martes, 3 de junio de 2014

Día 123 Peso.

La mañana se acercaba presurosa por la espalda, como un asesino que empuña el cuchillo y se prepara para enterrarlo en su victima. José corría a lo largo de la calle vacía, con la mochila colgando de su hombro y golpeando su espalda al palpitar de un corazón invisible.

La gente empezaba su rutina diaria, los niños se preparaban para ir a la escuela, los perros callejeros iniciaron su cacería de basura. Jose seguia corriendo por las callejuelas, aun en la oscuridad, llevando su paquete oculto de los ojos de los curiosos; bajó por un lote lleno de malezas mientras el calor de un nuevo día le subía por las piernas.

El sudor empezaba a correr por su espalda y humedecía su camiseta. José pasó su mochila para su pecho, debía proteger el paquete a toda costa. Con cada paso el paquete aumentaba de pesó, tal vez fuera por todo lo que lo habia cargado, o talvez era por el hecho que ya no podia esconder su mochila llena de sangre.

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