viernes, 7 de marzo de 2014

Día 35: Guerra.

Como pequeñas batallas perdidas, olvidadas en medio del silencio, como cadáveres de soldados escondidos en el armario y entre las sabanas. Así es mi casa, un gran campo de batalla mudo, con luchas a blanco y negro que se llevan a  cabo en mi pasillo, en la concina, en la sal de estar y hasta en el baño. El problema yace en que mi enemigo vive conmigo, me despierta en las mañanas, desayuna junto mí y me acompaña a trabajar. No me deja un minuto en paz, me sigue con su mirada penetrante y con su presencia silenciosa. Y lo que me atormenta de esto, es que vivo en soledad: mi enemigo se asoma al espejo cada mañana. 

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