domingo, 31 de julio de 2011

El monstruo de Londres

Ese fin de semana que daba por terminado el mes de marzo me encontraba camino a la casa de campo de antiguo compañero de estudios. No nos habíamos hablado en años, pero el tono alarmado de su carta y su contenido despertó mi oscura e insana curiosidad arrastrándome a una serie de hechos que aún hoy turban mi mente y hacen a mi alma deshilachada estremecerse en mi interior.

El cochero de mi amigo llego el viernes en la mañana, a las ocho treinta según el reloj de mi abuelo. A primera vista era un hombre pulcro, pero tras una rápida mirada de sus uñas mugrientas y el sudor seco en la parte interna del cuello de su chaleco hicieron desaparecer rápidamente esa idea de limpieza. El cochero era un hombre frio y nada civilizado; justo antes de darme los buenos días hizo rugir desde lo más profundo de su garganta un escupitajo que arrojo hacia una pared situada en frente de mi oficina.

Era un largo viaje, de casi nueve horas desde Londres, mi ciudad de origen, hasta la pequeña villa donde vivía mi amigo. El repúgnate cochero no me dirigió la palabra, por fortuna, en todo el viaje; lo cual me dio tiempo para reflexionar sobre la carta de amigo.

“Querido Johan.

Me encuentro en un serio problema que amenaza mi futuro económico y tras consultar a varios expertos sólo me queda pedir tu consejo. Por favor ven a mi casa de campo este fin de semana, pues tu presencia es lo único que me garantiza una respuesta satisfactoria.

Mi cochero personal irá por ti el viernes en la mañana, si decides no venir al menos envía una nota con él.

Saludos
Richard”

Esa carta había despertado mi curiosidad y de ser sincero, también deseaba pasar un fin de semana lejos del trabajo.

El carruaje daba giros cerrados por los montes escarpados y salpicaba en los arroyuelos de los campos, un olor a flores silvestres y a pasto se colaba por las ventanas de mi vagón seguidas del sonido de la garganta agria de mi chofer.

El reloj de mi abuelo dio las cinco de la tarde cuando la voz agria del cochero anunciaba que habíamos llegado. La casa se ocultaba tras un gran pino y un arroyo que bordeaba la colina tras la cual se erguía, era norme debía contar con al menos veinte habitaciones y una infinidad de corredores, cocinas y salas de estar, tras la casa había un establo donde se escuchaba el relinchar incesante de al menos veinte caballos. No me imaginaba a mi amigo con problemas económicos.

-¡ Johan!- mi amigo gritaba desde el porche de su mansión- has aceptado mi invitación, mi corazón está lleno de dicha.

-¡Richard!- respondí con entusiasmo- ¿Cómo iba a negarle algo a mi mejor amigo?
La imagen de Richard que guardaba en algún lugar de mi mente se deshizo al ver al hombre acercarse a mí: el Richard de mi mente tenía el cabello rojizo y la cara llena de pecas, no era más alto que yo, pero mucho más flaco y permanecía siempre bien afeitado; el hombre que venía a mi encuentro tenía el cabello de color sangre que encontré repúgnate, las pecas se habían desvanecido y ahora debía medir dos metros, tal vez más, sus brazos eran enormes, cada una debía ser casi de mi tamaño, durante un segundo me invadió el pánico al saber con increíble certeza que podía aplastar mi cabeza con una sola mano si así lo deseara. Grandes ojeras se extendían bajos sus ojos grises, como si tuviera puesto un antifaz, me sonrió al ver mi expresión de estupefacción dejándome ver una centellante sonrisa de blandas perlas bajos sus rojos y delgados labios.

-¿Has tenido un viaje agradable?

-Ha sido un estupendo viaje, gracias por invitarme a tu casa.

Lo seguí a través del laberinto de corredores que era su casa hasta una amplia habitación, más amplia que mi estudio en Londres y la habitación que usaba como casa, la pared norte de la habitación era un enorme ventanal que daba hacia un gran árbol del cual no podría decir su especie, tras el árbol se extendía un bosque y junto al bosque había una laguna donde el caballo que había traído saciaba su sed.

