martes, 30 de septiembre de 2014

Día 240: Futbol


La ola se movía a lo largo y ancho del estadio: las personas parecían gotas exaltadas y gritonas. Un solo palpitar se extendía por las graderías mientras los saltos rítmicos producían una zozobra tanto en la estructura como en las entrañas de los participantes.
Los cantos eran recitados por voces agudas y gruesas, extranjeras y locales, jóvenes y viejas. Por hombres, mujeres, niños, hinchas, acompañantes; susurradas por jugadores que esperaban en el camerino y por entrenadores que fumaban compulsivamente en las oficinas antes de salir al campo.

Un silencio cósmico abriga el estadio que mira impaciente la aparición de los ídolos, que al tocar la luz con sus cuerpos, hacen que produzca un estallido de júbilo. 

Día 239: Placa.


En medio de la estrechura y la oscuridad, estaba acurrucada  en una orilla; había un pulso tibio y húmedo que la acariciaba, evitaba  moverse pues esta constante caricia le traía sosiego y paz a duro interior. Los años pasaron y aunque el constante flujo de calor y humedad la arrullaba; la idea de que había mas allá de esa esquina empezó a inquietarle: las sorpresas que esperaban después de la curva siguiendo el flujo.
Un día, con el flujo particularmente denso, se estiró un poco dejándose elevar por la corriente: recorrió un largo y sinuoso laberinto que se ensanchaba y se estrechaba en otras secciones; el flujo también cambiaba: se hacía lento y denso en algunos sectores mientras en otros lugares era liviano y turbulento. Pronto encontró un orificio que no pudo atravesar: el flujo a su alrededor rebosó el contenedor inundando todo a su al redor: la muerte fue inevitable. La placa de grasa había ocluido el flujo de sangre hacía de cerebro de manera catastrófica.

Fue el acta de defunción la única testigo de ese viaje: “Causa de muerte: Tromboembolismo”

lunes, 29 de septiembre de 2014

Día 238: Cita.


Se puso el traje, la corbata y brillo los zapatos hasta que parecieron dos focos que rasgaban la noche. Usó los gemelos de zafiro y utilizó esa vieja colonia que le dio su padre.
Caminó calle abajo, tarareando una vieja canción que su madre solía cantar para él antes de dormir; compró un ramo de margaritas en la tienda de esquina, una botella de vino y un trozo de queso fino. Llevaba mucho tiempo esperando esa cita; en cuanto la luz del sol se ocultó tras el viejo caserío trepó por la vieja cornisa: Nada mas romántico que aparecer repentinamente.
Recorrió la oscuridad fría, dio un par de giros hasta dar con su amada: la tierra aun estaba fresca y el ramo de rosas ya empezaba a marchitarse. Se deshizo de ellas y las cambio por las margaritas; se sentó junto a la lapida y abrió la botella de vino. Mientras se consumía, su mente era invadida por recuerdos de veranos dorados; noches donde la bruma flotaba pacíficamente y las cigarras hacían orquestas en el jardín trasero.

Gruesas lagrimas rodaban por su rostro, caían por el traje de corte italiano y terminaban humedeciendo la tierra fresca de la tumba. 

sábado, 27 de septiembre de 2014

Día 237: Paralelo.


“Te va a encantar, dicen que es lo mejor; es muy curioso y divertido” o al menos así lo describían en la agencia de viaje. Para el año 2156 no habían muchos lugares a los cuales ir de vacaciones: los transportes se habían vuelto tan rápidos y eficientes que prácticamente todo el planeta estaba a la vuelta de la esquina; y todo en un rango de 12 años luz era fácilmente alcanzable en un fin de semana. Sin embargo, este año se había abierto el así llamado “Turismo Paralelo”; la posibilidad de ir a otros mundos y experimentar otras vidas se había vuelto sumamente popular pero costoso.
Jean, amante de lo nuevo y lo curioso decidió probarlo, tras un par de préstamos y ahorros el viaje estuvo a su alcance. Pero armado con una maleta de mano y al interior del gran tubo de cristal, muchas dudas empezaron a asaltarlo: no había conocido a alguien que hubiera hecho este viaje antes y eso lo tenía algo nervioso. Serían sólo siete días y seis noches antes de volver con experiencias maravillosas que levantarían la envidia de sus compañeros en la central eléctrica de la Luna (la tercera más grande en el sistema solar). Un ingeniero de lentos gruesos manipulaba botones y medidores mientras alarmas pitaban y silbaban desde todos lados en la habitación. El sol salía por el horizonte mientras las personas de la agencia de viaje se despedían con la mano; el ingeniero hizo un gesto y un olor metálico seguido  de un fuerte chispado y un pitido agudo inundaron sus sentidos.
Sus ojos tardaron unos segundos en adecuarse a la nueva luz: parecía un atardecer en una oficina parecida a la que había dejado atrás. Un hombre gordo que empezaba a quedarse calvo lo observó desde un escritorio.
-Otro que llega, ni idea que vamos a hacer –Murmuró el sujeto antes de ponerse de pie trabajosamente para acercarse mientras le tendía la mano.
-¿Usted es el comité de bienvenida? –Preguntó Jean sintiéndose mareado mientras salía del cilindro de cristal.
-No, sólo soy policía –El hombre bebió un sorbo de una taza que parecía contener una bebida tibia ya que había un ligero vapor emergiendo de esta. -¿Quiere un poco de café?
Jean negó con la cabeza, la sensación de mareo se acrecentó, así que se sentó en la silla más próxima. El viaje no había sido tan tranquilo como creyó que sería.
-¿Podría indicarme donde queda mi hotel? –Le preguntó al hombre que se había concentrado en algunos papeles.
-¿Hotel? –La cara del hombre se dibujo en un gesto de desconcierto. –No sé de que habla.
-Sí, la agencia de viajes me dijo que alguien me guiaría al llegar –Un extraño temor empezó a surgirle desde atrás de la garganta y la sensación de mareo se hizo mas intensa. En ese momento un hombre alto y delgado con una cicatriz en su mejilla entró en la habitación bebiendo otra taza del líquido caliente.
-Déjeme adivinar: acaba de salir del tubo y quiere saber donde esta su hotel –Dijo mientras se sentaba junto al hombre gordo. Jean asintió con la cabeza –Usted es otro de esos turistas “Paralelos” ¿cierto?
Jean asintió de nuevo mientras el miedo se acrecentaba.
-Bueno, le diré lo mismo que le dije a todo los otros: En nuestro universo paralelo no existen los viajes interdimensionales, estamos trabajando en una manera de ponernos en contacto con su universo para que deje de enviarlos aquí por que no hay manera que nosotros podamos hacerlos regresar –El discurso se veía claramente monótono y repetitivo: Jean no era la primera persona a la que le decían eso.
-¡¿Entonces que debo hacer?! –Un vacío en la pelvis y la sensación de tener la cabeza llena de piedras se apoderó de él mientras una oleada de pánico le hacía temblar las manos.
Los hombres se miraron y levantaron sus hombros en un gesto de despreocupación. El hombre regordete siguió bebiendo y revisando papeles mientras el hombre alto de la cicatriz se cruzaba de piernas.

