"Amaras el salto bungee" dijeron "es una experiencia única" dijeron. Efectivamente había sido algo irrepetible y revelador, la idea de volar era atrayente al punto que se hizo adicta a intentarlo. Lo hacia al menos una vez a la semana, desde edificios, puentes y globos, esos minutos de adrenalina pura que consumían su sangre y llenaba su cerebro de felicidad pura lo valían. Muchos le preguntaban si no temía que la cuerda se rompiera, pero ella siempre dijo que era totalmente segura.
Hasta a aquel fatídico domingo de julio cuando, dio su último salto: el puente colapso bajo la fuerza de la cuerda
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