domingo, 5 de agosto de 2012

Comezón


Desde que tenia memoria le había picado la mano izquierda, era un escozor caliente y hormigueante que caminaba en la palma de su mano. Con el tiempo aprendió a ignorarlo, hasta el punto en el que podían pasar semanas enteras sin rascarse. Pero la molestia estaba siempre allí.

Cuando cumplió los 25 su vida estaba resuelta, se había posicionado como el jefe local de una gran empresa multinacional, había entablado una relación con una joven arquitecta de la ciudad y su salud no había tenido quebrantos en 15 años. Pero cuando menos esperas las cosas es cuando suceden.

El cielo se hallaba despejado y las cigarras cantaban su triste melodía al frio viento nocturno cuando un calor hormigueante interrumpió su sueño; la comezón de su  mano se hizo tena intensa que casi se arranca la piel tratando de rascarla, no pudo calmarla, así que paso media noche con la mano en un balde lleno de agua.
A la mañana siguiente, en la gran junta de inversionistas, tuvo que interrumpir su discurso para rascar su mano, hasta que le saco sangre, aunque el escozor no se iba sí lo hacían los accionistas ante tan sangriento y extraño suceso.

Esa noche tampoco pudo dormir, el calor y el hormigueo continuaron incluso bajo el agua helada. Cuando saco su mano a la mañana siguiente era una masa sin piel, palpitante, caliente y picante. Se cubrió la mano y se fue a trabajar sin haber dormido una sola hora. Sus empleados insistieron en llevar lo e Urgencias y muchos de ellos cuestionaban su salud mental tras alejar a la mayoría de inversores el día anterior.
Los doctores no encontraron nada inusual que pudiese explicar la comezón y uno de ellos sugirió que estaba trabajando demasiado, pero él pudo ver cuando claramente escribía en su libreta la recomendación de visitar un psiquiatra.

Esa noche cuando su pareja se reunió con el y empezaron el  siempre deseado acto del amor, él tuvo que cortarlo de manera repentina, a las puertas de l orgasmo, cuando su mano ardía en comezón, calor y hormigueo. La ira de ella y la falta de sueño sólo sirvieron para despertar su odio hacia la mano.

Tarde es noche, un superior lo llamo, diciendo que se había enterado de su visita al hospital y de las opiniones de los doctores, así que le daría una licencia hasta que se sintiera mejor. Pero los días pasaron con ardor, calor y comezón y sin llamado de la oficina; aparentemente la licencia se hizo permanente. Ella tampoco llamaba y el sueño tampoco acudía solo el hormigueo de la mano. Para el día 23 se hizo insoportable, había perdido su trabajo, su novia y su salud, por culpa de esa maldita mano.

En la tarde del 25 de ausencia al trabajo un policía entro en la casa, pues nadie había sabido de él. Todo lo que el oficial encontró fue un hombre delgado como un hilo y pálido como el papel recostado sobre un gran charco de sangre junto a un trozo de carne que en algún momento debió de haber sido una mano izquierda.
Mientras el personal del hospital discutía que hacer con el individuo, que había sobrevivido por pura suerte. En la habitación, él despertó cuando un escozor caliente y hormigueante que caminaba se extendía a través de su rostro.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario