Se despertó cuando la llave del sótano
empezó a gotear sobre un balde de metal.
Era la decima noche que pasaba y era la decima noche que se detenía frente a las
escaleras que bajaban mas allá de la oscuridad del sótano, pensó en regresar
como las nueve noches anteriores, pero estaba tan cansado que no lo soportó. Se
lleno de valor y bajo las escaleras.
Se había mudado hacia 10 días y
aun no había puesto el nuevo bombillo, así que tuvo que tuvo que bajar mientras se empapaba en la
oscuridad. Sentía cientos de manos hechas de humo que le acariciaban el rostro y
le tomaban de la mano. Las telarañas cubrían cada esquina, mientras los ojos de sus ocupantes brillaban como estrellas
agonizantes.
El piso de sótano estaba cubierto
por una capa de tierra fría que se colaba entre sus pies descalzos. Se guiaba por
el sonido de la gota contra el balde, aunque recordaba vagamente una pila de
ladrillos en la esquina norte y un viejo trapeador casi sin fibras junto a un
armario.
El sentimiento de las manos de humo
se condensó y sintió como le acariciaban el cuello. El terror cubrió su cuerpo
como un aire frio; trato de salir corriendo pero siete dedos largos y huesudos
lo tomaron por el pie y lo sumergieron en el espacio húmedo bajo las escaleras mientras
en los ojos agonizantes de las arañas se veía al habitante humano de la casa siendo
devorado por el dueño de la casa.
La creatura de 2.5 metros estiro
su delgado cuerpo, hizo sonar sus 14 dedos y se cerro la camisa tapando la boca
llena de dientes que se encontraba en su pecho. El monstruo cerro la llave, se sentó
bajo la escalera y se dispuso a esperar que alguien comprara la casa y bajara
al oscuro y húmedo sótano para arreglar la llave que goteaba.
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