En la obscura sala de cine, no se
encontraba una sola silla vacía, el aire estaba lleno del olor de palomitas
viejas y soda derramada. La película, una de esas melosas predecibles corría en
la pantalla descoordinada con el sonido que
salía de los parlantes que se erguían tras la ultima línea de asientos. Era la
cuarta semana consecutiva que la sala mugrosa y pegachenta se llenaba mientras
la película cursi y empalagosa se proyectaba incapaz de seguirle el paso a las
palabras que brotaban en la oscuridad. El único motivo por el que la sala
llenaba era que esta, fue la cuarta semana en que una ronda completa de parejas
enamoradas, encontraba en la sala dulce, el lugar perfecto para amar.
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