domingo, 13 de enero de 2013

Los Perros del Cielo (Heaven's Dogs) 1


No lo haré! –Le grito Sean a la figura al otro lado del confesionario- Se supone que debo hacer cosas buenas, no estas monstruosidades.

-Eres un Perro del Cielo, es tu trabajo, no importa si es un demonio que decapita vírgenes o un niño no nacido, si yo te digo que lo mates, tú lo haces sin chistar –Contesto la figura del confesionario- ¿O es que quieres terminar tu trato?

El piso bajo los pies de Sean se separo para mostrarle a través de una grieta el calor, el fuego; dejar escapar los lamentos de millones de almas atrapadas y las risas de criaturas que nunca habían sido vistas por los ojos de los hijos de Dios.

-No, no quiero – Susurro Sean- Iré.

Sean, salió del confesionario, atravesó la multitud que salía de misa y se perdió en las callecillas del pueblo. Kamael lo vio alejarse, tampoco el gustaba esta misión, pero no pondría en peligro a su Padre y a sus hermanos; además para que hacer el trabajo de un hombre si puedes enviar a un perro a hacerlo. Una niña lo vio parado y tiro de la camisa de su madre: “Mira mami, un ángel”  Pero cuando la madre volteo, la figura de cabello gris y ojos color zafiro se había desvanecido dejando tras de si una pluma blanca.

La noche cayó  como una roca, no había estrellas ni luna y ninguna nube rasgaba el firmamento. Sean se escabullo bajo la habitación, escucho un momento: no había movimiento. Se impulso y entro y por la ventana entre abierta. En la habitación había un niño de cabello blanco y ojos purpura, acurrucado en una cama de sabanas azules, se movió un poco y se sentó atento a la figura de Sean.

El pánico los invadió a los dos, pero ninguno grito.

-¿Vienes de parte de ellos?-Pregunto el niño.- ¿Los amigos de mi padre?

-No –Contesto Sean- Vengo de parte del Hermano Mayor.

- Oh-Suspiro el niño- Ya se a que vienes, he escuchado sus conversaciones. Dicen que soy malo, pero se lo pregunte a mamá y ella dice que no los soy.

- Tu no eres malo, el malo es tu padre – Sean casi llora- Pero en este mundo son los hijos lo que pagan los pecados de sus padres.

-¿Quién es Sara?- pregunto el niño- Dicen que si no haces caso la dejaran caer.

-Ella es mi hermana, esta en el cielo –Sean sintió un apretón en el estomago al recordar el lugar donde dejarían caer a Sara si no hacia lo que Kamael le pidiera.

Sean se acercó y se sentó en la cama del niño, este se levanto y se sentó en sus piernas; luego para sorpresa de Sean lo abrazo por el cuello. Pasaron así unos minutos.

-¿Por qué?- Pregunto el niño- ¿Es que no pueden hacerlo solos sin meterte a tu hermana y a ti en el medio?

-No- Respondió Sean pensado cuidadosamente lo que iba a decir y lo que iba a pasar a continuación- No pueden hacerlo ellos porque tu madre, que te quiere tanto, te bautizo y ellos no pueden lastimar a los hijos de Dios, por eso me envían a mí: un perro del cielo, para hacer el trabajo sucio de Dios.

- Entonces haz lo que tengas que hacer- susurro el niño.- Yo te perdono.

Sean saco el puñal hecho con un hueso de ángel y  piel de demonio que le había entregado Kamael, tutubeo un momento, pensó de nuevo en Sara y su destino, cerro los ojos y enterró el puñal al niño justo en el cuello. Tal como el ángel se lo había dicho no hubo sangre 

Sean lo puso de nuevo en la cama, como si estuviera durmiendo. Le beso la frente y  le pidió perdón. Cuando estaba levantando su cabeza el niño susurro: “Ellos no la tiene, ella ya esta abajo, sólo te están usando” El pequeño suspiro y luego no paso nada más.

Sean se acercó a la venta para salir, se sentía cansado, le pesaban las entrañas y una culpa inmensa le trepaba por la garganta mientras la ira le desgarraba el pecho. Cuando empezó a llorar una lluvia de sangre cubrió la ciudad. El hijo de ángel había muerto y el Perro del Cielo corría a esconderse.  


Imagen tomada de Escalofrios. com

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