-Disfrute sus vacaciones –Dijo con sarcasmo –Nosotros le llamaremos cuando podamos hacerlo volver.  

viernes, 26 de septiembre de 2014

Día 236: Piedrecillas.


La noche que el Monseñor Adrián llegó a la casa del finado Gonzales, una multitud ya se había reunido en el lugar. Siempre había escuchado que la gente del campo era muy unida, pero había más de 20 personas entre hombres, mujeres y niños que esperaban con curiosidad afuera de la habitación.
El hombre rígido y pálido sobre la cama tenía moretones en los hombres y negras las puntas de los dedos; la razón por la que Monseñor había llegado era porque Rigoberto Gonzales había fallecido hacía ya tres días, pero no habían podido levantarlo de su lecho; era como si a medida que mas hombres intentaran despegarlo, mas pesado se ponía. La viuda observaba angustiaba desde el otro lado de la habitación, mientras abrazaba a un niña pequeña de cabello negro, trenzado tras las orejas.
Monseñor pidió a los asistentes que intentaran levantar el cuerpo, pero efectivamente, el hombre de a penas 1,65 y que aparentaba escasos 60 kilos estaba adherido al colchón. El joven religioso observo detenidamente y pudo ver la manta enredada entre la piel del occiso, como si de apoco se lo tragara y se aferrara a él como una segunda membrana. Una idea empezaba a formarse en su cabeza.
-¿Había algo extraño con él? ¿Algo que nadie más pudiera hacer? –Preguntó el religioso a los presentes. Hubo algunos susurros, unas miradas furtivas que se encontraban entre la multitud y algunas personas tragaban de manera audible.
-Bueno, era muy fuerte: Podía desgranar maíz con un solo dedo, además movía toros y caballos con sólo una mano; aunque estos estuvieran luchando contra él. –Dijo un hombre al fondo.
-Sacudía arboles hasta arrancarlos de la tierra –La voz de la viuda irrumpiendo en la conversación actuó como catalizador en el gentío allí reunido.
-¡Todas las frutas que recogía estaban siempre maduras! –Gritó un anciano en un asiento.
-Nunca se enfermaba de nada –Dijo un niño mientras se abrazaba a la pierna de su padre.
-Podía bajar varios costales de maíz al pueblo sin sudar –Dijo el carnicero con gesto pensativo.
-Y parecía no tener fondo, casi siempre estaba comiendo o bebiendo –Recordó el tendero.
-Eso es lo que necesitaba saber –Monseñor se volvió hacia el cuerpo que se descomponía lentamente, oró en silencio algunos momentos y extrajo de su maletín un frasquito lleno de agua que vertió sobre la frente del finado. Un fuerte olor a azufre inundó la habitación.
Un ruido efervescente empezó a crecer y se expendió por todo el poblado, el pecho de Gonzales se agitó como si tomara una última respiración y tres piedrecillas salieron por su nariz, rodando por su pecho hasta caer al suelo. Uno de los presentes intentó levantarla, pero esta se negaba a moverse: era increíblemente pesada.
-Ya pueden llevárselo –Indicó Monseñor mientras tomaba un pañuelo de su bolsillo, y tras rociar algo más de agua sobre las rocas, las cubrió para poder levantarlas. Luego las introdujo en un frasco de vidrio y las ocultó en su bolsillo.
El cuerpo recuperó su peso normal, así que lo levantaron entre tres hombres, envuelto en una manta, lo llevaron a la parte trasera del coche del cementerio y lo vieron partir en medio de la noche. La viuda le dio las gracias al joven sacerdote y este le dio su bendición a ella y a su pequeña hija.
Monseñor se subió a su carruaje y se dirigió de regreso a la iglesia, en medio del camino extrajo el frasco, lo agito haciendo sonar las piedrecillas y pensó para si: “Que raro, ¿Qué hace un demonio repartiendo su poder de manera tan desorganizada? Algo malo esta por suceder”. El joven se persigno en la oscuridad: su tarea apenas empezaba. 

jueves, 25 de septiembre de 2014

Día 235: Violín.


