La ira y la impaciencia se
apoderaban de mí. Robert lo llevaba con más calma, había estado tres días en la
misma posición, muchos adictos había pasado y habían salido durante nuestra
estancia en el expendio de crack. Para
ellos éramos sólo dos estatuas estacionadas en mitad del edificio. Llevábamos
ya un mes vigilando el edificio de enfrente y no había pasado nada.
-
¿Y si esta muerto y nuestra espera es vano?- Le pregunte
a Robert.
-
Esta vivo Marcus, no lo llaman “El Siempre Vivo”
por nada.- Al fin se ponía de pie.
-
¿Porqué crees que Padre nos mando a matarlo?
-
Quiere enviarle un mensaje a la central en Roma:
No le cortas la cola a un demonio y te sales con la tuya- Dijo mientras me
tocaba la base de la espalda. Parecía muy enojado
-
Pero lo protegen esos “Traseros Alados” y una
gran cantidad que Perros del Cielo.- No lo niego, la idea de morir en sus manos
me repugnaba, e incluso me aterraba.
-
Sí, pero uno llamado Sean los traiciono, ahora
sabes que vendrán aquí. Y sus amigos alados; Bueno, escuche que ese Perro mato
a tres con un cuchillo que le dieron y luego se suicido para encontrarse con
una tal Sara en el infierno. Parece que un perro si puede morder la mano que lo
alimenta.
-
¿Se encontrará con ella?
-
¿Eso importa?
-
Supongo
-
Claro que lo hará, nos entrego al gran cazador.
Un hombre con la cara deformada y
una capa entro al edificio.
-
Ese es- Dijo Robert mientras me golpeaba el
hombro
-
¿Cómo lo sabes?- Ninguno de los dos lo habíamos visto
-
Tiene la cara deforme porque hace 6 años uno de
los nuestros le voló la cabeza con una escopeta, sus sesos quedaron esparcidos
por toda la pared.
Dibuje una cara de incredulidad. Y
luego susurré: “no lo llaman “El Siempre Vivo” por nada”
Cruzamos la calle en medio de la
noche, subimos las escaleras hasta el tercer piso; en la puerta había un
crucifijo y tras la cerradura se percibía un fuerte olor a sal. No podíamos entrar, así que
él tendría que salir: le prendimos fuego la puerta. Nada mas ardió, pero la sal
se quemo y pudimos entrar.
En medio de la habitación había un
hombre, con la cara deformada, parecía un montón de carne que se mantenía junta
por medio de cinta adhesiva. Tenía un parche sobre su ojo derecho y escapulario
en la mano.
-
Veo que Padre vino a terminar su trabajo; a propósito
¿extraña esa tira de carne que le colgaba del trasero?
-
Eso depende- Dijo Robert conteniendo su ira- ¿Tu
extrañas tu ojo derecho?
El hombre nos dejo ver su cuenca vacía,
al fondo de su cráneo se veía una pequeña flama.
-
No –Dijo el hombre- de hecho ahora puedo ver
mejor que nunca. Me encantaría decirle que le dieran mis saludos a Padre, pero
nunca más lo verán. Mejor denle mis saludos a Kamael.
El hombre pronuncio extrañas
palabras que me hicieron doler la cabeza, la llama de su cráneo y la oscuridad
de su cuenca se apoderaron de la habitación. Y la consumieron.
Al despertar pude ver a Robert,
el cuerpo del humano poseído se había derretido y sus cuernos y su cola aparecieron
al contacto con el aire. En el fondo se escuchaban los alaridos de una criatura
que se consumía en el dolor.
-
¿Donde estamos?- Le pregunte a Robert.
-
Esto no tiene nombre, es el lugar donde Dios envía
a las criaturas que merecen un castigo peor que el infierno
-
¿Y esta en ojo de ese tipo?- Pregunte incrédulo
-
Así parece.
Los alaridos continuaban en el
fondo, y rápidamente puede comprender porque: el aire parecía estar hecho de
vidrio roto y el piso era una piscina de ócielos sobre rocas puntiagudas. Para
empeorar la situación, la gravedad del lugar parecía aplastarte, no me imagino
pasar aquí el resto de mi existencia. Era mucho peor que mi primera visita al infierno:
No había nadie que pudiera parar el castigo.
-
Parece que Kamael también hizo algo malo – Robert
corto el hilo de mis pensamientos – ¿Alguna vez has visto un ángel fuera de su receptáculo?
-
No- le conteste
-
Pues prepárate para el susto de tu vida.
Avanzamos hacia los gritos,
mientras los nuestros empezaban a brotar de nuestras gargantas.
Afuera, había un hombre, con la cara
deformada, que parecía un montón de carne que se mantenía junta por medio de
cinta adhesiva con un parche sobre su
ojo derecho. El hombre se levanto, oró una plegaria, se cubrió la capa, toco su
ojos derecho y pensó: “Este lugar se esta haciendo muy ruidoso”. Salió del
edificio escoltado por dos hombres de cabello gris y ojos color zafiro.
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