miércoles, 27 de mayo de 2015

Hilo.


Y es que el alma va unida al corazón por un hilito de sangre, tal vez sea por eso que algunos nos morimos de a gotitas, con un hilito que se deshilacha con el trajín de la vida diaria, que se estira y se arruga en una madeja carmesí que nos hace poner rojas las orejas o se nos cae de la cara hasta las rodillas. El largo de este hilo y su grosor varía de persona a persona, de país a país, de año en año. A veces el hilo se corta, a veces el hilo lo rompen, a veces uno mismo se lo arranca.

Este hilito suele anudarse en el hilo de otra persona, a veces salido en medio de un suspiro y en ocasiones se hacen nudos enredados con la lengua en un beso bajo un farol. Y así como se anuda, se desanuda o se revienta de tanto tirar cada uno para su lado; el problema viene a ser cuando el hilo se rompe más cerca de uno que del otro, y queda alguien con un hilo incompleto y la otra persona queda andando por la vida con un pedazo de uno.

Así como el hilito se enreda, se deshilacha, en medio de sustos, deudas, uno que otro cigarrillo, amarrado a una lata de cerveza y a veces, el hilito amarrado a un cuchillo o una bala. Este hilo también puede salir disparado por la boca cuando a uno lo atropella un auto, se cae por una ventana o le dicen cuanto debe en el banco.
Y es que uno también puede sentir el hilito, lo puede saborear al fondo del paladar, escapándose por la nariz o como escurriéndose por el oído. También se puede sentir cuando se anuda en el pecho o se atranca en la garganta, incluso hay algunos pervertidos que lo sienten por allá en el vientre, haciendo un ovillo.


En esas personas que ya tiene el hilo muy delgado –o yo que sé, los textiles no son mi fuerte –el hilo se revienta y se escapa por la boca en las noches de estrellas titilantes o en medio de una tos que envuelve a la gente en la amoratada muerte. Cuales fuesen los motivos para que el hilo se rompa, al final todos quedamos en lo mismo: Un corazón descolgado y alma suelta. 

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