No lo haré! –Le grito Sean a la
figura al otro lado del confesionario- Se supone que debo hacer cosas buenas,
no estas monstruosidades.
-Eres un Perro del Cielo, es tu
trabajo, no importa si es un demonio que decapita vírgenes o un niño no nacido,
si yo te digo que lo mates, tú lo haces sin chistar –Contesto la figura del
confesionario- ¿O es que quieres terminar tu trato?
El piso bajo los pies de Sean se
separo para mostrarle a través de una grieta el calor, el fuego; dejar escapar
los lamentos de millones de almas atrapadas y las risas de criaturas que nunca habían
sido vistas por los ojos de los hijos de Dios.
-No, no quiero – Susurro Sean- Iré.
Sean, salió del confesionario, atravesó
la multitud que salía de misa y se perdió en las callecillas del pueblo. Kamael
lo vio alejarse, tampoco el gustaba esta misión, pero no pondría en peligro a
su Padre y a sus hermanos; además para que hacer el trabajo de un hombre si
puedes enviar a un perro a hacerlo. Una niña lo vio parado y tiro de la camisa
de su madre: “Mira mami, un ángel” Pero cuando la madre volteo, la figura de
cabello gris y ojos color zafiro se había desvanecido dejando tras de si una
pluma blanca.
La noche cayó como una roca, no había estrellas ni luna y
ninguna nube rasgaba el firmamento. Sean se escabullo bajo la habitación,
escucho un momento: no había movimiento. Se impulso y entro y por la ventana
entre abierta. En la habitación había un niño de cabello blanco y ojos purpura,
acurrucado en una cama de sabanas azules, se movió un poco y se sentó atento a
la figura de Sean.
El pánico los invadió a los dos,
pero ninguno grito.
-¿Vienes de parte de ellos?-Pregunto
el niño.- ¿Los amigos de mi padre?
-No –Contesto Sean- Vengo de
parte del Hermano Mayor.
- Oh-Suspiro el niño- Ya se a que
vienes, he escuchado sus conversaciones. Dicen que soy malo, pero se lo
pregunte a mamá y ella dice que no los soy.
- Tu no eres malo, el malo es tu
padre – Sean casi llora- Pero en este mundo son los hijos lo que pagan los
pecados de sus padres.
-¿Quién es Sara?- pregunto el
niño- Dicen que si no haces caso la dejaran caer.
-Ella es mi hermana, esta en el
cielo –Sean sintió un apretón en el estomago al recordar el lugar donde dejarían
caer a Sara si no hacia lo que Kamael le pidiera.
Sean se acercó y se sentó en la
cama del niño, este se levanto y se sentó en sus piernas; luego para sorpresa
de Sean lo abrazo por el cuello. Pasaron así unos minutos.
-¿Por qué?- Pregunto el niño- ¿Es
que no pueden hacerlo solos sin meterte a tu hermana y a ti en el medio?
-No- Respondió Sean pensado
cuidadosamente lo que iba a decir y lo que iba a pasar a continuación- No
pueden hacerlo ellos porque tu madre, que te quiere tanto, te bautizo y ellos
no pueden lastimar a los hijos de Dios, por eso me envían a mí: un perro del
cielo, para hacer el trabajo sucio de Dios.
- Entonces haz lo que tengas que
hacer- susurro el niño.- Yo te perdono.
Sean saco el puñal hecho con un
hueso de ángel y piel de demonio que le había
entregado Kamael, tutubeo un momento, pensó de nuevo en Sara y su destino, cerro los ojos y enterró el puñal al niño justo en el cuello. Tal como el ángel
se lo había dicho no hubo sangre
Sean lo puso de nuevo en la cama,
como si estuviera durmiendo. Le beso la frente y le pidió perdón. Cuando estaba levantando su
cabeza el niño susurro: “Ellos no la
tiene, ella ya esta abajo, sólo te están usando” El pequeño suspiro y luego
no paso nada más.
Sean se acercó a la venta para
salir, se sentía cansado, le pesaban las entrañas y una culpa inmensa le
trepaba por la garganta mientras la ira le desgarraba el pecho. Cuando empezó a
llorar una lluvia de sangre cubrió la ciudad. El hijo de ángel había muerto y
el Perro del Cielo corría a esconderse.
Imagen tomada de Escalofrios. com
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