El auto empezó a emitir gritos de agonía, como una tos húmeda que
atravesaba el campo. Viernes oprimía con fuerza el acelerador en un desesperado
intento de continuar en movimiento, pero el auto falló y con prolongado susurro
se apagó en medio de la noche.
Viernes continuo accionado la llave y oprimiendo los pedales sin ningún resultado;
salió del auto a al tormenta, una lluvia delgada y constante bañaba el bosque y
sus al redores. Encendió un cigarrillo para tratar de calmarse, pero la lluvia
no le permitió tomar siquiera el primer bocado de humo. “Perfecto” pensó para
si. Abrió el motor del auto, pero todo estaba lleno grasa y suciedad; además no
tenia ni la mas mínima idea que debía buscar.
Tomó su celular ¿A quien iba a llamar? Estaba demasiado lejos de casa
para que alguien fuera por él, no era una emergencia así que la policía no era
una opción. “¡Un momento!” la epifanía vino a él “La vieja gasolinera, ese
idiota me dio una tarjeta” Salto de regreso al auto, allí, tirado en el piso
mugriento del auto estaba el trozo de papel que iba a sacarlo de ese lugar.
Una gran paz invadió su cuerpo cuando el teléfono al otro lado del
celular empezó a replicar y la voz de un joven respondió al otro lado. Después
de dar las indicaciones y hacer un cometario sobre una jugosa propina, el
encargado le aseguró que una grúa iba a su encuentro.
Viernes salió de nuevo del auto, estaba entumecido por el frio y no
quería estar bajo la lluvia; pero tenía muchas ganas de fumar y si Melissa olía
aunque fuera un poco a cigarrillo en el auto…Bueno, prefería estar bajo la
lluvia que enfrentar esa furia. Un sonido que se había estado camuflando bajo
el golpeteo del agua contra el pavimento
salió a la luz: alguien estaba llorando al interior del bosque.
Viernes guardó su caja de cigarrillos y gritó al monte “¿Hay alguien
allí?” pero el llanto continuaba. Viernes se adentro entre los arboles, vigilando
su auto cada tanto; el llanto se hizo mas intenso y mas inhumano, un terror
frio le recorrió el estomago; sin embargo la curiosidad lo impulso a continuar.
En medio de un pequeño claro, había un criatura casi humana, acuclillada
con una cola larga y peluda enroscada alrededor de sus patas, mientras en sus
garras sostenía un trozo de carne que parecía hacerse arrancado a si mismo del
pecho. La criatura lloraba afligida, ofreciéndole al bosque su dolor y su
sangre a la tierra.
Viernes retrocedió lentamente, estaba aterrado; se llevo las manos a la
boca mientras intentaba retirarse sin ser visto, pero tropezó con el follaje
espejo y calló sentado a la tierra. La criatura se percató de su presencia y levantándose
torpemente se dirigió hacia él. Viernes intentó arrastrarse lejos de manera
desesperada, pero esa cosa era más rápida: lo atrapo por una pierna y lo haló
hacia su cuerpo deforme. Parecía un perro que hubiera sido arrollado por los
autos, era grande y olía pelo mojado y lodo podrido.
Le olfateo el rostro, mientras emanaba un aliento cálido que olía a
sangre seca; tras unos segundos que parecieron contener cien años, la criatura
levanto su garra y le hizo un corte profundo en brazo; luego introdujo la garra
en su pecho hueco y ungió en la herida recién
abierta una sustancia ardiente y pegajosa.
La criatura se levantó de repente y lanzó un grito desgarrador que se extendió
por el monte. Viernes se lanzó a correr por entre los arboles hacia la
carretera, sentía que las sienes le iba a estallar y que el pecho se le llenaba
del agua de lluvia. Las luces de un auto lo hicieron detenerse: era la grúa.
-Oiga, ¿Qué le pasa? –Dijo un hombre tras el volante del auto -¿Esta
bien?
-¿Qué? –Viernes se vio reflejado en el parabrisas del auto: estaba todo
empapado, pálido y sucio; cuando volvió la mirada al bosque se dio cuenta que
no lo estaba persiguiendo. Nadie iba a creerle, tal vez lo tomarían por un loco
peligroso –Sí, estoy bien, sólo me caí en el monte buscando ayuda.
-Bueno, súbase mientras engancho el carro, no sea que se enferme –Dijo el
conductor.
Viernes subió a su auto, sentía como la fiebre se desenvolvía, como una
espiral desde su brazo ¡Su brazo, esa era la prueba que algo había pasado! Pero
cuando recogió su manga, no había nada, la piel estaba intacta. La grúa arrancó
y arrastró el automóvil de Viernes por la carretera húmeda, mientras unas gotas
más fuertes y pesadas caían sobre el parabrisas. Su fiebre aumentaba, introduciéndolo
en un sopor denso y borroso, a medida que avanzaban y la tormenta arreciaba
Viernes pudo ver por el retrovisor del auto, como una criatura que aprecia ser
un perro atropellado salía del bosque y atravesaba la carretera para entrar en la
montaña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario