domingo, 9 de marzo de 2014

Día 37: Mar.

El mar estaba tranquilo, parecía una masa solida e inquebrantable bajo el cielo estrellado, iluminado sólo por una fracción luna, puntiaguda hasta al punto que parecía que pudiera rasgar el firmamento. El barco permanecía quieto, y el capitán empezaba a sospechar que ya no se movían un sólo centímetro a ningún lugar y a pesar que los marineros celebraban la calma, el anciano lobo mar estaba expectante, con el revolver en la mano.

"Capitán, ¿que le pasa?" Pregunto su joven aprendiz. El anciano retiró la pipa que fumaba de sus labios y todos los otros tripulantes se dispusieron a escuchar. "Cuando era un aprendiz de marinero, me embarque en un viaje a los mares del norte, todos habíamos escuchado la historia del Kraken, un monstruo que devoraba barcos, pero esas historias eran muy viejas. Y como es natural en las historias viejas, se pierden detalles; en fin, esa noche el barco se estaciono, como si estuviera en tierra y un hombre saltó hacia la proa, todos fuimos a ver: era un sujeto alto y fornido, como de dos metros y brazos tan gruesos como el mástil. Nos dijo que estábamos en territorio del Kraken y que debíamos irnos, mis compañeros se rieron, pero yo no dejaba de preguntarme de donde había salido ese tipo"

El capitán tomo una pausa y escucho el silencio, luego llevo la pipa de regreso a su boca y continuo: "¿Quien es usted? le pregunte al extraño y él respondió: <<Soy el jinete del Kraken>> en ese momento el agua se agito como si el océano entero quisiera alcanzar la luna y entre las sombras, salieron un par de ojos brillantes como bolas de fuego y grandes como la cabina del que fue mi capitán hasta ese día. El barco estalló en pedazos y sin previo aviso, ¿como sobreviví? No lo se realmente pero juré que nunca más regresaría a estas aguas. Lo que no sabía era que el Kraken cambia de territorio para aparearse"

Todos guardaron silencio ante este ultimo comentario. La tensión se rompió cuando los pasos de un hombre resonaron en la proa, entonces el capitán llevo el revolver hasta su sien y disparó, mientras el pánico se apoderaba de cada integrante del barco, el aprendiz de capitán vio por al pequeña ventana del barco como veinte pares de ojos grandes como la cabina y brillantes como bolas de fuego, centelleaban bajo el mar, ahora inquieto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario