Otra de esas historias que espero algún día continuar
La habitación era un grupo de grumos que se amontonaban de manera al
azar, sólo se distinguía la ventana abierta y una cortina que danzaba al ritmo
del viento que recorría el especio entre los rascacielos. Dos figuras se
deslizaron a través de la ventana del piso 34.
Laura bajo de la espalda de David con cuidado, tanteando la pared mas
cercana mientras buscaba el interruptor entre las penumbras. La figura
imponente de David resaltaba en medio de la habitación. ¿Estaría abusando de él
por pedirle este favor? Ya se estaba acostumbrando a su presencia, pero aún le
costaba aceptar que alguien así existiera.
Hace dos años, su abuela la había llamado, a pesar de no haberla visto
en 15 años. En su mente, Laura aun tenía tres años y la abuela era una mujer delgada
y sonriente; pero ahora era una calavera recubierta de una piel gruesa y ajada posada
en un gran camastrón de apariencia medieval. La anciana había llegado a la conclusión
que no le quedaba mucho tiempo de vida y por eso debía repartir su herencia.
Laura había aparecido en soledad por petición de su abuela, ya que
durante la repartición no se le había dado ningún objeto, salvo la carta que
solicitaba su presencia. A sus padres les correspondían las joyas y muebles de
la mujer. A su tío unas propiedades en el extranjero y a su tía unas cuentas
bancarias y las propiedades al interior del país. A su hermano mayor le
correspondió el auto. Y a su hermano menor, una cuenta destinada a sus estudios
universitarios. Pero a Laura sólo le había tocado una carta. Ese día, su abuela
se levanto por última vez, con gran dificultad.
-Laura –Le acarició el cabello con melancolía, haciendo que la furia de
la joven se desvaneciera –Te voy a dejar algo que me dio mi madre, y a ella se
la dio su madre, y a ella su madre. Lo que es para ti ha pasado por doce
generaciones de mujeres en esta familia. Es sólo para tus ojos y nada más, tu
abuelo no lo vio y tu padre tampoco debe verlo; eventualmente tú debes pasárselo
a la próxima mujer en tu línea de sangre.
Laura esperaba una joya, un cuaderno con secretos familiares, o por lo
menos un documento secreto. Pero su abuela la llevó hasta el balcón y señalo un
espeso bosque. Luego le dio un collar que tenia como colgante un prisma que parecía
tener un extraño liquido verdoso en su interior.
-En ese lugar, hay un hombre que estaba emparentado con la primera mujer
de nuestra familia en llegar al continente, era su hermano y cuando ella murió,
el siguió cuidando de la mujeres de la familia –Laura la miró extrañada, tal
vez deliraba por la proximidad de la muerte –Búscalo, cuando yo me halla ido,
él estará muy solo. Cuando lo encuentres, hay una apartamento para ti en la
ciudad; el resto depende de lo que quieras hacer. Sólo recuerda que él no ha
tenido a nadie en mucho tiempo.
Estuvo por descartar la extraña petición de su abuela, pero una duda la
asaltó: su abuela había vivido los últimos años en completa soledad en su casa
de campo y su deterioro no había sido repentino sino periódico ¿Quién había cuidado
de ella? Laura se adentró en el oscuro bosquecillo con el collar colgando de su
cuello, era un lugar húmedo lodoso y oscuro, no sabia que decir para llamar al
individuo. Resbaló en charco de lodo, cuando estuvo a punto de caer, sintió una
mano gruesa que la sujetaba por el pecho, al levantar la vista se encontró con
un gigante barbudo de ojos claros. El hombre la levantó hasta que sus ojos se
encontraron.
-¿Qué haces aquí? –Tenía el aliento cálido y acido, sus ojos bajaron
hasta el collar -¿De donde sacaste eso?
-Me lo dio mi abuela –La voz le salió entre cortada –Dijo que viniera a
buscarte.
El hombre la bajo mientras su mirada se perdía camino a la gran casa “Entonces
de verdad te mueres” Laura examino al gigante, estaba sucio y cubierto de hojas
secas.
-Ahhhh… -No lo había notado, pero ahora no podía evitar sentirse
avergonzada -¿Por qué estas desnudo?
El hombre bajo su mirada, como si recordara su existencia –“Solo me
visto para ir a la casa”. Con ese primer encuentro y tras una larga historia
Laura se dio cuenta que su destino había cambiado, le había mentido a sus
amigos, a sus padres, a sus hermanos y había tenido que irse de la ciudad por
David. Pero no le guardaba ira, tal y como su abuela le había dicho, él estaba
muy sólo, su existencia estaba marcada por la permanente compañía de una mujer
descendiente de su hermana.
Otro motivo por el cual les había mentido, era porque no se podía ir por
el mundo diciendo que tu abuela te heredo un hombre lobo. Ahora, en medio de la
oscuridad, vestido y afeitado, David se veía apuesto. La luz la encegueció trayéndola
de regreso al presente.
-¿Estas segura que alguien esta acechando a este tipo? –Dijo David
levantando la nariz y olfateando un poco el apartamento –A mí me huele a que
sólo es un hombre que fuma mucho.
-Estoy segura, el collar brilló cerca a su maleta –Laura observaba el
apartamento buscando cosas fuera de lugar, pero el gran desorden del lugar lo
hacia muy difícil. De reojo vio a David agachándose y olfateando el suelo y los
muebles del lugar -¿Qué haces?
-Huelo algo sospechoso –David siguió el olor entre la ropa sucia y los
zapatos volcados en el cuarto –Tenias razón, hay algo aquí que no es humano.
-Bueno, pero no hagas mas desorden, debemos ser cuidado… -Era muy tarde,
David había abierto un agujero y había sacado un interruptor de la pared. Laura
casi encloquece -¡David!
David extrajo una bolsa hecha con una tela vieja y polvorienta llena de
tierra seca, raíces y dos muelas.
-Alguien le hace vudú a tu novio –Le dijo mientras sacaba un encendedor
de su pantalón y le prendía fuego a la
bolsa.
-¡No es mi novio! –Laura se sonrojó un poco –Además, si estoy cuidado a
alguien es a ti, para que nadie te descubra y te lleve lejos o algo así.
Un ruido sonó el pasillo, alguien había entrado a la casa.
-¡Oh mierda! –David tomó a Laura por el brazo y salió por la ventana, cayeron en una cornisa junto
a una ventana abierta, miró en su interior: daba aun corredor –Ven, bajemos por
aquí y salgamos sin despertar sospechas.
-Sí –dijo Laura mientras olfateaba el perfume que emanaba del cuerpo de
David –Te sigo.
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