martes, 5 de agosto de 2014

Día 182: Anillo.

Bueno, esta es otra de esas historias que aspiran a más, espero terminarla pronto. Y no se preocupen, nuestro amigo sigue vive, al menos por ahora.
El gentío se movía como una masa uniforme y palpitante en el bar, los hombres seducían, algunas mujeres se dejaban seducir; y luego estaba yo, quien sólo bebía una cerveza fría junto al plato de maní mientras el cantinero encontraba divertido mi falta de éxito después de algunas conquistas fallidas.
Una mujer joven y delgada de cabello corto, casi blanco se sentó a mi lado y pidió una cerveza con un gesto, yo iba a lanzarme nuevamente en un intento de conquista, cuando un hombre alto, obviamente gay se le acercó y le dejó un pequeño paquete de manera discreta antes de besarla en la mejilla, susurrarle algo al oído y marcharse tan rápidamente como llegó.
-¿Por qué se va tu amigo? –le preguntó a la chica, mas ebrio de lo que creía –La fiesta aun no ha terminado.
-Bueno –Me responde ella con una voz aguda, con un extraño acento extranjero –De hecho, la fiesta ni siquiera ha comenzado –Bebió lo que quedaba de su cerveza de un trago y poniéndose de pie se despidió del cantinero con un gesto –Pero no él no estaba invitado.
Justo antes de marcharse tres hombres se nos acercan por la espalda, son altos y están llenos de tatuajes, se cubren los rostros con pañoletas y lentes de sol. Uno de ellos, el más bajo y grueso da un paso al frente.
-¿Qué te pasa primor? –Dice mientras se relame -¿No quieres mostrarnos lo que te dejó tu amiguito de hace un rato?
Yo me pongo de pie rápidamente, esa no es manera de hablarle a una chica –“No te preocupes, Sir Lancelot tengo esto bajo control” –Dice mientras me guiña un ojo. Ella rompe su botella vacía contra la frente del hombre haciéndole caer, y con la otra mano toma el plato de maní que reposaba inocentemente a mi lado; y lo utiliza para romperlo junto en la frente del mas alto que tenía lentes del sol.
Levanta su rodilla rápidamente, golpeando al primer sujeto que intentaba incorporarse tras el golpe con la botella; el hombre cae de nuevo y ahora no se mueve. El tercer hombre se le lanza encima, pero ella se agacha un poco y cuando el cuerpo del sujeto pasa sobre ella, se levanta y empuja rápidamente al tipo, haciéndolo volar sobre la barra hasta que cae estrepitosamente contra un estante lleno de botellas.
-Te lo dije –Me hace un gesto con la mano de despedida.
Un grupo de gente la deja pasar mientras susurros llenan el lugar, los tres hombres siguen tirados en el piso. Ahora la fiesta ha terminado, por un segundo considero seguirla, pero parte de mi cree que si lo hago terminaré como esos sujetos o peor. Los rumores se extienden y un par de tipos me hacen señas para pelear con ellos y alguien intenta llamar a la policía mientras otras personas tratan de disuadirlos.
Me escabullo por la puerta trasera, lejos de todos los problemas, o al menos eso creo. Afuera, en el callejón está la mujer de antes, pero ahora hay tres hombres de traje rodeándole, ella esta visiblemente alterada y aprieta un cuchillo en su mano.
-Vaya vaya, no esperaba compañía –Dice el hombre bajito, que parece ser el líder, un rápido vistazo me deja notar que le hace falta el dedo anular de la mano derecha. –Marcell, encárgate de él.
Un hombre alto y calvo se acerca a mí rápidamente, levantando los labios dejando ver un par de relucientes colmillos, algo en sus ojos brilló y desde lo mas visceral de i ser, desde aquella conciencia primitiva algo brotó: él no era humano, y yo era la presa. La mujer también se alarmó y tomo a uno de los hombres por el brazo, arrojándolo sobre el jefe y corriendo rápidamente hacia a nosotros, su imagen se borro un poco, debía ir muy rápido.
Pero tan rápido que ni lo vi, el sujeto que ella había arrojado se ha puesto en pie y la ha derribado, ella grita mientras el hombre calvo se gira para ayudar a su compañero, le arranca a ella lo que sea que tenía escondido en el puño: una pequeña bolsa de lona. Ahora el hombre se dirige de nuevo hacia mi.
Ella arroja su cuchillo hacia la nuca del calvo, y este se convierte en un montón de ceniza, el terror me hace temblar las piernas y caigo al piso. La mujer trata de sacudirse el hombre que entierra sus colmillos en su cuello, pero ella se gira y recoge sus piernas mientras aleja la cara del hombre con las manos.
-¡Bolsa de carne! –Grita de repente –No dejes que tomen el paquete.
Me arrastro y tomo la bolsa, adentro hay un objeto circular, que parece estar cubierto de escamas. El hombre bajito que parecía ser el líder se materializa a mi lado.
-Llevo esperando ese paquete 500 años –El hombre me extiende su mano derecho, con la gran ausencia se su dedo –Así que dámelo ahora y evita mucho sufrimiento innecesario para ti.
La mujer salta repentinamente sobre el hombre y lo aprisiona contra la pared, mientras este grita con chillido agudo, el orto hombre toma el cuchillo que había caído en el piso y se lanza contra la mujer
-Hey Sir Lancelot ­–La mujer esquiva por poco al otro oponente –Corre.
Puedo ver con el rabillo del ojo como detiene al otro hombre mientras yo corro, sé que no me queda mucho tiempo así que saco el paquete de la pequeña bolsa de lona: es un anillo que parece estar cubierto por doce escamas, es plateado y grueso. Dos pares de pasos corren en mi dirección, se escucha un estruendo; ya no tengo mas opciones, pienso en las extrañas criaturas del callejón y en medio de la ebriedad ya casi disuelta por el pavor, sólo se me ocurre una idea: Saco una moneda de mi bolsillo y la pongo en la lona. Cuando voy a guardar el anillo en mi bolsillo pienso como se lo arrancaron a ella de la mano y su desesperación para que yo no lo dejara caer en manos de los otros. Para mi sólo parece haber una solución obvia, así que me trago el anillo.
El hombre pequeño aparece en la esquina con la ropa rota, le muestro la lona y la dejo caer en la alcantarilla, hay una mirada de estupefacción en su rostro que se llena de cólera de apoco. Se materializa nuevamente frente a mi y me levanta por el cuello con su mano derecha, puedo sentir su muñón contra mi piel mientras me quedo si aire. El hombre pone un gesto de estupefacción y se convierte en otro montón de ceniza.
La mujer aparece detrás de él empuñando el cuchillo,  mientras una herida en su cuello que deja ver su tráquea se cierra de apoco, se ve exhausta.
-Eso estuvo cerca –Suspira mientras guarda el cuchillo de nuevo –¿No dejaste que te quitaran el paquete, cierto?
Niego con la cabeza, recuperando el aire y frotándome el cuello
-Bueno ¿y donde está?
-Me lo trague –Dije mientras tocia un poco.
En un gesto rápido y muy fuerte, como ser arrollado por un tren, ella me toma de los brazos y me levanta contra el muro.
-¡¿Qué tú que?! –Su cara se pone roja y unos colmillos se asoman en su dentadura, pero estos son mas gruesos que los de los otro tipos. –Se supone que no debo tener daños colaterales.

Algo me dice que esta noche será muy larga.  

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