El bar
estaba prácticamente desierto, el cantinero contaba las ganancias de la noches
mientras un reloj de pared se preparaba para alinear sus manecillas; eran las
3:31 am.
Dos
extraños seguían sentados ante la barra, uno fumaba un cigarrillo y el otro
terminaba una cerveza, ya tibia de tanto esperar. "¿Y que lo trae por
acá?" preguntó el hombre del cigarrillo. "No es por presumir, pero
vengo a buscar a una muchacha guapa, ¿y a usted?" le contesto el otro
hombre, notablemente ebrio.
"Negocios, nada
más. ¿Que tiene de especial esta muchacha?" El hombre dio una larga
aspiración a su cigarrillo y luego dejo salir una bocanada de humo desde su
boca de chimenea. "La muchacha no tiene nada de especial, pero el padre
tiene como 35 millones de cosas especiales, si usted me entiende" El
hombre terminó la bebida y se quedo mirando el vaso con gesto melancólico.
"De
donde vengo hay dicho << Si el árbol esta cargado, toma la fruta aunque
este verde, no sea que te quedes sin frutas maduras>> El ebrio lanzo una
sonrisa a la nada, recordando memorias de humo. El acompañante tomó el
cigarrillo sobrante y lo aplastó contra la barra. "Bueno, de donde yo
vengo también hay un dicho <<Te veré en el infierno para la cena>>
Inmediatamente desenfundó su revolver y en un ágil movimiento vació todo su
cargador contra el hombre que caía hacia atrás en un mar de sangre rebajada en
cerveza.
El
cantinero elevó loa vista y vio cuando el hombre guardaba su arma, negó con la
cabeza y dijo "Dile a tu patrón que hay maneras mas fáciles de alejar a
los caza fortunas de su hija, o al menos que no los cite a este bar" El
hombre del revolver se puso de pie asintiendo con la cabeza y despidiéndose con
un "hasta mañana"
"¡No
puedes dejar al muerto aquí! ¿A donde vas?" preguntó alarmado el
cantinero; el hombre se volvió brevemente dejando ver unos ojos centelleantes:
"Voy a cenar" y continuo su camino. Mientras partía el reloj logró su
cometido: 3:33 am.
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