El sonido de los nudillos contra
el cristal la despertó en medio de la noche; era claramente el golpeteo de
alguien que quería llamar la atención. Se recostó de nuevo en la almohada: vivía
en un sexto piso, era evidente que nadie podía estar tocando a la ventana. El ruido
se repitió de nuevo, tres firmes golpes contra el cristal que resonaban en todo
el cuarto.
Laura se sentó en el borde de la
cama con la cabeza entre las manos, llevaba ya dos noches de insomnio y esperaba
poder dormir hoy. “Tal vez alguna polilla esté pensando en entrar a la caza y
se esté chocando contra el vidrio” pensó para tranquilizarse un poco.
Repentinamente el golpeteo se hizo más melódico tres golpes seguidos una pausa
y dos rápidos golpes de nuevo, otro silencio y de nuevo los tres golpes.
Laura se posó frente a la ventana
con las cortinas cerradas, esperando ver alguna sombra proyectarse desde el
exterior de su apartamento, pero afuera sólo se movía el viento en pequeños
remolinos que arrastraban envoltorios de comida y hojas secas. Los golpes se
hicieron más fuertes, hasta producir el sonido que delata un cristal rompiéndose
y cayendo estrepitosamente sobre el suelo. Fue en ese momento que Laura se dio
cuenta que los golpes y los vidrios rotos provenían del espejo al otro lado del
cuarto.
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