lunes, 30 de junio de 2014

Día 150: Bazzinga.


Después de investigar un poco, esta palabra proviene del modismo ingles Zing que vendría siendo, literalmente: “reírse de alguien en su presencia tras hacerle una broma”

Los murmullos se esparcían por la sala como fuego sobre combustible. El joven pálido de cabellos largos  y enmarañados se mecía en su asiento de lado a lado con una sonrisa perturbada en la cara mientras la camisa de fuerza le daba un abrazo perpetuo. Los guardas evitaban mirar a la perturbada cara que se movía con insistencia en el asiento de la corte. Un anciano juez, con barba larga y ojos grises se sentó el atrio  mirando de lleno al joven que parecía jugar con una multitud indivisible.
-Este joven es traído por ser acusado de matar y violar a por lo menos 18 mujeres –Dijo el guarda principal.

-¿Y como saben que él es el culpable –Preguntó el juez –Parece difícil de creer que haya podido pasar desapercibido tras tantas muertes y dolor ,además no parece estar lo suficientemente centrado para realizar tales brutalidades.

-Estaba en todas las escenas del crimen, o al menos a dos manzanas a la redonda, según reportan varios testigos –tomó la palabra el fiscal.

-¿Estaba solo? Sería mas lógico si alguien lo ayudara a concentrarse –Preguntó el juez con un extraño brillo en los ojos. -Tal vez un amigo, o un familiar.

-Eso parece su señoría, no tiene familia conocida y hasta hace algunos meses solía merodear en soledad por todas las escenas del crimen.

-Joven –El juez levantó al voz- ¿Qué hacia usted con esas mujeres?

-Nada –El joven posó su perturbada mirada sobre el anciano, dejando entre ver un ápice de inocencia en medio de la oscuridad –Yo nada, pero mi amigo y yo bromeábamos.

-¿Qué amigo? –Preguntó el juez intrigado.

-No no no no-El joven negó con la cabeza de manera insistente –La broma aun no ha terminado, hay que seguir jugando.
Un silencio descendió sobre la sala, el juez se puso pálido como su barba mientras las mujeres del recinto se abrazaban a sus familiares y amigos.

-¡¿Que quiere decir con que la broma no ha terminado?! Maldito fenómeno–Le grito el guarda mas cercano. Pero el joven se limitó a reír y a mecer su cabeza mentiras exclamaba para todo el recinto:


“Bazzinga” 

Día 149: Miel.


El bosque era una gran boca que se cerraba a medida que caía la noche, los arboles proyectaban su sombra como queriendo acariciar el horizonte. Aurora se movía ágilmente entre la maleza, evitando  pisar ramitas caídas y hojas secas, llevaba su mochila y una navaja oculta en el pantalón.

El desabastecimiento que azotaba el pueblo había hecho de la comida básica todo un lujo; y aún más aderezos y manjares como la sal, el azúcar  y los condimentos. Se acercaba el cumpleaños de su hermana pequeña y Aurora quiera darle algo nuevo, mágico y único: Miel. Por eso había entrado al bosque, se corría el rumor que un viejo árbol junto al cementerio, ostentaba entre sus ramas un panal que producía las mas deliciosa miel jamás probada por una boca humana.

Aurora saltó el gran muro lleno de musgo y escucho unos segundos, pero nada parecía moverse, incluso el  viento se había apagado, ausentándose del lugar. Aurora corrió entre las lapidas viejas y borrosas hasta dar con el árbol en el centro del terreno. Su tronco era grueso como auto y bajo, tenia abundantes ramas que se enmarañaban al subir, anudándose en un abrazo siniestro que difuminaba el cuerpo de cada rama, convirtiéndoles en siameses.

Oculto entre unas ramas bajas había un gran panal reluciente, que parecía brillar    más con luz propia que reflejando los escasos rayos de sol que le llegaban. Aurora se acercó al panal y lo apuñaló, abriendo una herida en su base; de su mochila sacó un recipiente de cristal para recolectar la fina miel que goteaba de la llaga del panal.

En ese momento notó algo extraño: no había zumbido de abejas, ni flores en la cercanía de la cual se pudiera extraer el néctar; un sonido llamó su atención, el panal se agitaba de manera rítmica, era como un palpitar.

