viernes, 8 de julio de 2011

Gorgonas

El ultimo rayo de sol se colaba entre los viejos edificios mientras le abría paso a la inmintente noche. El resonar de sus tacones se asemejaba a pequeños truenos que resonaba en cada callejón y grieta de la ciudad. Ella era morena, con encantador tono caramelo y el cabello recogido al interior de elegante sobrero de diseñador, el traje rojo resaltaba sus curbas pronunciadas.

Al cruzar una esquina llamó la antención de tres hombres que atraidos por su belleza no tuvieron el menor discimulo a la hora de seguirla; guiados por el ruido de sus tacones y la sombra del fino sombrero.

Era fácil, como guiar ganado a travez de un pasillo, todo era muy predecible, como el sol saliendo cada mañada un giró más y todo estaría completo.

Ella dobló una esquina entrando a un callejó si salida. Los tres hombres la miraron y notaron los grandes lentes que cumbrian su rostro, eran negros como gotas de petróleo suspendidas en un marco muy degaldo.

Uno de ellos se acrcó y froto su mano contro el rostro de la mujer, ella se retiro dos pasos hacia atras lo cual generó el ambiente qeu los hombres buscaban, la tocabán de manera susgestiva; ellos reían mientras ella buscaba una salida. Pero todo el jeugo terminó cuando uno de lso hombres derribó si costoso sombrero.

Bajo los primeros rayos de luz provenientes de un farol cercano se revelaron unas serpientes, cobras, corales, mambas negras; serpientes de todos los colores y de todo el mundo hacian aparición sobre la cabeza de la mujer, quien con toda calma se retiró los lentes de la cara para dejar ver unos blancos: los ojos de una gorgona.

Los hombres quedarón petrificados, esattuas con un grito de horror atascado para siempre en sus gragantas."Era fácil, como guiar ganado a travez de un pasillo, todo era muy predecible, como el sol saliendo cada mañada" pensó para si misma, bebió la sangre que aún corria por los canales que alguna vez hubieran sido venas en la carne de aquellos grotescos seres.

Adormeció a las serpeintes con su canto y las ocultó bajo el fino sombrero de diseñador, se colocó los lentes de petroleo nuevamente y se alejó del callejó. Sin rumbo y sin sed.

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