Una quemazón se extendía desde el rabillo del ojo hasta la mitad,
recorriendo la línea donde el parpado y el glóbulo ocular se tocaban, antes de
desaparecer como un lagrimeo molesto. La atacaba en medio del día, ya sea que estuviera
mirando la televisión, leyendo un libro o en bus de regreso a casa.
Su vista se ponía roja, y el otro ojo, el izquierdo, se ponía borroso, como
una ventana empañada. Nadie en su
familia había sufrido de la vista, así que al principio no le prestó
mucha atención, pensando que tal vez era una infección pasajera o algo así.
Pero los meses pasaron y el fenómeno, lejos de desaparecer, se hizo
permanente y afectó su vida de manera profunda: con un ojo le dolía ver y con
el otro no podía. La mancha del ojo izquierdo se fue extendiendo por el camino
que dejaba la comezón, hasta alcanzar al otro ojo. Así que finalmente decidió
pedir una cita con especialista, se sentía incomoda en la sala de espera, hacia
mucho que no iba al medico sola.
El medico la hizo pasar, parecía ser un hombre mayor lleno de canas con
un bigote poblado; aunque no podía estar segura. Él la examinó con luces de
diversos colores e intensidades, escribió desconcertado en un trozo de papel y
llamó a varios colegas que la examinaron con igual curiosidad. Finalmente tras
varia horas, el hombre se recostó en la silla y le hizo una sola pregunta “¿Quién
es Marco?”
La pregunta la tomó por sorpresa “Él era mi hermano gemelo, murió hace
dos años ¿Por qué? El hombre se rasco la nuca y se froto los ojos “La mancha
que cubre sus ojos parece estar formada por sangre seca, y escribe la palabra <Marco>”
en su ojos”
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