Un sudor frio le cayó por la espalda, el condenado panal estaba latiendo sobre su cabeza. Aurora miraba con recelo a su alrededor, ¿si el panal estaba al alcance de todos, porque nadie había venido por miel a pesar de la fama que esta tenia? Escucho como algo caía al interior del frasco, un solido que rompia la capa de miel y se hundía hasta el fondo; cuando lo observó detenidamente el pánico estalló en ella como una bomba, haciéndole soltar el frasco y salir disparada de regreso al pueblo.


Atrás, junto al árbol quedaba un frasco transparente lleno hasta la mitad con miel y con un ojo humano flotando en borde. 

Día 148: Oasis.


La tierra reseca y muerta estaba ocultaba bajo capas y capas de aire denso y caliente, estoy seguro que ese aire es la arena que ha estado entrando en mis pulmones, enlodándolos desde hace ya tres días. Tenia la cabeza tan caliente que mi recuerdos parecían derretidos, sólo quedaba imágenes borrosas sin diálogos ni contexto.

Casi podía jurar que tenia un auto averiado en algún lugar entre las dunas y que seguía un mapa arrancado de mis manos por el viento. El sol me secaba los ojos y mi cuerpo parecía decidir que continuar sudando o humedecerlos. Sentía las rodillas llenas de agujas, hace mucho que no orino (no es como si tuviera ganas) y tengo la sensación de que mi boca esta llena de arena; mi campo visual se ah reducido a un punto fijo bien definido mientras todo lo demás se reduce a luces borrosas y difuminadas. Una fuerza invisible e impalpable me impulsa hacia adelante; tardo un rato en darme cuenta  que es el olor a agua fresca.

Esta idea impulsa la sangre espesa por mi venas, la idea de agua y sombra era embriagante y casi me conducía al júbilo. Imaginaba remojar mi cabello, humedecer mis labios, meterme hasta la cintura y sentarme un rato en el agua fresca; y obviamente beberla. Mi garganta reseca demostraba sus ansias ante esta expectativa con dolor punzante, como si me estuviera tragando una cuchilla de afeitar.

Pronto apareció en el horizonte la figura de una palmera sobre una colina, podía imaginar el agua cristalina evaporándose hacia el cielo, el olor a humedad llenaba el aire seco y en un ultimo ataque de jubilo me lancé corriendo hacia la palmera. Mi corazón palpitaba fuerte en el pecho, como si también tuviera arena en mis venas; podía imaginar a mi corazón impulsando una mezcla similar al lodo casi seco.

A medida que avanzaba hacia al palmera, esta se iba alejando, podía visualizarla sacando sus raíces (¿las palmeras tienen raíces? -¡Claro que tienen! ¿Si no, como se estaría alejando de mi?-Suena lógico) de debajo de la arena y reptando como una estrella de mar: arrastrando su cuerpo a través del océano de arena y alejado el agua en su camino.

Así que corro mas rápido, tragando arena que vuela por el aire y haciendo que el corazón se me suba hasta la cabeza; los ojos se me llenan de manchas rojas que no me dejan ver, la nariz se me llena de sangre y me siento tan seco como la arena a mi alrededor. Subir la duna fue aun mas difícil, sentía los pies atados a bloques de concreto, además la arena se movía bajo mis intentos de escalar: mas que subir, yo estaba quitando la arenilla y reduciendo el montículo. Estuve en ese proceso lo que parecieron ser mil años.

La noche cayó sobre mi, pero lejos de ser una manta de frescura, la tierra parecía emanar aun mas calor y sin la luz del sol ya no podía ver donde estaba la palmera; pero continúe buscando guiado por el olor de la vida y el sonido del agua meciéndose en el pequeño oasis. Un sueño pesado me ataca y tengo la certeza que no podré despertar de él, puedo sentir mis pulmones casi llenos de la arena ensangrentada que me he tragado por todo el desierto. Caigo hacia delante mientras un  suave viento hace que la duna camine y oculte mi cuerpo, ya casi sin vida en una tumba reseca y movediza.


Mientras mi cuerpo se apaga y se rellena de desierto, la brisa sopla más fuerte, haciendo que unas cuantas gotas de agua salpiquen mis dedos resecos. 

sábado, 28 de junio de 2014

Día 147: Yo.

