y corrió, corrió tan lejos y tan rápido que salió del jardín, de la vista vigilante y acosadora de su padre, del llanto de sus hermanos y de la opresión del negocio.

Cuando encontró a los otros, en mitad del desierto les enseño la mitad del papel que aún tenía y les leyó a todos en voz fuerte y orgullosa la primera línea del pergamino: “Para crear un nuevo jardín y todos su habitantes siga las siguientes instrucciones al pie de la letra…”


imagen tomada de  www.seresmitologicos.net

domingo, 20 de noviembre de 2011

La Gula


La soledad lo asolaba, mientras se llevaba la manzana a la boca pensaba en su hermanos, lo que se habían ido, lo que habían escapado y se sentía solo y triste; los añoraba, los extrañaba pero sobre todo extrañaba  la sonrisa en el rostro de su padre. Se termino la manzana y comenzó la quinta de la mañana.

Pensó un rato en su padre, en sus hermanos y en sí mismo, pero no hallaba ni preguntas no respuestas. Cuando termino la decimo cuarta manzana se puso de pie y empezó sus labores del día. Cuando sin darse cuenta encontró la pregunta que buscaba ¿Por qué mis hermanos se fueron sabiendo que harían infeliz a mi padre? Y halló la respuesta retozando en una roca junto al lago. Era la nueva mascota de su padre, el nuevo mono sin pelo lo que había hecho que sus hermanos se marcharan y si lo eliminaba sus hermanos regresarían. 

Espero tarde en la noche, después de comer otras cuantas manzanas se acerco al humano dormido, podía escucharlo respirar lentamente mientras el calor se colaba desde su cuerpo desnudo hacia el pasto. Fue entonces  que descubrió que no sabía cómo acabar con él. Rápido como el instinto atacó el hambre y lo supo.

Se lo comió mientras dormía, le arranco la cabeza de un mordisco y continuó durante toda la noche, saboreando su sangre cálida y el aroma de su piel liberada al viento. Dejó lo más importante para el final: el corazón que había lastimado a su padre y causado discordia entre sus hermanos. Estaba a punto de comerlo cuando su padre; con dolor y asco en su rostro se acerco de entre las sombras y lo arrojo sobre el muro que rodeaba el jardín.

Cayo lejos del otro lado, cerca a sus hermanos.

¿Por qué te ha echado?


No ha aceptado mi regalo- dijo mientras les mostraba el corazón que aun latía en la palma de su mano.

imagen tomada de coolvibe.com

lunes, 14 de noviembre de 2011

La Pereza


Su padre había dicho que debía suplir a sus hermanos, los que se habían marchado, los que él había echado y le susurro que era un gran honor, ya que él tenía la fuerza de muchos. Él lo tomo como un alago, era sin duda el favorito de su padre.

Pero conforme pasaban los días y se acumulaban las tareas se preguntaba si de verdad era el favorito de su padre y no su esclavo. El cansancio se acumulaba en sus hombros, y le hacía doler la cabeza y las piernas. Cuando se lo dijo a su padre este contestó con un toque de ira y un dejo desprecio en su voz: “trabaja más duro y más rápido para que puedas descansar”.

Y así lo hizo, trabajo día y noche, bajo la lluvia y bajo el sol, con hambre y con sed, son sueño y dolor pero jamás podía descansar, el trabajo seguía aumentando  y jamás podía descansar.

El cansancio se acumulaba en sus ojos y en sus brazos, le pesaba en el alma y le cansaba los pulmones, sentía que los ojos se le caerían del ostro en algún momento y que terminaría rompiéndose como un muñeco de cristal.

“Lleva esta roca y ponla al otro lado del jardín, para que no entren los extraños” le dijo su padre cuando el cansancio parecía acomodarse en cada fibra de su ser. “¿Puede esperara padre, esto muy cansado”. “No, no puede” dijo su padre tajantemente y con desprecio en su mirada. Empujaba la roca con su espalda, y a medida que me avanzaba se cansaba más y más. Le abandonaban las energías, el ánimo se desvanecía como neblina al sol y sus fuerzas se perdían a medida que pasaba el tiempo y sin más anticipo que un bostezo se durmió sobre la enorme roca.

Su padre lo despertó, cuando la luna y el sol se habían escondido ya dos veces y aunque la roca estaba a dos pasos de la entrada, su ira hizo parecer que la roca no se había movido un milímetro desde donde su padre la entregó. Lo tomo del cuello y lo sacó para luego terminar de empujar la roca dejándolo encerrado afuera. Y antes de volver a cerrar sus ojos de cansancio escucho a padre decir: “otro hijo me abandona” y a sus hermanos que se habían marchado decir: “otro hermano ha escapado”
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domingo, 6 de noviembre de 2011

La Ira


El rojo se apoderaba de él, se le calaba en los ojos y le deshacía la mente dentro de la cabeza, le hacía temblar las manos y doler el pecho. Se sentía molesto, molesto con su padre, molesto con la mujer que no lo amaba y molesto con el ser sin ombligo.
Él la amaba y deseaba hacerla feliz, si ella quería la dejaría entrar en él, si ella quería él desobedecería a su padre, si ella quería el los mataría a todos; pero ella no quería nada de él.
Un día sin más ruido que la caída de una hoja, su padre la echó y él estalló con el ruido de una montaña que se derrumba; ahora él los mataría a todos, aunque ella no quisiera. Atacó a su padre, con sed de sangre y hambre de ella y su padre no tuvo más opciones que echarlo junto con ella.
Ahora ella lo quiere a él, lo quiere matando, lo quiere dentro de ella, lo quiere porque desobedeció a su padre, ella lo quería porque ya no tenía al ser sin ombligo y yo sospecho que ellos se quieren porque son iguales: ambos odian a su padre.



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