El
hombre se sentó en las ultimas filas de la iglesia, mientras veía al Padre
levantar el cáliz y dar gracias al cielo, todos los fieles bajaron la cabeza
mientras el obispo bebía un sorbo de vino y se relamía en un gesto discreto; al
ver esto la mirada del hombre en la ultima fila centelleó un segundo.
El
hombre hizo un gesto hacia la final de la misa y señalo el cubículo del
confesionario, al cual el cura ingreso minutos después.
"Perdóname
padre, pues voy a pecar, pero todo será en nombre de Dios" dijo el hombre
en cuando la ventana del confesionario se abrió para dejarle ver la cara del
cura. El obispo entornó sus ojos "¿Que?" preguntó el anciano.
"Yo
lo conozco, padre y se que no ha abandonado sus vicios" El cura se alarmó
y al tratar de levantarse sintió una punzada en el pecho: entre las tablas del
confesionario de deslizaba una espada delgada que lo atravesaba de lado a lado.
"Sé que usted sigue bebiendo sangre y no sólo la sangre de Cristo"
Un
olor a gasolina llenó la túnica del sacerdote mientras el hombre misterioso
salía del lugar arrojando un fósforo encendido. Los gritos del clérigo
inundaron la iglesia, gritos desgarradores y agudos que no podían ser fruto de
una garganta humana. Mientras los fieles se acercaban curiosos y temerosos a la
cabina humeante, un hombre de traje salia cabizbajo de la iglesia, ser cazador
de vampiros era algo que empezaba a aburrirle.
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