La hoja en blanco, la enemiga de muchos escritores, es para mi una aliada, el mundo que se abre con sus infinitas posibilidades. Mientras muchos ven a la hoja en blanco como un enemigo que se debe degollar con trazos de tinta; yo la veo como un rostro para maquillar, uno que siempre regresa a mostrar su rostro en las mañanas.
La hoja en blanco me permite experimentar, rediseñarme y aprender. Mientras muchos alcanzan el éxtasis al quebrar el blanco, yo encuentro el orgasmo de la hoja en blanco y el placer de la escritura.
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