Creo que yo he sido la persona más complicada y desesperante que alguna vez he conocido, mas impuntual de lo que me gustaría aceptar, por algún motivo desconocido para mí, siempre estoy pensando en otras cosas y como si fuera poco, creo que ni yo me caigo bien.

Cuando estoy haciendo bien las cosas, vengo y aparezco yo para arruinarlo, de la nada y de manera natural siempre encuentro la manera de sabotearme. Yo soy de esas personas cuya vida puede resumirse en “al principio parecía una buena idea” y luego se ve atrapada en situaciones en las cuales no tiene ni las mínima idea de como llego a ellas.

Ser yo me ha privado de muchas cosas, de muchas amistades, y de muchas aventuras; siempre estoy dispuesta a salir e intentar algo, pero emerjo de la nada para quedarme en silencio y observar el paisaje. Sin embargo no todo es malo, yo también me he propuesto metas, logros y retos que supero en mi compañía.

A veces, yo también soy mi mejor compañía, con verdades como puños que nadie mas quiere decirme y con palabras de aliento que me impulsan día a día. Yo tengo un humor cambiante, un gusto desmesurado por el café, la manía de leer y releer viejos libros varias veces aunque ya conozca el final. Me gusta despertar temprano, dormir poco y no ir al medico. A veces yo también me contradigo, y me pasó días en peleas y soliloquios inútiles tratando de convencerme de mentiras, pero al final termino siendo testigo de muchas verdades.

Todos estos años viviendo conmigo me han dejado cicatrices, historias para contar y aprendizajes que compartir. Y no puedo evitar hacerme la pregunta ¿Qué es lo que me impulsa a seguir viviendo conmigo? Yo, que soy mi propio veneno, mi propio asesino y principal critico.


Creo que después de toda sigo aferrada a mi, por que no hay de otra, porque  en estos momentos soy prófuga de mi misma, con un abismo entre quien soy y quien pude ser. Sigo aquí, encarnada en mi existencia porque a pesar de todos los defectos y peleas, creo que he cometido un error: he llegado a tomarme cariño 

Día 146: Espejo

“Cada vez que traigas un espejo a casa, debes ponerle nombre, así el espejo podrá protegerte” Esas fueron las palabras de su padre el día en el que Cesar cruzo la gran puerta de la casa para reposar en la pared del recibidor.

Cesar era un espejo de 2 metros por dos y medio, con adornos de llamas en los bordes y los bordes afilados como navajas. El espejo sin marco parecía diluirse en la pared, como si fuera alguna extraña protuberancia sobrenatural que emergía del muro de ladrillo. Durante años, Ramiro temió al espejo: ese gran ojo vigilante, silencio y por el cual el tiempo no parecía pasar.

Sintió un gran alivio cuando se fue de casa, alejándose de la mirada escrupulosa y atenta de Cesar, pero ahora su padre había muerto y lo único que le había dejado, según su testamento, era Cesar; seguido por la petición: Cuídense bien.

En la casa de soltero de Ramiro, sólo había un lugar para poner semejante mueble: en la sala, justo al fondo, de manera que Cesar pudiera penetrar con su mirada toda la sala, el comedor, el balcón y la cocina, nuevamente Ramiro era rehén del ojo que todo lo ve. Al principio lo cubría con una manta gruesa, pero el condenado espejo se las arreglaba para dejarla caer y observar la totalidad del lugar.

En muchas ocasiones Ramiro se asustó al entrar a la casa y verse reflejado en el espejo: parecía que una persona estaba en su casa y al darle la espalda se sentía menos cómodo, la omnipresencia y aparente omnisapiensia de Cesar era intimidante, pero al ser un regalo de su padre y con tan explicita petición, Ramiro se negaba a deshacerse del dichoso espejo. Además no podía evitar se sensación de ser visto, aun desde su cuarto, especialmente en medio de la noche cuando una leve y superficial respiración se hacia presente.

Una  noche muy fría en particular, la lluvia caía con fuerza, mas que caer, parecía ser lanzada desde el cielo por algún ser tratando de aplastar a los seres diminutos que pueblan la tierra, un corto de energía sumergió a la ciudad en penumbra densa y viscosa. Ramiro estaba sentado en la sala, leyendo un poco antes de dormir cuando fue sorprendido por la oscuridad. El sonido de la lluvia inundó el espacio percibido y el frio se hizo mas intenso; una sensación repentina le llenaba el pecho: había alguien sentado junto a él.

