viernes, 2 de agosto de 2013

Lautaro.

La noche se había posesionado de cada calle en la ciudad, las farolas prometían puntos de luz cada tanto dejando a la obscuridad en pequeños islotes.

Él salía de la piscina, el agua acariciaba su esbelto cuerpo y le desordenaba el cabello.

-Tenemos que hablar- Dijo una voz femenina desde la oscuridad.

Termino de salir del agua, se secó y se puso una delgada camisa negra.

-¿De verdad vamos a hablar o terminaremos jugando entre la cama y el sofá de nuevo?

Entraron a la habitación oscura, él pudo distinguir la imagen de ella sentándose en la cama y fue a sentarse junto a ella. Repentinamente ella se abalanzó sobre él y empezó a besarle; rápidamente él continúo con su juego, haciendo volar la ropa y distendiendo la cama; las almohadas y las cobija empezaron a estórbales. 

Ambos disfrutaron de su anatomía, explorando cada cumbre y cada llanura, cada lago y cada desierto de sus cuerpos. Él termino por introducir su humanidad en ella y ella se apoderó de su hombría secuestrándola en lo profundo de su vientre.

-¿Alguna vez te has preocupado porque algún día venga por ti?- Dijo ella.

-No –Contesto de manera automática- es la ventaja de ser el novio de la muerte; no vendrás por mí.

-¿Sabes que está mal, cierto?- dijo ella casi en un susurro- Que tu recién inicies tu vida y yo lleve aquí mas tiempo que muchas civilizaciones

-¿Es un problema para ti?- Preguntó él mientras se vestía.- Mira quien resulto moralista.

-La verdad no –Sonrió un poco y sus dientes centellearon en la oscuridad- Sólo acabo de imaginarme la cantidad de gente que está viviendo tiempo extra porque yo estoy muy ocupada besándote. Nadie ve la clase de héroe que eres.

-¿De que querías hablar? –Preguntó él mientras re recostaba de nuevo junto a ella

-De nada en particular, era sólo una excusa para verte.

-¿Te vas a quedar? –pregunto él con algo de tristeza

-No, he venido a Italia por trabajo- Dijo ella mientras se ponía de pie.

-Quédate- Suplico él- Hazme sentir un héroe de nuevo.

-No puedo, hoy no, pero vendré a hablar contigo después.


Él no pudo decir nada más, ella se desvaneció en la noche tal como había aparecido. Ahora debía esperar que la vida de otro se acortará para alargar su estancia. Se quedó mirando por la ventana los islotes de oscuridad que salpicaban la ciudad y decidió que aún quería seguir nadando. 

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