jueves, 19 de junio de 2014

Día 139: Muelas

No podía evitar imaginar al ese dolor de muelas como un pequeño duende que se escondía en la garganta, que quedaba colgando allí con cada pastilla para el dolor, pero se las ingeniaba para regresar a abrazar a la ultima muela inferior del lado derecho.

Cansada ya de esto, decidí ir al dentista, un hombre encorvado cual signo de interrogación con un ojo desviado, como siempre estuviera observando por el rabillo del ojo derecho. La vieja silla rechinaba y lanzaba susurros metálicos con cada movimiento que daba; el hombre me indicó que me sentará en ella mientras extraía de un cajón cercano una vieja toalla de manos, llena de sangre seca. Tal vez esto no fue tan buena idea.

El hombre cubrió su rostro, enfocando su único ojo hábil en mi rostro mientras el otro ojo permanecía guardián de la puerta. Me colocó la toalla sobre el pecho y haciendo sonar aparatos metálicos a mi alrededor, sustrajo lo que parecía un pequeño taladro y puso en mi boca una pequeña sonda de succión que parecía agitarse y jadear.

El taladró lanzó su aullido al viento de la pequeña habitación antes de ir a mi boca rápidamente los gritos desesperados del duende en mi boca se esparcieron por todo el recinto mientras su cuerpo pulverizado se esparcía por boca.

Oleada tas oleada de su sangre se combinaba con la mía, producto de un pulso mediocre y una baja percepción de la profundidad de mi dentista. De apoco empezaba a encresparme en el viejo asiento, tratando de mantener la cabeza inmóvil y contrarrestar las puntadas erráticas que daba el taladro al interior de mi boca.


Cuando todo hubo terminado y pude retirarme, mientras el dentista limpiaba sus aparatos medievales y me miraba con ese extraño ojo me dijo: "Esa muela se arregló, pero me pareció ver que tienes problemas con la muela del lado izquierdo". En esos momentos, sentí como otro duende se abrazaba al último diente inferior del lado izquierdo.

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