-¿Estarás cómodo aquí o deseas otra habitación?

- Es perfecta, gracias Richard, pero no he venido de vacaciones- casi me rio ante esa idea- he venido a ayudarte.

La mirada de mi amigo se ennegreció un momento, pero luego regreso a la normalidad, me guió hasta una sala, me ofreció una silla mientras él acomodaba su enorme ser en sillón. Tras un café que nos trajo su mucama empezó una narración que en retrospectiva me hiela la sangre y desata los gritos en mi garganta que acallo de a poco al recordar la sonrisa confiada de mi amigo.

-“Johan, mis problemas iniciaron hace tres años cuando compré esta propiedad. La escogí por sus bosques y porque son una zona de caza perfecta. Veras hace tres años en la temporada de caza estábamos persiguiendo a un animal enorme, llevábamos días tras su pista y una noche lo vi trepando el gran árbol que hay afuera de tu cuarto. A la mañana siguiente lo vi una sombra bajando así que esa noche preparamos a los hombres para matarlo al día siguiente, pero no regreso al árbol. Así que nos adentramos en el bosque y yo me aleje del grupo buscando el sendero que usó para bajar del árbol.

Había caminado sólo unos pasos cuando encontré sus huellas, ¡rayos eran enormes! Así que decidí seguirlas, unos veinte minutos de caminata después las huellas se detuvieron al borde de un despeñadero, la noche caía muy rápido y pensé en regresar cuando una rápida ráfaga de aire caliente me golpeo en el cuello y pude sentir- su voz se entrecorto un momento- pude sentir como sus bigotes rozaban mi nuca y entonces esa cosa me lamio tras la oreja, la saliva caliente y espesa vino seguida de un terror absoluto, no pude gritar ni correr, sólo pensé en que me iba a matar, comer mis restos y luego regresaría al árbol. Yo no había estado cazando esa cosa, ella me cazó a mi”

Suspiro un momento y yo trague sonoramente, me tenia al borde de mi asiento pues hace tres años yo estaba en sus misma condiciones, sólo que yo sabía que era un león macho que yo llevaba estudiando y que en dos segundos uno de mis guías le voló la cabeza con una escopeta.

-Entonces ¿Qué paso después?- pregunté, mi curiosidad iba a hacer que me estallara la cabeza.

-No sé- dijo Richard mirando algún punto sobre mi cabeza.

-¿Qué quieres decir?

-Desperté tres días después en mi cama, me contaron que escucharon un rugido y cuando fueron a ver me encontraron en el fondo del despeñadero, me subieron e hicieron venir al doctor que nos acompañaban. Lo que sea que me atacó me rompió las piernas, las costillas el brazo derecho y me dejos el brazo izquierdo colgando de mi cuerpo, pero no le hizo nada a mi cabeza, sólo estaba jugando con migo. Después de eso cada dos semanas regresa al árbol al anochecer cargando vacas y ovejas muertas y luego baja sin nada minutos antes del anochecer está acabando con mi ganado y ahuyentando a mis empleados. Tu eres biólogo Johan, necesito que me digas que es y como lo mato.

-Aun no lo he visto y por lo que me has dicho tú tampoco lo has visto bien, así que aun no puedo decirte que es.

Mi amigo sonrió abiertamente, se bebió su café de un solo trago y me dijo con tono de mofa:

-Ya anocheció, seguro lo veras subiendo y bajando del árbol.

Me llevo de nuevo a mi habitación y mientras me preparaba para dormir escuche un rugido que venía del bosque seguido de una sombra que trepaba el árbol cargando lo que parecía ser un caballo. A lo lejos resonó la risa de mi amigo mientras mi corazón se debatía entre latir hasta estallar o callarse para siempre.












imagen tomada de Escalofrios.com

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