Ese día se puso su mejor traje, uso esa vieja colonia que le
regaló su padre hace 10 años, se cortó el cabello y se afeito la barba, le dio
cuerda a su reloj de oro y salio bajo la brillante mañana; tenía una cita. Hoy
era un aniversario muy especial.
Caminó calle a bajo, en busca de su chica; la gente lo veía
pasar con esa sonrisa y esos ojos brillantes: era obvio que estaba enamorado.
Un viejo vendedor de flores bajo el volumen a la radio y lo saludó de manera
casual, como un viejo conocido.
El hombre hizo un gesto alegre y su sonrisa centelleó en del
día, llamando la atención de la gente al redor; tomó el ramo de flores mas
vistoso que encontró y con un gesto despreocupado lanzó el dinero a las manos
del vendedor quien río gustoso.
El hombre cruzo algunas cuadras, dio un par de giros y al
rededor del medio día, mientras comia una manzana, llego al lugar donde lo
esperaba la chica; se sentó en el piso junto a ella y pusó las flores en el
jarrón de la tumba
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