lunes, 16 de junio de 2014

Día 135: Acompañante.


Se reunió con el acompañante en la terraza, se sentó en un viejo sofá y bebió media cerveza de un trago. “Sabes” empezó a decir “Creo que nunca seré un gran escritor”
El silencio se asentaba como una gruesa colcha que los envolvía “Es decir” continuó “No sé nada de vinos, ni de arte, no conozco la música clásica. ¡Ni siquiera he ido a Paris o a Berlín!”  “No he escrito para un periódico, tengo dislexia…” una angustia se abalanzaba sobre él como una avalancha, cubriéndolo todo con frio progresivo que le subía por la garganta y le hacía picar los riñones.
“Ninguna de esas cosas te hace escritor o te impide serlo” dijo el acompañante, tras unos minutos. La cara de su amigo se torno pálida y sorprendida “Para ser escritor sólo necesitas una musa que te haga escribir. Ahora termina esa bebida y sigue escribiendo” El hombre bebió el resto de su cerveza, arrojó el envase a la calle y escuchó su estallido en el pavimento.


Se levantó y se dirigió de vuelta al escritorio, era cierto, para ser un escritor sólo debía seguir a la musa.

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