miércoles, 4 de febrero de 2015

Algunas palabras finales...



Bueno, hoy es el último día de un reto que inició hace un buen rato, es extraño parece que fue hace mucho y al mismo tiempo es como si hubiese iniciado ayer. Para mi es notorio la evolución en mi técnica, contenido e ideas; muchas ideas salieron a la luz, y merecen que siga trabajando en ellas de una manera mas minuciosa. Un par de grandes proyectos se iniciaron y si todo va bien, será una gran meta cumplida.

Aunque ya no publique de manera diaria, no voy a dejar de escribir, es parte de quien soy; y tras todo lo que duró este desafío me di cuenta que la única persona para la que escribo, es para mí misma. Sería una mentira decir que no disfruto cuando otros me leen, me ayudan a crecer y me brindan ideas; pero mientras yo este satisfecha con lo que hago, bueno creo que habré tenido éxito.

251 páginas después y 114.555 palabras escritas son el producto de este trabajo que han trazado el camino para todas aquellas que están por venir. Agradezco a todo, y como siempre: ¡Gracias por leer!

Día 365: Final.




Habían pasado ya seis meses desde que Maritza había fallecido, pero su ausencia seguía pensado como el primer día. En todo ese tiempo no creía –la verdad, no deseaba –que despertar al día siguiente fuera una opción. Habían vivido juntos 30 años, más de la mitad  de su vida; pero se hallaba repentinamente sólo en el gran y desolado mundo más allá de las paredes de su casa.
Corría el mes de febrero, algunas lluvias lejanas encapotaban el cielo de la ciudad y un aire frio lleno de hojas que flotaban en una marea de invisible ocupaban la ciudad desprovista de visitantes. Con el paso de tiempo se dio cuenta que no podría vivir en su miseria para siempre, así que ese frio jueves se puso su abrigo marrón, sus pantalones de mezclilla y salió a tomar un café, justo como aquel fatídico martes en el que recibió la peor noticia de su vida.
Llegó a la vieja cafetería, rebosante a pan tibio, café fresco y humo de cigarrillo, se sentó en la mesa del fondo; dio un largo suspiro. Era como si al fin todo terminara, una gran carga había caído de sus hombros y ahora era libre para volver a su vida; o eso pensaba hasta que una silueta femenina se deslizo rápidamente por la ventana a su lado, fugaz como una estrella y luminosa como una luciérnaga, una joven del cabello largo y ondulado reía mientras los audífonos dejaban escapar una leve melodía de violín antes de perderse en la multitud.
Era su viva imagen, sus movimientos, su sonrisa eléctrica su cabello rebelde. Maritza seguía viviendo, en otro envoltorio, a la distancia de una existencia diferente. Una lágrima silenciosa cayó sobre el café negro que dejaba escapar una neblina aromática: se dio cuenta que nunca tendría un final.

martes, 3 de febrero de 2015

Día 364: Cuento.




Con los ojos chiclosos y el cabello de algodón
Envuelto en una pijama de vacas sonrientes
Flotó lentamente desde las manos de su madre hasta el colchón
Luego, ella lo cubrió con una manta de sueños emergentes
Por la ventana una luna se asomaba
Y al igual que el pequeño sobre una nube se acostaba
El maullido de un gato manchado
Hacia un concierto de eco en todo el tejado
En la lejanía una estrella parpadeante
Veía con gran interés el sueño del infante
Un barco de nubarrones se formaba en el horizonte
Pero el viento cambió y lo convirtió en un esbelto rinoceronte
El pequeño cerró los ojos con un sueño entre los parpados
Esperando con ansias el nuevo día para pasarlo jugando.

lunes, 2 de febrero de 2015

Día 363: Injuria.




Es toda expresión proferida o acción ejecutada en deshonra, descrédito o menosprecio de otra persona.
El lugar estaba casi desprovisto de seres vivos, pero los cuerpos del enemigo se extendían a lo largo y ancho del campo de batalla, creando una alfombra de muerte y podredumbre, algunas armas yacían silenciosas como cadáveres recubiertos de latón con su boca humeante salpicada de sangre.
El reducido escuadrón restante recorría el camino acabando con los enemigos heridos que se retorcían entre la pérdida de sangre y el dolor, mientras algunos miraban con nostalgia la ciudad enterrada en el horizonte con ansias de regresar a los brazos de su familia; tres rezagados reían y hacían bromas en la retaguardia.
-¿A cuántos mataste tú? –Hank, el alto y fornido pateaba algunas cabezas flácidas que desparramaban su contenido lentamente –Creo que yo maté a unos veinte, tal vez mas.
-No estoy seguro, yo disparaba al azar –Path se limitaba a observar si había respiración o breves movimientos antes de terminar con lo que quedaba de esos hombres. La verdad él no quería estar en la guerra, era muy flaco y alto, hubiese preferido ser nadador –Espero no haberle dado a nadie de nuestro bando. ¿Y tú, Rex?
Rex lucía un adolescente, con el cabello rizado y los labios rojos parecía que acababa de entrar a la pubertad.
-La verdad, yo no disparé –Sus compañeros se detuvieron sorprendidos, lo observaron con los ojos bien abiertos, incrédulos ante este comentario –Yo guardaba mis balas para un mejor blanco.
Los otros se encogieron de hombros y siguieron, ya habían notado que Rex era algo extraño, extrañamente inofensivo. El escuadrón terminó de recorrer el campo y se agruparon: la batalla había terminado; y por los rumores, este era el último batallón que tenía el enemigo. Parecía que la paz estaba al borde del campo.
El líder daba instrucciones mientras la docena de hombres se unía, atentos y cansados esperaban irse a casa. Sólo faltaba Rex, quien los observaba desde unos cuantos metros; tomo su fusil y vació su cargador contra los hombres que caían rápidamente en una lluvia de plomo y sangre.
Cuando todos estuvieron en el piso, Rex se acercó e inspeccionó los cuerpos que yacían vacíos en una pila, como un adorno fresco entre tanta podredumbre. El pequeño hombrecillo suspiró al aire y se marchó en dirección contraria a la ciudad en el horizonte: era hora de avisarle a sus colegas que el ejército enemigo había sido eliminado por completo.