El sonido del motor era continuo y claro, despedia ese olor a gasolina que Jonh tanto amaba; el clima era perfecto y ni una nube se veia en el perpetuo e inmaculado firmamento.
Subio a la avioneta esa mañana de agosto y despego rumbo a la civilizacion, llevaba dos semanas entre nativos en los mas alto de los andes; cuando lo vieron llegar en el ave de metal de inmediato le divirtieron que no lo usara o la señora de los cielos se enojaria. Describieron a su deidad como lo Jonh conocia como una arpia, él le resto importancia pensando que talvez seri un condor o uno de esos extraños animales de lo que tanto se habla en suramerica.
Las palabras del cacique vienron a su mente: "Es grande y muy fuerte, huele como un campo de mil cadaveres al sol y simpre se coo los ojos de sus victimas antes de arrancarles la cabeza, es oscura como la noche y su pelo es rubio como el sol. Jamas deja que nada surque los cielo mietras ella vuela" la voz del indio se difumico por le ruido del motor y Jonh rapidamente olvido la historia"
Casi podia saborear el cafe de su madre y escuchaba ya la platica que tendria con sus amigos cuando un olor le desgarro el pensamiento, era horrible, putrido como si mil cadaveres hubiesen sido dejados bajo el sol a su proia suerte. Un chillido desgarro el cielo y un golpe sordo se escucho en la cabina. Jonh contuvo la respiracion un momento sólo para escuchar como el grueso blindaje de su avioneta era rasgado.
De Jonh nunca mas se supo nada, su avioneta fue hallada vacia en mitad de la selva con marcas de garras en el fuselaje, los gobierno de varios paises encubrieron este accidente y sobre el escritorio de varios mandatarios descansaba un archovo dandole otro motivo para evitar que los aviones militares sobrevolabaran esas zonas.
La arpia habia atacado de nuevo y Jonh pasaba a ser otra parte mas de las historias de los andes.
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