sábado, 23 de mayo de 2015

Reflexiones de Cementerio.


Algo que hago en cada ciudad a la que voy de vacaciones –aunque no es algo que les recomiende a todos los turistas –es visitar el cementerio local. Ya sea por una costumbre morbosa o una extraña perversión que no quiero discutir; es inevitable para mi ver como tenemos la costumbre universal de morirnos, sin importar la edad, el sexo o la causa, y como lidian las comunidades con el producto final de la muerte: los envoltorios desprovistos de esencia que guardan más dignidad que la que tenían sus amos en vida.  

Si he llegado a alguna lección en esta travesía mortuoria, es que irónicamente son las tumbas majestuosamente adornadas las que más me entristecen. Al ver una tumba reseca, rodeada de maleza y polvo; con el nombre y las fechas ya borrosas, surge en mi un extraño sentimiento de paz, pues independientemente de lo que se oculte al interior del panteón, los vivos han continuado con sus asuntos y el difunto puede descansar. Pero aquellas tumbas relucientes, rebosantes de flores frescas muestran que hay muchas personas atrapadas en ellas: madres atadas con cadenas de dolor a los despojos de un hijo que nunca llegó; amantes rompiendo su promesa y siendo fieles más allá de la muerte, hijos arrepentidos que se castigan duramente o niños inocentes que esperan el despertar de una madre ya fallecida. Estas ultimas me molestan de sobremanera, pues me dicen que es el cuerpo –y sólo el cuerpo –quien define la existencia de las personas; que una vez después de muertos, seguimos atrapados en una bolsa de carne a medio podrir, escuchando como la vida de algunos se estaciona de apoco por nuestra causa.


A nivel personal no creo en la muerte, es evidente que partimos, que dejamos este contenedor para no regresar al mismo estado; prefiero pensar que mi huella en el tiempo es más que 50 kilos de entrañas y uñas, prefiero ser un recuerdo que surge en medio de una llovizna nocturna, un olor atrapado en el armario, una canción vieja en la radio, una frase heredada a través de historias. Yo quiero ser algo más que un trozo de piedra al cual visitar, yo elijó ser inmortal.  

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