El bosque era una gran boca que se cerraba a medida que caía la noche,
los arboles proyectaban su sombra como queriendo acariciar el horizonte. Aurora
se movía ágilmente entre la maleza, evitando
pisar ramitas caídas y hojas secas, llevaba su mochila y una navaja
oculta en el pantalón.
El desabastecimiento que azotaba el pueblo había hecho de la comida
básica todo un lujo; y aún más aderezos y manjares como la sal, el azúcar y los condimentos. Se acercaba el cumpleaños
de su hermana pequeña y Aurora quiera darle algo nuevo, mágico y único: Miel.
Por eso había entrado al bosque, se corría el rumor que un viejo árbol junto al
cementerio, ostentaba entre sus ramas un panal que producía las mas deliciosa
miel jamás probada por una boca humana.
Aurora saltó el gran muro lleno de musgo y escucho unos segundos, pero
nada parecía moverse, incluso el viento
se había apagado, ausentándose del lugar. Aurora corrió entre las lapidas
viejas y borrosas hasta dar con el árbol en el centro del terreno. Su tronco
era grueso como auto y bajo, tenia abundantes ramas que se enmarañaban al
subir, anudándose en un abrazo siniestro que difuminaba el cuerpo de cada rama,
convirtiéndoles en siameses.
Oculto entre unas ramas bajas había un gran panal reluciente, que parecía
brillar más con
luz propia que reflejando los escasos rayos de sol que le llegaban. Aurora se
acercó al panal y lo apuñaló, abriendo una herida en su base; de su mochila
sacó un recipiente de cristal para recolectar la fina miel que goteaba de la llaga
del panal.
En ese momento notó algo extraño: no había zumbido de abejas, ni flores
en la cercanía de la cual se pudiera extraer el néctar; un sonido llamó su
atención, el panal se agitaba de manera rítmica, era como un palpitar.
Un sudor frio le cayó por la espalda, el condenado panal estaba latiendo
sobre su cabeza. Aurora miraba con recelo a su alrededor, ¿si el panal estaba
al alcance de todos, porque nadie había venido por miel a pesar de la fama que
esta tenia? Escucho como algo caía al interior del frasco, un solido que rompia
la capa de miel y se hundía hasta el fondo; cuando lo observó detenidamente el pánico
estalló en ella como una bomba, haciéndole soltar el frasco y salir disparada
de regreso al pueblo.
Atrás, junto al árbol quedaba un frasco transparente lleno hasta la
mitad con miel y con un ojo humano flotando en borde.
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