Detestaba a los pescadores, siempre lo habia hecho. Detestaba como olian, como se veian, como hablaban; para él eran solo ratas de mar, pues tenia la absoluta certeza que a los pescadores no tenian madres, a ellos los habia escupido el oceano. Se paró, se limpio la sangre del rostro y observo con una malevola felicidad el cadaver de la rata marina: lo habia matado a golpes, eso le enseñaria a los demas a nunca mirar a su hermana; la unica mujer de la isla. Se alejo del pequeño bosque de palmeras, disfrutando como se escurria la sangre entre sus dedos.
En la puerta de su choza habia una nota: "Me marcho con Emilio, el pescador del bote verde, la cena esta en el horno. Cariños Sofia. PD: me he casado con Emilio". La tormena estalló a su espalda y con ella la ira se libero en todas sus celulas; anhelaba la sangre de Emilio. Corrió por entre el bosque de palmeras camino a la costa mientras maldecia y gritaba una y otra vez el nombre de l diablo como si fuera un hechizo, un maleficio, una petición.
Tenia la boca seca, su mente era acosada por los demonios de los cielos, la sangre le goteaba de las garras humedas. Lanza un grito a la furia de la tempestad que se hace eterna y se funde con la noche. Al llegar a la playa puede ver como los botes sarpan al corazon de la tormenta dejandolo solo en la isla, unicamente para descubrir (muy tarde por cierto) que el diablo no era sordo
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