La luna llena se elevaba sobre el rio, generando un duplicado tembloroso y ondulante en la superficie, un coro melancólico de ranas croaba en la orilla mientras las luciérnagas replicaban el cielo estrellado volando junto al reflejo de la luna. Una melodía dulce se extendía por la ciudad, como un aroma con base de alcohol hacía arder la vista de todos aquellos que la percibían.
Una jauría de perros callejeros aullaban a la noche mientras la melodía tomaba fuerza; grupos de gatos se apoderaron de los tejados, esperando la canción como agua fresca. Era aguda, rápida y fina; subía varias octavas antes de bajar en un avalancha de notas; era sencillo imaginar aquel instrumento como un prisma que separaba el sonido y dejaba ver su diferentes tonos y matices. Las notas flotaban densas, lisiando el aire como un vapor tibio y dulce que se extendía por los edificios, sacando a las personas de sus casas para determinar el origen de tan exquisita pieza.
Una multitud que crecía rápidamente se desplazaba por las calles en busca del epicentro de tal maravilla, a medida que el sonido crecía, el ambiente se lisiaba aun mas, el aire se tornaba denso y resbaloso; un calor que bajaba desde los cielos hacia que los cuerpos se tornaran sudorosos y fríos. Un grupo de polillas atravesaban el lugar con un lento vibrar de sus alar que parecía seguir el ritmo de la música.

Sobre un edificio lleno de grafitis, con las puertas oxidadas y las ventanas rotas; en lo alto de la terraza y a contra luz, con la silueta resalta por la gran luna estática en el cielo, una joven de manos delicadas y nariz fina, lamentaba la ruptura de su arco tocando el violín con una cuchilla de afeitar. 

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Día 234: Pesadilla.


El supermercado estaba medianamente lleno, algunas familias compraban grandes cantidades en carritos que se saturaban de manera casi instantánea; una pareja merodeaba por los pasillos mas vacíos, tomados de la mano mientras dilataban la discreta compra de un preservativo. Ancianas pagaban sus voluminosas compras con monedas de baja denominación mientras impacientes cajeras tamborileaban sus dedos en las máquinas registradoras. La escena se repetía en cada pasillo como si el lugar fuera un gran espejo reflejando un bucle infinito de ancianas parejas, monedas, carritos y condones.
No fue hasta que la escena se repitió tres veces que pudo entender que estaba soñando, el cómo había llegado a ese lugar era un misterio, pero no todo tiene que ser lógico en los sueños. Recorrió los pasillos simétricos, como clones del primero, esquivando siempre a las mismas personas en las mismas partes, escuchando el ruido del conteo de monedas que se extendía como un eco, un palpitar metálico. Esperaba con similar monotonía el momento en el que el sueño terminara.
Un sonido rompió de compas del medio, un grupo de pazos sin ecos se acercaban corriendo desde la derecha, así que emergió desde uno de los pasillos: una figura alargada, casi serpenteante se arrastraba sobre diminutas patas delgadas como cabellos que al chocar contra el piso producían un ruido sordo, grueso y pegajoso. La criatura parecía tener cuatro pares de ojos rojos sobresalientes en su cabeza redondeada, un grupo de colmillos delgados y de apariencia babosa sobresalían de lo que debía ser su boca.
Intentó correr, pero al entrar a los pasillos, la extraña criatura aparecía por el otro extremo, aproximándose cada vez más, el ruido de sus patas contra el piso se hacía más y más fuerte, hasta cubrir el golpeteo de las monedas. En algún punto el monstruo logro derribarle, cubriéndole con una extraña baba que le ardía en la piel; su corazón latía de manera exagerada como si tratara de huir de su pecho. Empezó a repetirse que todo era un sueño, que en cuestión de minutos despertaría sudando en su cama y se reiría de lo tonto que era todo.
Efectivamente, se despertó en una banca del supermercado, que estaba medianamente lleno, algunas familias compraban grandes cantidades en carritos que se saturaban de manera casi instantánea; una pareja merodeaba por los pasillos mas vacíos, tomados de la mano mientras dilataban la discreta compra de un preservativo. Ancianas pagaban sus voluminosas compras con monedas de baja denominación mientras impacientes cajeras tamborileaban sus dedos en las máquinas registradoras. La escena se repetía pasillo tras pasillo mientras un sonido sordo, grueso y pegajoso emergía de la distancia. Un sudor frio le corría por la espalda y el corazón se le aceleraba.
-Su pulso volvió a subir, ¿Qué crees que le pase? –Preguntó el médico de guardia a un enfermero que revisaba los monitores del paciente.

