domingo, 22 de junio de 2014

Día 141: Esmeraldas.

El anciano bajaba por el camino empedrado en mientras el sol menguaba a sus espaldas. Un grupo de mercenarios salieron a su paso, pues conocían el gran tesoro que llevaba en su mochila el hombre: una bolsa de esmeraldas recién brotadas de la tierra.
Los 5 hombres salieron de entre el alto pastizal que rodeaba el camino y apuntaron sus armas listos para tomar la riqueza. "Denos la bolsa anciano y nadie saldrá herido" Dijo el que parecía ser el líder del conjunto.
El hombre, abrazó su bolsa, estaba dispuesto a morir por su contenido; aunque su vida valía menos que las balas con las que le iba a disparar, las esmeraldas valían mas que cualquier cosa sobre la tierra. Uno de los hombres do un disparo al aire para tratar de asustarlo, pero el anciano abrazo la bolsa con todas sus fuerzas; incapaz de salir a correr.
"Este no la va a entregar" susurro el mas joven de los ladrones. "Bien" dijo otro disparando al estomago del viejo "no perdamos mas tiempo entonces" La sangre del viejo empapó la bolsa y empezó a formar un pequeño charco turbio a sus pies.
Mas disparos rasgaron la tarde y tres de los hombres cayeron al piso con balas en el pecho y en la cabeza mientras los otros dos corrían despavoridos al interior del monte. Un muchacho de 15 años corría montado en su caballo para auxiliar al hombre herido.
"Haz salvado mis esmeraldas, que valen mas que mi vida" dijo el hombre ahogándose en su propia sangre; cuando el chico se acerco para escucharlo mejor, el hombre lo agarro por el brazo y usando su sangre le dibujo en la frente una seña "por mi sangre nadie podrá hacerte daño y ahora, escucha bien; por que serás el único ser de la tierra que escuche el llamado de las esmeraldas"
El joven no entendía nada, cuando la respiración de viejo termino, unas voces llenaban el aire: cientos de gritos y lamentos flotaban como nubes invisibles al rededor del muchacho, quien enloquecido cerro sus ojos y puedo determinar de donde venia el ruido. Tomo la bolsa del viejo, goteante de sangre y la abrió: la voces provenían de allí.

Era imposible, probablemente solo estaba asustado, pero se quedo con la bolsa, al fin y al cabo ya no tenían dueño. Camino a su casa pensaba en lo ocurrido, se toco la marca de sangre con la punta de los dedos y recordó el llanto de la bolsa. Un grito desgarrador, incapaz de provenir de una garganta humana resonó en el campo; contra todos los instintos, el muchacho siguió el grito, que se fue convirtiendo en un susurro: "Estas cerca, gira a la derecha, corre un poco" "lo haces bien" "mira bajo el árbol" el chico excavó unos centímetros bajo tierra y para su sorpresa; a la raíces del árbol, en medio de una bola de barro seco había una esmeralda.

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