viernes, 14 de marzo de 2014

Día 42: Verde.

El aeropuerto estaba rebosante, desde elegantes hombres y mujeres de negocios que habían invertido varios meses de salario en costosos trajes que se arrugarían durante el vuelo y turistas hablando en lenguajes extraños, con camisetas propias del modelo capitalista que reinaba en el imperio del aire.

Francisco esperaba su vuelo, deseaba ver a su novia desde hace años, se habían conocido por correspondencia y al fin era de conocerse. Llevaba dos horas esperando que la pantalla de la sala mostrara la llegada del avión retrasado. La gente empezó a aglomerarse al rededor del hangar y en cuanto las puertas se abrieron una avalancha de gente penetro el punte dejando a las azafatas sin tiempo de ver detalladamente cada boleto, sólo miraban si era el vuelo correspondiente.

En medio de la multitud, una anciana tiró de la camisa de Francisco y le pidió con cortesía y vergüenza su boleto de avión; él, intrigado y como en medio de un sueño estupuroso se lo entregó y se quedó viendo como la anciana entraba en el avión.

El avión despego sin que nadie notara el cambio de ultimo momento, pero al momento de aterrizar, una de sus ruedas se reventó en un lugar de la pista donde yacía una extraña mancha verde, producto de una sustancia viscosa y desconocida.

El accidente no dejo ni una persona que contara los últimos trágicos minutos del vuelo, pero en cuanto los medio supieron de suerte real del joven Francisco, cientos de reporteros hicieron fila fuera de su casa buscando respuesta a la misma pregunta: ¿Que lo había llevando a entregar su boleto en la puerta del avión? Y él sólo pudo responderles: "La anciana que me pidió mi boleto, tenia una extraña mancha en ojo izquierdo, una mancha verde, que parecía ser de apariencia viscosa"

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