-No estoy seguro, siempre le pasa a esta hora –Miro la cara de su paciente, que aun lucía serena –No me imagino lo que se siente estar en coma, dicen que es como estar dormido. 

martes, 23 de septiembre de 2014

Día 233: Enfermera.


Era una joven de mejillas pálidos y ojos brillantes, con dientes relucientes y una sonrisa mágica; trabajaba largos turnos en el hospital, en una sala atestada de pestes y sufrimiento que parecían no afectar su piel de melocotón y sus labios jugosos. En una visita de los familiares a un paciente crítico, un hombre de barba corta y ojos oscuros la vio; le sorprendió encontrar a alguien como ella en un lugar como ese.
Se acercó a ella con una timidez que jamás había experimentado, nunca antes había visto a alguien hecho con tan delicadeza y mucho menos en un lugar tan exigente; cuando ella lo vio, su corazón se disparó, un mareo repentino le agitó la cabeza. Concertaron una cita para ese sábado; ella vistió un apretado vestido de seda negro que resaltaba su piel blanca y contorneaba su figura firme; él optó por una camisa blanca con una flor en la solapa, una correa discreta y pantalones oscuros.
Esa noche apareció en la casa con una botella de vino extranjero, comieron una pasta con ensalada y conversaron a medida que la botella de vino se consumía. Él empezó a sentir un adormecimiento en los pies que escalaba poco a poco; podía sentir como trepaba, sus manos que apretaban la carne de su cadera adormeciéndole; trató de concentrarse: debía matarla, intentó tomar la navaja oculta en su correa, pero sus manos  ya estaba empezando a pesarle. Ella lo miro fijamente mientras él se desvanecía en la inconciencia.
Así era más fácil, los desmembró con rapidez y se deshizo del cadáver en el sótano de tierra, en un agujero poco profundo que cubrió con un viejo armario de metal a medio oxidar. El problema del cazador había sido subestimarla, es  cierto que el veneno de vampiro aún no había sido absorbido del todo; pero ya era suficiente para no poder volver atrás.

Termino de limpiar la sangre de sus manos, se preguntó cuánto tiempo más le quedaba  antes de empezar a parecerle apetitosa; luego se rio de esta idea pues sabía que faltaba poco: su piel ya empezaba a palidecer y sus colmillos ya estaban brotando. Miró la hora, se cambió de regreso al uniforme blanco y se preparó para regresar al hospital. 

lunes, 22 de septiembre de 2014

Día 232: Firma.


El único sonido perceptible era un tic tac de un viejo reloj de péndulo que se agitaba con cada arco que daba. El abogado era un hombre de mirada severa, con la boca reseca y las cejas pobladas que miraba de manera minuciosa el testamento de su cliente: un gran compilado de 300 páginas donde son sólo distribuía sus bienes, sino que hacia mención a varias riquezas espirituales, reflexiones ganadas a lo largo de los años y una que otra confesión de sus tiempos de juventud.
La familia miraba expectante al inicio, pero a medida que pasaban las horas, el interés se convertía en exasperación, ira silenciosa y algún estallido ocasional de desesperaciones. Finalmente tras seis largas horas de estricta lectura, el abogado giro la ultima hoja y dio por terminada la sesión. Algunos de los familiares del difunto se irritaron ante esta situación, pero el día había casi concluido y todos estaban demasiado agotados para continuar con la reunión.
A la mañana siguiente, con los ánimos renovados y la avaricia a flor de piel, se reencontraron a la puerta del abogado, pero este no abrió por mas golpes que recibiera su puerta. Finalmente, tras dos horas de espera, un colega apareció en la oficina de al lado, al preguntar por el veterano este sólo respondió:

-El anciano murió anoche, firmando unos papeles, un testamento muy largo, es una lastima, sólo tenia que poner su firma para hacerlo oficial.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Día 231: Duende.