Un relámpago generó una onda de luz que desvaneció todas las sombras del apartamento, durante un segundo todo fue luminiscencia, todo excepto la forma de una figura humanoide sentada en sofá, justo a su lado. Un escalofrió tan rápido como el relámpago y el inconfundible ruido de una respiración se hizo presente en la sala. Ramiro recordó que su madre le decía que en una tormenta hay que tapar los espejos porque atraían los rayos. Así que tomo la manta que había a su lado y se levantó temblando.

La respiración se incrementó al punto que la sentía junto a su oreja, moviendo algunos mechones de cabello mientras el aire tibio le golpeaba la nuca, Ramiro sintió que iba a entrar en pánico en cualquier momento y cual niño, creyó que escondiéndose bajo la manta estaría a salvo. Pero su temor lo hacia ir lento, tembloroso y descoordinado; así que lejos de cubrirse con la manta la pisó al mismo tiempo que intentaba avanzar, tropezando y perdiendo el equilibrio.

¿Qué había delante de él? “¡La mesa!” pensó alarmado. Cuando no cayó contra ella se dio cuenta que alguien lo sujetaba por el brazo con fuerza y tiraba de él hasta arrojarlo en el sofá. La tormenta menguó en un momento, como si no pudiera sostener tanta energía por más tiempo. El sonido de unos pasos recorrieron la sala y se perdieron en las sobras.


La electricidad regresó y Ramiro se vio sólo en la habitación con la manta en la mano. Pero esta vez había lago diferente, Cesar tenía una esquina empañada y cuando Ramiro fue a revisar, se dio cuenta que en medio de la empañadura había una frase escrita: “Cuídense bien”. Esa noche al ir a dormir, con la tormenta aun azotando los techos y las calles, una respiración pesada y profunda presenciaba el sueño de Ramiro.

miércoles, 25 de junio de 2014

Día 145: Cronocracia.


Para ser sincera, esta no es una palabra real, pero ha despertado mi imaginación, así que la definiremos como “El aplastante poder del Tiempo”

Havin había viajado toda la noche por el desierto, en retrospectiva caminar no había sudo una buena idea, pero si deseaba encontrar al anciano debía ser meticulosa y buscar en cada grano de cada duna. “Maldita sea” pensó para si.

La luna llena se asomaba cerca al horizonte, como si una colina la estuviera pariendo, iluminaba el desierto como un pálido sol: el juego de negro y plateado se proyectaban en todas las caras de las dunas cada grano de arena estaba iluminado, al menos parcialmente facilitando el trabajo de Havin. El tiempo pasaba y ella comenzaba a desesperarse:

-¡Sal ya maldito cobarde! –Le grito al desierto silencioso mientras pateaba un montón de arena, un viento frio le revolcó el cabello largo y la cubrió de arena hasta las rodillas -¡Ya te escuche, llevas hablando por horas pero no dices nada útil!

La luna siguió silenciosa en el cielo, inmóvil. ¡Inmóvil! La luna no había viajado en toda la noche, seguía posando sobre la misma colina. Havin entorno los ojos: había una figura sentada en la cima; empezó a correr en esa dirección mientras el viento la impulsaba y limpiaba la arena a su paso. Subió con dificultad y allí, a sombra de una palmera que se marchitaba y nacía cíclicamente estaba sentado un joven.

