viernes, 8 de agosto de 2014

Día 185: Olfatear.

Otra de esas historias que espero algún día continuar 
La habitación era un grupo de grumos que se amontonaban de manera al azar, sólo se distinguía la ventana abierta y una cortina que danzaba al ritmo del viento que recorría el especio entre los rascacielos. Dos figuras se deslizaron a través de la ventana del piso 34.
Laura bajo de la espalda de David con cuidado, tanteando la pared mas cercana mientras buscaba el interruptor entre las penumbras. La figura imponente de David resaltaba en medio de la habitación. ¿Estaría abusando de él por pedirle este favor? Ya se estaba acostumbrando a su presencia, pero aún le costaba aceptar que alguien así existiera.
Hace dos años, su abuela la había llamado, a pesar de no haberla visto en 15 años. En su mente, Laura aun tenía tres años y la abuela era una mujer delgada y sonriente; pero ahora era una calavera recubierta de una piel gruesa y ajada posada en un gran camastrón de apariencia medieval. La anciana había llegado a la conclusión que no le quedaba mucho tiempo de vida y por eso debía repartir su herencia.
Laura había aparecido en soledad por petición de su abuela, ya que durante la repartición no se le había dado ningún objeto, salvo la carta que solicitaba su presencia. A sus padres les correspondían las joyas y muebles de la mujer. A su tío unas propiedades en el extranjero y a su tía unas cuentas bancarias y las propiedades al interior del país. A su hermano mayor le correspondió el auto. Y a su hermano menor, una cuenta destinada a sus estudios universitarios. Pero a Laura sólo le había tocado una carta. Ese día, su abuela se levanto por última vez, con gran dificultad.
-Laura –Le acarició el cabello con melancolía, haciendo que la furia de la joven se desvaneciera –Te voy a dejar algo que me dio mi madre, y a ella se la dio su madre, y a ella su madre. Lo que es para ti ha pasado por doce generaciones de mujeres en esta familia. Es sólo para tus ojos y nada más, tu abuelo no lo vio y tu padre tampoco debe verlo; eventualmente tú debes pasárselo a la próxima mujer en tu línea de sangre.
Laura esperaba una joya, un cuaderno con secretos familiares, o por lo menos un documento secreto. Pero su abuela la llevó hasta el balcón y señalo un espeso bosque. Luego le dio un collar que tenia como colgante un prisma que parecía tener un extraño liquido verdoso en su interior.
-En ese lugar, hay un hombre que estaba emparentado con la primera mujer de nuestra familia en llegar al continente, era su hermano y cuando ella murió, el siguió cuidando de la mujeres de la familia –Laura la miró extrañada, tal vez deliraba por la proximidad de la muerte –Búscalo, cuando yo me halla ido, él estará muy solo. Cuando lo encuentres, hay una apartamento para ti en la ciudad; el resto depende de lo que quieras hacer. Sólo recuerda que él no ha tenido a nadie en mucho tiempo.
Estuvo por descartar la extraña petición de su abuela, pero una duda la asaltó: su abuela había vivido los últimos años en completa soledad en su casa de campo y su deterioro no había sido repentino sino periódico ¿Quién había cuidado de ella? Laura se adentró en el oscuro bosquecillo con el collar colgando de su cuello, era un lugar húmedo lodoso y oscuro, no sabia que decir para llamar al individuo. Resbaló en charco de lodo, cuando estuvo a punto de caer, sintió una mano gruesa que la sujetaba por el pecho, al levantar la vista se encontró con un gigante barbudo de ojos claros. El hombre la levantó hasta que sus ojos se encontraron.
-¿Qué haces aquí? –Tenía el aliento cálido y acido, sus ojos bajaron hasta el collar -¿De donde sacaste eso?
-Me lo dio mi abuela –La voz le salió entre cortada –Dijo que viniera a buscarte.
El hombre la bajo mientras su mirada se perdía camino a la gran casa “Entonces de verdad te mueres” Laura examino al gigante, estaba sucio y cubierto de hojas secas.
-Ahhhh… -No lo había notado, pero ahora no podía evitar sentirse avergonzada -¿Por qué estas desnudo?
El hombre bajo su mirada, como si recordara su existencia –“Solo me visto para ir a la casa”. Con ese primer encuentro y tras una larga historia Laura se dio cuenta que su destino había cambiado, le había mentido a sus amigos, a sus padres, a sus hermanos y había tenido que irse de la ciudad por David. Pero no le guardaba ira, tal y como su abuela le había dicho, él estaba muy sólo, su existencia estaba marcada por la permanente compañía de una mujer descendiente de su hermana.
Otro motivo por el cual les había mentido, era porque no se podía ir por el mundo diciendo que tu abuela te heredo un hombre lobo. Ahora, en medio de la oscuridad, vestido y afeitado, David se veía apuesto. La luz la encegueció trayéndola de regreso al presente.
-¿Estas segura que alguien esta acechando a este tipo? –Dijo David levantando la nariz y olfateando un poco el apartamento –A mí me huele a que sólo es un hombre que fuma mucho.
-Estoy segura, el collar brilló cerca a su maleta –Laura observaba el apartamento buscando cosas fuera de lugar, pero el gran desorden del lugar lo hacia muy difícil. De reojo vio a David agachándose y olfateando el suelo y los muebles del lugar -¿Qué haces?
-Huelo algo sospechoso –David siguió el olor entre la ropa sucia y los zapatos volcados en el cuarto –Tenias razón, hay algo aquí que no es humano.
-Bueno, pero no hagas mas desorden, debemos ser cuidado… -Era muy tarde, David había abierto un agujero y había sacado un interruptor de la pared. Laura casi encloquece -¡David!
David extrajo una bolsa hecha con una tela vieja y polvorienta llena de tierra seca, raíces y dos muelas.
-Alguien le hace vudú a tu novio –Le dijo mientras sacaba un encendedor de su pantalón y le prendía fuego  a la bolsa.
-¡No es mi novio! –Laura se sonrojó un poco –Además, si estoy cuidado a alguien es a ti, para que nadie te descubra y te lleve lejos o algo así.
Un ruido sonó el pasillo, alguien había entrado a la casa.
-¡Oh mierda! –David tomó a Laura por el brazo y salió  por la ventana, cayeron en una cornisa junto a una ventana abierta, miró en su interior: daba aun corredor –Ven, bajemos por aquí y salgamos sin despertar sospechas.

-Sí –dijo Laura mientras olfateaba el perfume que emanaba del cuerpo de David –Te sigo. 

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