La finca estaba muy alejada, “casi al borde del planeta” pensó para si Mariana, no le veía gracia pasar la semana con sus abuelos, pero hacía tantos años que nos los veía; y ellos eran siempre tan amables que cuando invitaron a todos los nietos a pasar una semana en familia, le pareció descortés no aceptar la invitación.
La abuela hacía chocolate caliente al interior de la cocina cálida, mientras los jóvenes se sentaron en el pórtico a escuchar las historias del abuelo, quien les narro de un vecino capaz de levantar un caballo con una sola mano, una dama que hacía crecer los frutos mas jugosos de la región al regar el árbol con leche materna, un perro que vivió mas de treinta años hasta que eventualmente se perdió en el monte. Las historias, contadas por el anciano que aun tenía destellos de juventud en su rostro, atraparon a los jóvenes que recreaban en su vivida imaginación las escenas del caballo agitándose sobre la mano del hombre, la mujer exprimiendo sus senos junto al árbol y un perro corriendo por entre las enredaderas densas. El abuelo dio una inspiración profunda a su pipa y empezó otra historia:
“Cuando tenía seis años, mi hermano mayor Rodrigo, de nueve años y yo fuimos a la hacienda vecina a cambiar unos huevos por algunos granos, salimos cerca del medio día y nos dirigimos animados escuchando el canto de las aves, jugando a verlas y a imitar sus sonidos. Hicimos el cambio con nuestro vecino cerca de las tres tarde y regresamos riendo y cantando las canciones que nos enseño nuestro abuelo. Cuando estábamos a medio camino, un hombre bajito con sobrero ancho nos alcanzó en un caballo blanco que tenía trenzada la crin; el hombre fumaba un habano que olía muy fuerte, su cabello era claro y sus ojos tenían un extraño color miel, nos pregunto que hacíamos y mi hermano le mostró el pequeño saco lleno de granos. <No deberían andar solos muchachos, hay muchas cosas extrañas en estos montes, cosas que se roban a los niños> Nos dijo, recuerdo que yo me asuste mucho, pero mi hermano se enojo. <No nos da miedo, aun es de día> Dijo mi hermano en tono retador, al principio creí que el tipo se iba a enojar pero se empezó a reír. Su risa era melódica y aguda.”
“El hombre nos converso otro rato mientras avanzábamos, mi hermano hablo con él, pero yo le tenía miedo, no se porque. Nos acompañó hasta el limite sur de la finca y luego se despidió con un <Hasta luego muchachos> y se devolvió por donde habíamos venido. Esa noche, no pude dormir, así que me pase a la cama de mi abuela y deje a Rodrigo solo en la pieza. Al otro día, todas las crines de los caballos estaban trenzadas, mi papá dijo que había venido un duende y mi mamá salió asustada de la casa: no encontraban a Rodrigo por ninguna parte. Los buscamos en las fincas cercanas, nos ayudaron los vecinos e incluso subió gente del pueblo, pero no lo encontramos. Yo le dije a mi papá lo del hombre del sombrero ancho, mi abuelo dijo que ese había sido el duende, pero la policía dijo que eran pederasta venido de la ciudad y que se había llevado a mi hermano cuando yo dormía con la abuela”  El abuelo suspiro con un gesto melancólico y una oleada de humo salió por su nariz “A Rodrigo no lo vimos nunca mas y al hombre del sombrero tampoco, aunque nunca pudimos deshacerles las trenzas a los caballos”

Esa noche, Mariana durmió inquieta, soñaba con el hombre de ojos claros rondando fuera de la casa y el cuerpo de un niño que se hundía en una laguna. Sintió como le acariciaban el cabello, quizás el abuelo se sentía mal por haberla asustado con esa historia; pero fue después de esto que pudo dormir mejor. Al llegar la mañana su abuela la despertó con un grito de terror: Alguien le había trenzado el cabello. 

Día 230: Rebaño.


La carretera rodeaba la montaña, penetrándola en algunos puntos y sosteniéndose de vigas de cemento y hierro que salían por un costado, era un gran laso que parecía estrangular a la enorme roca. El auto era sólo una luz que recorría las cerradas curvas y los estrechos túneles como una luciérnaga agonizante en busca del agua. Lorena y Arturo conversaban animadamente sobre la mudanza, estaban muy emocionados con empezar de nuevo, otro trabajo con mejor paga. La distancia que tenían que recorrer para llegar no parecía problema.
El camino se volvió recto tras un rato, el sol bajaba lentamente tras el horizonte como un gigante bostezando, el paisaje se tornó dorado en algunos sectores y obscuro en otros, conectados por un puente ocre que se estrechaba lentamente. El auto entro en un peque bosquecillo que hacia de amplificador para todas las pequeñas criaturas de la noche empezaban a emerger de sus guaridas: las cigarras y las ranas hacían su opera vespertina, mientras el sonido de insectos zumbantes se agrandaba en un eco profundo. Arturo interrumpió la conversación de manera sorpresiva:
-¿Pasa algo? –Preguntó Lorena.
-Me pareció escuchar un ruido, como una oveja herida o algo así –Dijo Arturo mientras agudizaba el oído.
Unas figuras emergieron de entre los arboles: un rebaño de ovejas atravesaba la carretera lentamente. Lorena suspiró aliviada, pero Arturo contuvo la respiración. Preocupada por la reacción de su compañero, Lorena observo con cuidado a los animales iluminados por los faros del auto; al hacerlo un escalofrío le bajo por el vientre: los cráneos y patas de los animales estaban desprovistos de piel, sus cuencas vacías sobresalían en sus cabezas amarillas; lo que parecía ser la lana era en realidad un combinación de telarañas densas y hojas secas que se habían enredado de entre los arboles. El rebaño estaba compuesto por entre 25 y 30 animales que desfilaban haciendo sonar sus secos huesos en medio de la noche.
Una figura más alta, vestida de camisa larga, pantalón grueso y sobrero de ala ancha salió del bosque, rodeado por los animales. Arturo pensó que el tipo estaba loco por andar entre los animales, así que le hizo una seña con la mano, tal vez pudiera hallar una explicación para eso. Pero el extraño, que pareció verlo por el rabillo del ojo, lejos de acercarse, llevo su mano a la cabeza y se quitó el sombrero; su calavera blanca y lustrosa centelló un segundo mientras hacía un gesto de saludo con la otra mano.

El rebaño y su pastor terminaron de cruzar  frente al auto, dejando como única evidencia de su presencia, el lastimero eco de los balidos de las ovejas 

viernes, 19 de septiembre de 2014

Día 229: Desfile.


