El mar embestía con
fuerza y sin piedad el gran montículo
donde reposaba el castillo, a mas de 150 metros sobre el mar, comiendo la
tierra con sus pequeños dientes hechos de granos de sal.
Sin mas que el
calor de unas viejas antorchas, unos cientos barriles de vino y un carga de
alimentos enlatados Dan recorría los largos corredores, olía el aire salado y
húmedo de las mazmorras y escuchaba el sonido del océano vibrando bajo el
castillo.
Cuando la noche se
acercó, Dan llevo un viejo catre hasta lo que debió ser la ventana de una
torre, ahora convertida en un gran mirador que permitía observar el continente.
Los últimos rayos de sol dejaban ver a la horda zombies arrojándose al mar,
tratando de alcanzar al ultimo humano vivo.
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