Estaba cansado, le dolía el vientre y sentía los ojos secos;
la luz fluorescente del recinto hacia que
le palpitara la cabeza. Busco a tientas la sabana, pero no la encontró, así que
se levanto desnudo de la cama y recorrió la habitación hasta que la encontró doblada
en un asiento. Se la llevo con él y se recostó de nuevo, tapándose todo el
cuerpo con la esperanza de poder volver a dormir.
Cuando el forense entró a la habitación se sorprendió al
borde del infarto; podría jurar que había dejado descubierto el cadáver.
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