La fiesta aún no había terminado, pero Ramírez ya quería irse, estaba muy mareado y casi no tenía dinero; la última vez que estuvo así despertó en una banca del parque sin las tarjetas de crédito. Así que se despidió del anfitrión de la fiesta, de algunos conocidos y le hizo un gesto obsceno con el dedo a una chica que se había negado a tener sexo en el baño.
No recordaba donde había dejado las llaves del auto, hurgó en sus bolsillos, en algunos contenedores de cristal llenos de colillas de cigarrillos y en las masetas de la casa, pero no estaban en ningún lugar. A pesar de haberse despedido, muchos de los asistentes continuaron ofreciéndole bebidas, por lo que Ramírez hizo uso de su último gramo de fuerza de voluntad y se marchó con la esperanza de recordar donde había dejado las llaves a la mañana siguiente.
Bajó por la calle mientras el bullicio y la luz se quedaban atrás, un viento frio soplaba hacia el norte arrastrando envolturas de papel y hojas secas recién caídas de los arboles, tras caminar algunas manzanas, sólo se escuchaba el viento silbar por las cañerías y las garras de algún gato callejero en los techos de metal.
Giró en la esquina del parque, ahora sólo debía pasar esa calle y dos más para llegar a casa. A la distancia se veía un grupo de luces y una tonada pegajosa subía por el aire endulzándolo un poco, un ligero olor a incienso empezó a parecer. Conforme se acercaba se dio cuenta que una multitud parecía avanzar en una fiesta, habían figuras con vistosos trajes danzado mientras avanzaban por la calle: Era un desfile.
A medida que el desfile se acercaba, Ramírez se hizo a un lado para dejarlos pasar, pero cuando pudo ver bien, la borrachera se le bajo las piel, depurada por un sudor frio que le recorrió el cuerpo: Las figuras que danzaban era esqueletos a medio vestir con piel seca como cartón en algunos segmentos de su cuerpo. Todos exponían en alguna proporción huesos amarillentos de apariencia mohosa.
Muchos iban desnudos, otros llevaban ropa de seductores trajes llenos de lentejuelas y sedas tornasol que cambiaban de color con sus giros vivarachos. Un grupo en la parte de atrás, parecía tener un trozo de caucho extendido entre las costillas, que hacía de diafragma y les permitía hacer sonar sus trompetas al ritmo de una alegre tonadas de fiesta. Un par de esqueletos se besaron entre la multitud haciendo sonar sus cráneos al chocar, otros hacia piruetas que despegaban sus huesos y los volvían unir como si nada, un grupo en los flancos lanzaba flores y otro en el medio parecía beber un liquido pegajoso de olor acido que resbalaba por sus pechos vacíos dejando un rastro verdoso tras ellos.
El desfile giró en una esquina y un viento arremolinado que los seguía se llevo el olor y la música sobre los edificios hasta convertirlos en extraño murmullo entre los ladrillos de las casas vecinas. Ramírez corrió a su casa con renovada sobriedad y un pánico creciente.

Con la salida del sol, se hizo lógico para Ramírez pensar que todo había sido producto de los tragos de la noche, nunca se lo contó a nadie; no quería ser el loco ebrio del lugar. A demás, no acababa de convencerse a si mismo que el liquido espeso y verdoso de olor acido que había en la suela de sus zapatos no provenía del desfile de esqueletos. 

Día 228: Póliza.


Y antes de hacer nada, que te comprometas y hagas uso del amor, te recomiendo que leas la póliza que viene adjunta al corazón.


"Yo te amo*

*La condición puede variar con: cambios hormonales, de interés económico, la participación de terceros y fluctuaciones en la oferta y la demanda. Lea con especial atención la sección de fidelidad y el nivel aceptable de coqueteo con otras personas (sección por separado si tiene de por medio al ex). El decir la frase no garantiza estabilidad a corto, mediano o largo plazo.

*Desconfié si la frase es pronunciada en estado de: ebriedad, embarazo, despecho, obsesión, miedo, depresión, somnambulismo o post coital. La frase no implica per se que vaya a haber sexo a mediano o largo plazo.

*Sujeto a cambios de calidad y cantidad, generalmente sin previo aviso. La fecha de expedición podría no reflejar la vida útil de manera fidedigna, así que revise su estado de manera permanente. En caso de caducidad, no intente hacer uno de la frase, puede general problemas cardíacos y gástricos, dolor de cabeza, esterilidad, anorexia, sentimientos de culpa y minusvalía.

Esperamos disfrute el producto, haga uso sabio y racional del mismo, haciendo de esta una experiencia agradable para los usuarios. No se aceptan devoluciones.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Día 227: Mica. (Bacinilla)

Sin duda, uno de los pedidos mas extraños que me han hecho...
Ir a una finca de paseo había sido idea de su tío, años de trabajo en el  exterior le habían hecho desarrollar una extraña manía por mantener a la familia junta. El problema era que había pasado tanto tiempo desde la última vez que estuvieron todos juntos; que eran básicamente un montón de extraños en la misma residencia. Desde el comienzo había habido problemas para distribuir las camas, las tareas como cocinar y limpiar un poco; y las actividades en familia como jugar en la piscina, bajar al pueblo a conocer, jugar parqués o retozar en una hamaca.
La noche no había ayudado, mientras algunos miembros de la familia se habían acostado temprano, otro habían empezado a beber y ahora estaban en el pueblo continuando con la juerga. Luis se había quedado en el sofá de la sala viendo un programa de televisión que encontraba aburrido, pero era mejor que dormir o estar rodeado de ebrios que amenazaban constantemente en iniciar una pelea.
Debió quedarse dormido, pues se levantó en la madrugada, con dolor de cuello y ganas de ir al baño, la casa estaba oscura y alguien roncaba potentemente desde la habitación mas cercana. En la finca habían dos baños, uno en la habitación donde dormían las mujeres y otro en el corredor. Luis puso su mano en la pared y se guío en medio de la noche hasta la puerta; la abrió e introdujo su mano en busca del interruptor. La luz apareció lentamente mientras el bombillo zumbaba como un animal herido, cuando Luis iba a entrar vio a uno de sus primos ebrio, recostado en la tasa con lo que parecía ser una mancha enorme de vomito en el piso.
Luis salió al jardín, no había luna, así que era un gran masa oscura y fría que parecía extenderse como un gran abismo del mar profundo, sopesó la idea de ir a buscar un árbol, pero era muy tarde y tenia demasiado sueño para hacer eso. Junto a la puerta había una mica que alguien había adecuado como maseta, así que le dio vuelta y dejo caer la planta con la tierra húmeda a un lado. La acercó a su cuerpo y mientras se aflojaba los pantalones tuvo la sensación que lo estaban observado.
Miro a su alrededor, pero la negrura era impenetrable, cuando terminó, bajo la mica y la dejo en su lugar, esperando que al encontrarla a la mañana siguiente creyeran que la broma de alguno de los ebrios. A la mañana siguiente, se despertó cuando un alboroto tuvo lugar afuera de la ventana, un animal parecía haber destrozado mas masetas antes de correr al monte; antes que todos salieran Luis se aventuró y se paró en el mismo lugar que la noche anterior, desde ese punto se hizo obvio que quien sea que lo haya estado mirando, seguía la senda de destrucción causada por el animal, uno grande aparentemente.

Luis jamas pensó que una bacinica salvaría su vida.

martes, 16 de septiembre de 2014

Día 226: Apraxia.


Es un trastorno del cerebro y del sistema nervioso en el cual una persona es incapaz de llevar a cabo tareas o movimientos cuando se le solicita aunque todas las estructuras necesarias estén disponibles.

Durante varios años la había observado en silencio, sus mejillas coloradas, sus labios carnosos, sus ojos de meteoro y su sonrisa centelleante. Sin embargo él era muy tímido, siempre se vio como el muchacho flacucho de larga nariz y cabello desorganizado que escuchaba música muy fuerte. Era el último año, ella iría a alguna costosa universidad de la capital y él empezaría como aprendiz del ebanista local.
Como es propio de las despedidas, se hizo inevitable un último viaje a algún lugar campestre que se supone, mejoraría los lazos en el grupo de alumnos. Tristemente todo fue un desastre: la comida salada, la bebida simple, el lugar era caluroso y lleno de zancudos; la piscina estaba en mantenimiento mientras un líquido verde reposaba en una esquina.

Cuando finalmente fue hora de irse, todos subieron de manera atropellada al autobús, dejando únicamente los puestos descompuestos junto a la última ventana. Él se sentó en el ultimo de la izquierda y recostó su cabeza cansada contra el frio cristal, entonces; de manera repentina ella se sentó junto a él. A lo largo de todo el viaje, intentó tomarla de la mano, pero su brazo era demasiado tímido: no pudo hacer nada. 

lunes, 15 de septiembre de 2014

Día 225: Cortesía.


Me tocó quererte por cortesía, por que nuestra relación no daba para otra cosa. Hay expectativas, sueños y parámetros sociales, que me llevaron a quererte, en varios sentidos no sentí que fuera mi obligación; como cunado una mujer embarazada sube al autobús: uno sabe que tiene que ceder su puesto y pues yo sabía que me tocaba amarte.
No creo arrepentirme de eso, de hecho, creo que he sido feliz amándote; pero en las noches de insomnio me asalta la duda si tu también me quieres por puro protocolo, por que soy el paso lógico a seguir, por que al hacer cortés, te presione y condicione a amarme a mi.
Los años pasan, mas que protocolo es costumbre, mas que compañía es asociación, mas que cortesía es amor.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Día 224: Sorpresa.


