martes, 26 de agosto de 2014

Día 205: Gratitud.

Esta historia viene de una que en alguna ocasión me contó un profesor. La vivencia y su enseñanza, me pareció que era algo que no se podia perder

Las personas corrían a través de las calles húmedas y atestadas, aferrándose a sus compras navideñas y tomando con fuerza a sus acompañantes de la mano para no perderlos entre la multitud. Fernando tomaba con fuerza sus bolsas mientras buscaba un taxi para llegar a casa, pero las mar de personas había llenado la calle, desviando el trafico un par de cuadras mas hacia el sur.
Fernando cruzo las avenidas, con un trote suave que lo cansaba a causa de las grandes bolsas llenas de regalos; al dar vuelta en una esquina y recorrer unos cuantos metros noto que el gentío disminuía, la calle había tomado un tono siniestro y peligroso: ojos rojos seguían sus movimientos desde las sobras, donde grandes nubes de humo provenientes de sospechoso cigarros en bocas igualmente sospechosas. Oxidadas navajas mostraban su opaco brillo a la noche mientras una ola de susurros se extendía.
Un hombre bajo, cubierto por una capucha emergió de un callejón, mostrando lo que en algún tiempo fue un cuchillo de cocina, ahora con un mango hecho de cita adhesiva y cartón pero con una hoja delgada y afilada. Un solo ojo se mostraba en un rostro lleno de cicatrices, a la figura le faltaba un brazo y era evidente su cojera.
El rostro de Fernando se puso pálido, aunque era evidente que la figura no era un reto para él, aun con las bolsas, eran los que esperaban en las sombras lo que lo tenia preocupado. La figura parpadeo un segundo, y su ceño se estrechó en la oscuridad. –“Este lugar es muy peligroso” –Dijo con voz gangosa –“Venga yo lo acompaño para que nada le pase”
La figura se hizo un lado y dejo que Fernando se adelantara uno metros antes de empezar a seguirle. Fernando pensó en correr, pero había algo en aquel hombre que le parecía vagamente familiar. Finalmente llegaron hasta una calle iluminada donde un taxi se detuvo.
Mientras Fernando se subía, el hombre le hizo un gesto de despedida desde la oscuridad, Fernando la respondió por cortesía. Mientras el auto móvil se alejaba pudo descubrir quien era el hombre.
-Tuvo suerte –Dijo el taxista –Esos tipos son muy peligrosos.
-No el que me escoltaba –Dijo Fernando mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro –Él fue mi paciente hace un par de años.

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