Se reunió con el acompañante en la terraza, se sentó
en un viejo sofá y bebió media cerveza de un trago. “Sabes” empezó a decir
“Creo que nunca seré un gran escritor”
El silencio se asentaba como una gruesa colcha que los
envolvía “Es decir” continuó “No sé nada de vinos, ni de arte, no conozco la
música clásica. ¡Ni siquiera he ido a Paris o a Berlín!” “No he escrito para un periódico, tengo
dislexia…” una angustia se abalanzaba sobre él como una avalancha, cubriéndolo
todo con frio progresivo que le subía por la garganta y le hacía picar los
riñones.
“Ninguna de esas cosas te hace escritor o te impide
serlo” dijo el acompañante, tras unos minutos. La cara de su amigo se torno
pálida y sorprendida “Para ser escritor sólo necesitas una musa que te haga
escribir. Ahora termina esa bebida y sigue escribiendo” El hombre bebió el
resto de su cerveza, arrojó el envase a la calle y escuchó su estallido en el
pavimento.
Se levantó y se dirigió de vuelta al escritorio, era
cierto, para ser un escritor sólo debía seguir a la musa.
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