La película había resultado un fastidio total, tal y como las criticas habían dicho, pero las películas eran sólo la mitad de la diversión en el cine. Estaba la rica y cara comida, el placer de molestar a parejas enamoradas que buscaban la intimidad de la oscuridad; y como no, la emoción previa al gesto de sorpresa que suelen dibujar las personas en su rostro.
Una pareja de amigos, sentados justo delante parecían haberse cansado también de la aburrida trama y la sosa interpretación de los papeles. Los jóvenes lanzaban papeles y palomitas a las personas sentadas en las filas del enfrente, pateaban asientos y reían fuerte de lo que parecían ser chiste privados.
Una sonrisa se dibujo en su rostro, imperceptible en medio de la sala oscura, los chicos reían y se empujaban en los asientos. Ahora el momento perfecto para ver la sorpresa dibujada en el rostro de los jóvenes; lentamente empezó a inclinarse hacia el frente, mientras acaricia el contenido de su bolsillo. Hizo una larga inspiración y abrió muchos los ojos: no quería perderse ningún detalle.
Un acomodador, alertado por el ruido de la sala apuntó su linterna hacia la pareja de muchachos que callaron de inmediato, un hombre de gorra que se hallaba inclinado, tal vez un amigo de estos, se enderezó en su lugar. Uno de los muchachos hizo un gesto indicando que se calmarían, mientras los otros dos enfocaban su vista en la pantalla.
La película continuaba mas allá de las dos horas, y con el acomodador observándolos desde las escaleras cada tanto la diversión había terminado, durante un segundo quiso decirle a Efraín que sería mejor irse, la película estaba aburrida, pero él seguía con la vista fija en la pantalla, a lo mejor y si lo estaba disfrutando. Pronto empezó a cerrar los ojos y se quedó dormido, pero justo antes de eso, le pareció ver por el rabillo del ojo como el tipo de atrás hacia un gesto de molestia.
Después que la película acabo, se quedó unos minutos mientras una larga línea de créditos llenaba la pantalla, el chico de la izquierda se había dormido, emitía un sonido de tranquilidad cada vez que el aire salía por su nariz. Las otras personas empezaron a salir de la sala mientras hacían horribles comentarios sobre el filme, aunque quería quedarse, pero sabía que era peligroso, así que se levanto con ruidosamente, pero el chico no despertó. La sonrisa se borró de su rostro, esto había sido una perdida de tiempo.
Se marchó por la salida de emergencia, como lo había planeado desde el comienzo, mientras recorría el callejón recordó la sangre tibia y viscosa que salía de la herida, en cualquier momento el otro chico miraría y la sorpresa se dibujaría en su rostro. Pero el acomodador los distrajo con su linterna –una expresión melancolía se apoderó de su cara – y luego el chico no volvió la vista. Era una gran decepción.
El acomodador fue a despertar a los chicos que habían pasado gran parte de la película molestando o durmiendo, primero despertó al que parecía dormir en la posición mas incomoda, este se despertó con un sobresalto. Al mover a su compañero, la cabeza fría y pálida cayó sobre el vientre. No parecía haber sangre en la ropa del joven y el cuello terminaba en una especie de quemadura.

Después de la cara de terror del joven y el acomodador, muchos rostros llenos de asombro y sorpresa se preguntaban quien pudo hacer algo así. 

sábado, 13 de septiembre de 2014

Día 223: Circulo.


El eclipse de luna sucedería en contados minutos, mientras todos esperaban en las terrazas de la ciudad, Max esperaba en una alta colina, en las afueras, frente a un gran campo de maíz que parecía un océano tupido y esponjado. Cuando la luna empezó a adelgazar, Max sacó su cámara, era su primer eclipse y quería tener buenas imágenes.
Desde el borde obscurecido de la luna, dos luces, apenas mas grandes que el lucero promedio; hicieron su aparición. Max observo curioso como las dos figuras parecían interpretar una danza perfectamente sincrónica. Visible desde el obscuro campo, pero oculto a los ojos de los citadinos por el brillo incandescente de las luces halogenadas; Max era testigo del extraño suceso, sin miedo, pero con una curiosidad creciente, recordó su cámara y empezó a tomar fotografías del baile de las luces.
Cuando la luna se cubrió totalmente de sombras, las luces se acercaron mas y más, un viento frio y repentino movió la vegetación agitando la camisa de Max. Las luces que parecían ser dos bolas de al menos diez metros de diámetro zumbaban y desprendían un olor metálico que se extendía por toda la comarca. El maíz empezó a destilar un extraño liquido fluorescente que parecía aplastar las plantas a medida que estas goteaban, extraños patrones circulares y espiralados empezaron a formarse en el campo a medida que las luces danzaban por sobre el cultivo.
Max tomó una foto del fenómeno, al dispararse el flash de la cámara, el olor metálico se hizo mas intenso –casi palpable –y los patrones empezaron a salir del campo de maíz para trasladarse al pasto cercano a la colina, marcando el camino de las esferas, que parecían no haberse movido mas que algunos centímetros. Un terror frio le atravesó el pecho a Max, pero sus piernas estaban paralizadas; el brillo se hizo mas intenso, como dos soles estacionados sobre el campo, un corriente eléctrica discreta se apodero del cuerpo de Max, subiendo su intensidad hasta que lo hizo perder el conocimiento.
Max soñaba con manos de tres dedos, húmedas y sin uñas que tocaban su cuerpo, entraban con curiosidad a todos sus orificios, un sonido agudo y olor a oxido invadían el aire saturado que entraba a los pulmones de Max.

El calor del sol lo despertó, estaba de regreso en la colina, sin su cámara, rodeado de un extraño circulo en el césped. Se sentía ligeramente ebrio, y le dolía el cuello; como si hubiera dormido en una mala posición. Una comezón se expandía por su vientre, así que levantó su camisa para poder ver: un moretón en forma de circulo, con complejos patrones de puntos y cuadros parecía desvanecerse lentamente sobre su piel.