lunes, 30 de junio de 2014

Día 149: Miel.


El bosque era una gran boca que se cerraba a medida que caía la noche, los arboles proyectaban su sombra como queriendo acariciar el horizonte. Aurora se movía ágilmente entre la maleza, evitando  pisar ramitas caídas y hojas secas, llevaba su mochila y una navaja oculta en el pantalón.

El desabastecimiento que azotaba el pueblo había hecho de la comida básica todo un lujo; y aún más aderezos y manjares como la sal, el azúcar  y los condimentos. Se acercaba el cumpleaños de su hermana pequeña y Aurora quiera darle algo nuevo, mágico y único: Miel. Por eso había entrado al bosque, se corría el rumor que un viejo árbol junto al cementerio, ostentaba entre sus ramas un panal que producía las mas deliciosa miel jamás probada por una boca humana.

Aurora saltó el gran muro lleno de musgo y escucho unos segundos, pero nada parecía moverse, incluso el  viento se había apagado, ausentándose del lugar. Aurora corrió entre las lapidas viejas y borrosas hasta dar con el árbol en el centro del terreno. Su tronco era grueso como auto y bajo, tenia abundantes ramas que se enmarañaban al subir, anudándose en un abrazo siniestro que difuminaba el cuerpo de cada rama, convirtiéndoles en siameses.

Oculto entre unas ramas bajas había un gran panal reluciente, que parecía brillar    más con luz propia que reflejando los escasos rayos de sol que le llegaban. Aurora se acercó al panal y lo apuñaló, abriendo una herida en su base; de su mochila sacó un recipiente de cristal para recolectar la fina miel que goteaba de la llaga del panal.

En ese momento notó algo extraño: no había zumbido de abejas, ni flores en la cercanía de la cual se pudiera extraer el néctar; un sonido llamó su atención, el panal se agitaba de manera rítmica, era como un palpitar.

Un sudor frio le cayó por la espalda, el condenado panal estaba latiendo sobre su cabeza. Aurora miraba con recelo a su alrededor, ¿si el panal estaba al alcance de todos, porque nadie había venido por miel a pesar de la fama que esta tenia? Escucho como algo caía al interior del frasco, un solido que rompia la capa de miel y se hundía hasta el fondo; cuando lo observó detenidamente el pánico estalló en ella como una bomba, haciéndole soltar el frasco y salir disparada de regreso al pueblo.


Atrás, junto al árbol quedaba un frasco transparente lleno hasta la mitad con miel y con un ojo humano flotando en borde. 

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