martes, 24 de junio de 2014

Día 144: Criatura.


El auto empezó a emitir gritos de agonía, como una tos húmeda que atravesaba el campo. Viernes oprimía con fuerza el acelerador en un desesperado intento de continuar en movimiento, pero el auto falló y con prolongado susurro se apagó en medio de la noche.

Viernes continuo accionado la llave y oprimiendo los pedales sin ningún resultado; salió del auto a al tormenta, una lluvia delgada y constante bañaba el bosque y sus al redores. Encendió un cigarrillo para tratar de calmarse, pero la lluvia no le permitió tomar siquiera el primer bocado de humo. “Perfecto” pensó para si. Abrió el motor del auto, pero todo estaba lleno grasa y suciedad; además no tenia ni la mas mínima idea que debía buscar.

Tomó su celular ¿A quien iba a llamar? Estaba demasiado lejos de casa para que alguien fuera por él, no era una emergencia así que la policía no era una opción. “¡Un momento!” la epifanía vino a él “La vieja gasolinera, ese idiota me dio una tarjeta” Salto de regreso al auto, allí, tirado en el piso mugriento del auto estaba el trozo de papel que iba a sacarlo de ese lugar.

Una gran paz invadió su cuerpo cuando el teléfono al otro lado del celular empezó a replicar y la voz de un joven respondió al otro lado. Después de dar las indicaciones y hacer un cometario sobre una jugosa propina, el encargado le aseguró que una grúa iba a su encuentro.

Viernes salió de nuevo del auto, estaba entumecido por el frio y no quería estar bajo la lluvia; pero tenía muchas ganas de fumar y si Melissa olía aunque fuera un poco a cigarrillo en el auto…Bueno, prefería estar bajo la lluvia que enfrentar esa furia. Un sonido que se había estado camuflando bajo el golpeteo del  agua contra el pavimento salió a la luz: alguien estaba llorando al interior del bosque.

Viernes guardó su caja de cigarrillos y gritó al monte “¿Hay alguien allí?” pero el llanto continuaba. Viernes se adentro entre los arboles, vigilando su auto cada tanto; el llanto se hizo mas intenso y mas inhumano, un terror frio le recorrió el estomago; sin embargo la curiosidad lo impulso a continuar.

En medio de un pequeño claro, había un criatura casi humana, acuclillada con una cola larga y peluda enroscada alrededor de sus patas, mientras en sus garras sostenía un trozo de carne que parecía hacerse arrancado a si mismo del pecho. La criatura lloraba afligida, ofreciéndole al bosque su dolor y su sangre a la tierra.

Viernes retrocedió lentamente, estaba aterrado; se llevo las manos a la boca mientras intentaba retirarse sin ser visto, pero tropezó con el follaje espejo y calló sentado a la tierra. La criatura se percató de su presencia y levantándose torpemente se dirigió hacia él. Viernes intentó arrastrarse lejos de manera desesperada, pero esa cosa era más rápida: lo atrapo por una pierna y lo haló hacia su cuerpo deforme. Parecía un perro que hubiera sido arrollado por los autos, era grande y olía pelo mojado y lodo podrido.

Le olfateo el rostro, mientras emanaba un aliento cálido que olía a sangre seca; tras unos segundos que parecieron contener cien años, la criatura levanto su garra y le hizo un corte profundo en brazo; luego introdujo la garra en su pecho hueco y ungió  en la herida recién abierta una sustancia ardiente y pegajosa.

La criatura se levantó de repente y lanzó un grito desgarrador que se extendió por el monte. Viernes se lanzó a correr por entre los arboles hacia la carretera, sentía que las sienes le iba a estallar y que el pecho se le llenaba del agua de lluvia. Las luces de un auto lo hicieron detenerse: era la grúa.

-Oiga, ¿Qué le pasa? –Dijo un hombre tras el volante del auto -¿Esta bien?
-¿Qué? –Viernes se vio reflejado en el parabrisas del auto: estaba todo empapado, pálido y sucio; cuando volvió la mirada al bosque se dio cuenta que no lo estaba persiguiendo. Nadie iba a creerle, tal vez lo tomarían por un loco peligroso –Sí, estoy bien, sólo me caí en el monte buscando ayuda.
-Bueno, súbase mientras engancho el carro, no sea que se enferme –Dijo el conductor.


Viernes subió a su auto, sentía como la fiebre se desenvolvía, como una espiral desde su brazo ¡Su brazo, esa era la prueba que algo había pasado! Pero cuando recogió su manga, no había nada, la piel estaba intacta. La grúa arrancó y arrastró el automóvil de Viernes por la carretera húmeda, mientras unas gotas más fuertes y pesadas caían sobre el parabrisas. Su fiebre aumentaba, introduciéndolo en un sopor denso y borroso, a medida que avanzaban y la tormenta arreciaba Viernes pudo ver por el retrovisor del auto, como una criatura que aprecia ser un perro atropellado salía del bosque y atravesaba la carretera para entrar en la montaña.

No hay comentarios:

Publicar un comentario