martes, 18 de marzo de 2014

Día 46: Remolino.

El viento soplaba de manera errática, sin una brisa coordinada, como si escapara para todos los lugares al mismo tiempo, el cabello de Maria hacía visible el recorrido del aire mientras el remolino se agitaba a lo lejos. "Sólo la sangre pura calmar a la bestia" había dicho el anciano adivino la noche anterior en medio de un trance denso como neblina.

Maria se acerco a la bestia mientras Miguel le gritaba que regresara al refugio, que el anciano sólo estaba loco, él no se aventuraba a buscarla por los escombros que volaban por los cielos. María se desvanecía en una nube de polvo y basura que se levantaba a la par del tornado.

Pronto una columna de sangre se levantó tiñendo el cielo de rojo y haciendo ver al remolino como una gran vena palpitante que unía, cual cordón umbilical, cielo y tierra. La tempestad termino casi tan pronto como terminó, y de María sólo quedó una leve llovizna de sangre que riega el rostro estupefacto de Miguel

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