-No eres un sujeto fácil de encontrar –Dijo Havin, tratando de recuperar el aliento.
-No suelen venir a buscarme –Respondió el hombre que había empezado a envejecer – Además, estabas tan entretenida en tu berriche que no quise interrumpirte.
-Necesito tu ayuda, todos necesitamos tu ayuda –Havin empezaba a molestarse: él sabia que ella lo estaba buscando y aun así decidió ignorarla. –Zilion hizo…
-Lo sé, un fragmento del universo ha empezado a apagarse, le quedan 56 horas antes de colapsar –El hombre se hizo decrepito, lucia tan viejo y reseco  como la arena en la que estaba sentado –Deberían darse prisa y hacer algo en lugar de venir a  acusar a su hermano.
-Vengo por tiempo, no sabes donde está y… -Havin se dio cuenta que no le estaba prestando atención.
-No les voy a dar un solo segundo más: arreglen esto ente ustedes –el hombre había vuelto a rejuvenecer, ahora era sólo un adolescente de voz chillona.
-Pero…-Havin se cansó, no había cruzado todo el desierto para esto. Así que cansada sacó de su bolsillo lo que parecía ser una daga, pero al tomarla del mango y estirar el brazo con fuerza, una lanza emergió –No aceptare esa respuesta.
-¿De verdad quieres pelear? –El hombre nuevamente había madurado: algunas canas plateadas relucían en sus sienes –Como quieras.
El hombre metió su mano en la duna y con repentino movimiento se abalanzó sobre Havin, desenterrando un gran mazo que parecía ser de oro. Ella sólo pudo hacerse a un lado mientras el montículo desaparecía por la fuerza del golpe. Era obvio que ella no era rival para su padre.
-Esta es mi otra respuesta, tu decides con cual quieres quedarte –El hombre recostó el mazo sobre su hombro –Ya me cansé de sus juegos, como si cada tanto tuvieran el derecho de decidir quien de ustedes va a morir y se entregan a una cacería donde luego yo tengo que cargar con los muerto. Bueno, si se sienten en ese derecho, decidan ustedes, pero si en 56 horas no ha regresado la energía a ese fragmento del universo –El hombre, ahora anciano y reseco de nuevo, señaló un pinto opaco en el cielo –Voy a buscarlos, y al primero que encuentre, terminará bajo el mazo.
El hombre se reseco al punto que se esparció con una corriente de arena, permitiéndole a la luna avanzar por el firmamento y cubrir el fragmento de cielo oscurecido.
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-¿Y bien?  -Preguntó Tsai cuando Havin regreso del desierto -¿Encontraste a Padre?
-Sí –Dijo ella, visiblemente cansada.
-¿Qué dijo? –Preguntó inquieto.

-Que nos las arreglemos nosotros, que tenemos… -Miró su reloj- 52 horas para regresar la energía faltante o usará la Cronocracia con alguno de nosotros.

martes, 24 de junio de 2014

Día 144: Criatura.


El auto empezó a emitir gritos de agonía, como una tos húmeda que atravesaba el campo. Viernes oprimía con fuerza el acelerador en un desesperado intento de continuar en movimiento, pero el auto falló y con prolongado susurro se apagó en medio de la noche.

Viernes continuo accionado la llave y oprimiendo los pedales sin ningún resultado; salió del auto a al tormenta, una lluvia delgada y constante bañaba el bosque y sus al redores. Encendió un cigarrillo para tratar de calmarse, pero la lluvia no le permitió tomar siquiera el primer bocado de humo. “Perfecto” pensó para si. Abrió el motor del auto, pero todo estaba lleno grasa y suciedad; además no tenia ni la mas mínima idea que debía buscar.

Tomó su celular ¿A quien iba a llamar? Estaba demasiado lejos de casa para que alguien fuera por él, no era una emergencia así que la policía no era una opción. “¡Un momento!” la epifanía vino a él “La vieja gasolinera, ese idiota me dio una tarjeta” Salto de regreso al auto, allí, tirado en el piso mugriento del auto estaba el trozo de papel que iba a sacarlo de ese lugar.

Una gran paz invadió su cuerpo cuando el teléfono al otro lado del celular empezó a replicar y la voz de un joven respondió al otro lado. Después de dar las indicaciones y hacer un cometario sobre una jugosa propina, el encargado le aseguró que una grúa iba a su encuentro.

Viernes salió de nuevo del auto, estaba entumecido por el frio y no quería estar bajo la lluvia; pero tenía muchas ganas de fumar y si Melissa olía aunque fuera un poco a cigarrillo en el auto…Bueno, prefería estar bajo la lluvia que enfrentar esa furia. Un sonido que se había estado camuflando bajo el golpeteo del  agua contra el pavimento salió a la luz: alguien estaba llorando al interior del bosque.

Viernes guardó su caja de cigarrillos y gritó al monte “¿Hay alguien allí?” pero el llanto continuaba. Viernes se adentro entre los arboles, vigilando su auto cada tanto; el llanto se hizo mas intenso y mas inhumano, un terror frio le recorrió el estomago; sin embargo la curiosidad lo impulso a continuar.

