Ya la habia visto muhas veces en el autobus, le encataban sus ojos grises, sus labios de fresa, su piel blanca como la nieve y su cabello negro como la noche. Era alta, delgada y con curvas pronunciadas, él siempre le cedia el puesto y mientras ella se sentaba una rafaga de aire dulce se adentraba en sus pulmones. Él la deseaba, como jamás habia deseado a nadie.
Jamás le dijo nada, hablar no era lo suyo no se imaginaba ningun tema de conversacion cerca a ese penetrante olor dulce. Tan tentador, tan embriagante, tan sutil y profundo, se imagino que asi debia actuar el canto de las sirenas, atrayendolo cada vez a una muerta horrible.
Y tal y como Ulises, se acerco a ella y cuando no pudo soportarlo mas la siguio y la sumergio en la obscuridad de un callejon. ¡Que tragica y caprichosa suele ser la vida!,cuantos resultados inesperados yacen a la vuelta de cada esquina: nadie le dijo, nadie sabia, nadie sospechaba que el hombre que dogmaticamente cedia su puesto a la dama no era un caballero, sino un licantropo y mucho menos que no la deseaba por su cuerpo, sino por el olor, el enviciante olor de la comida fresca.
En un unico acto de piedad le rompio el cuello con rapidez y se dispuso a disfrutar de su carne, pero la vida no solo juega con los mortales; sus ojos grises eran en realidad lentes de contacto que escondian ojos negros, sus labios de fresa infestados de colageno y labial, la piel blanca eran en realidad una solida capa de crema y polvo y su cabello era la mas perfecta capa de tinte jamas vista y para el dolor del inmortal el olor era una mezcla de cosmeticos, sudor y colonia.
Abandono el cadaver, habia sobrevivido 500 años pero no se habia acostumbrado al olor de la belleza plastica.
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