En medio de un pequeño claro, había un criatura casi humana, acuclillada con una cola larga y peluda enroscada alrededor de sus patas, mientras en sus garras sostenía un trozo de carne que parecía hacerse arrancado a si mismo del pecho. La criatura lloraba afligida, ofreciéndole al bosque su dolor y su sangre a la tierra.

Viernes retrocedió lentamente, estaba aterrado; se llevo las manos a la boca mientras intentaba retirarse sin ser visto, pero tropezó con el follaje espejo y calló sentado a la tierra. La criatura se percató de su presencia y levantándose torpemente se dirigió hacia él. Viernes intentó arrastrarse lejos de manera desesperada, pero esa cosa era más rápida: lo atrapo por una pierna y lo haló hacia su cuerpo deforme. Parecía un perro que hubiera sido arrollado por los autos, era grande y olía pelo mojado y lodo podrido.

Le olfateo el rostro, mientras emanaba un aliento cálido que olía a sangre seca; tras unos segundos que parecieron contener cien años, la criatura levanto su garra y le hizo un corte profundo en brazo; luego introdujo la garra en su pecho hueco y ungió  en la herida recién abierta una sustancia ardiente y pegajosa.

La criatura se levantó de repente y lanzó un grito desgarrador que se extendió por el monte. Viernes se lanzó a correr por entre los arboles hacia la carretera, sentía que las sienes le iba a estallar y que el pecho se le llenaba del agua de lluvia. Las luces de un auto lo hicieron detenerse: era la grúa.

-Oiga, ¿Qué le pasa? –Dijo un hombre tras el volante del auto -¿Esta bien?
-¿Qué? –Viernes se vio reflejado en el parabrisas del auto: estaba todo empapado, pálido y sucio; cuando volvió la mirada al bosque se dio cuenta que no lo estaba persiguiendo. Nadie iba a creerle, tal vez lo tomarían por un loco peligroso –Sí, estoy bien, sólo me caí en el monte buscando ayuda.
-Bueno, súbase mientras engancho el carro, no sea que se enferme –Dijo el conductor.


Viernes subió a su auto, sentía como la fiebre se desenvolvía, como una espiral desde su brazo ¡Su brazo, esa era la prueba que algo había pasado! Pero cuando recogió su manga, no había nada, la piel estaba intacta. La grúa arrancó y arrastró el automóvil de Viernes por la carretera húmeda, mientras unas gotas más fuertes y pesadas caían sobre el parabrisas. Su fiebre aumentaba, introduciéndolo en un sopor denso y borroso, a medida que avanzaban y la tormenta arreciaba Viernes pudo ver por el retrovisor del auto, como una criatura que aprecia ser un perro atropellado salía del bosque y atravesaba la carretera para entrar en la montaña.

lunes, 23 de junio de 2014

Día 143: Ausencia.



Que me arranquen el olvido y me encierren en el ayer;
Que no quede huella de mi nombre ni mi ser
Que en este pecho, ya maltrecho
Y ya desecho, no quede huella de ese hecho.

Que la huella de tu ausencia, 
No carcoma mi presencia
Que lo que ayer fue
Y ya no pueda volver a ser.
Me abandone en un instante
Y me deje reposar como antes.

Que no quede huella de mi
De lo que seré o de lo que fui
Que al fin al cabo yo viví por ti
Y cuando te fuiste, no quedo ser ni para mi.

Día 142: Muñeca.

La parte del cuerpo, no el objeto.
El viento ingresaba por la ventaba en la cálida noche de verano; los mosquitos zumbaban al rededor, esperando su turno para alimentarse. Un tajo de luna estaba suspendida sobre la casa alargando las sombras del jardín y dándole y un tono sombrío a la calle.
Marcela estaba inmóvil, sólo una respiración ocasional y un gemido ahogado daban testimonio de la vida que envolvían. El hombre estaba sobre ella olfateando a través de la delgada piel de su cuello el punto exacto donde la sangre casi rosaba el aire.

El hombre recorrió el hombro a pocos centímetros olfateando el aire cálido que emanaba el cuerpo se deslizo por el delgado y brazo hasta la muñeca; y haciéndole agua la boca reseca; el vampiro prosiguió a sacar a la sangre tan lenta y continuamente como podía.