domingo, 31 de agosto de 2014

Día 210: Garras.


El sol descendió por las montañas, realzando sus curvas y proyectando sus sombras irregulares por todo el valle. Alejandro bebió su ultimo sorbo de café y miró con nostalgia la tumba recién cavaba de su perro, un viejo perro criollo, cruza de pastor y algunas otras razas  había muerto esa mañana, durmiendo durante el almuerzo.
La noche era manta fría que agitaba la vegetación del patio, Alejandro no tenia deseos de nada en particular, ese perro lo había acompañado 15 años, en muchos sentidos, fue como perder un hermano. Esa noche se acostó temprano, pero no podía dormir, soñaba con la figura de un animal, casi un perro, que recorría la casa derribando muebles y rompiendo paredes de manera aleatoria antes des de regresar al agujero fresco en el patio. En su sueño la bestia le lamia la cabeza y resoplaba en su oreja.
Un sonido lo despertó: el ruido de unas largas garras que chocaban contra el piso de madera recorrían el pasillo, rumbo a su habitación. Alejandro aguanto la respiración, tal vez un animal había entrado en la casa, aprovechando la ausencia de su perro. Tomó un viejo garrote que guardaba junto a la cama y se aproximó a la puerta, encendió la luz mientras abanicaba el arma, pero afuera no había más que un par de grillos en la pared y una araña suspendida en medio del corredor.

Alejandro se arrodillo junto a la puerta, algo había llamado su atención, habían marcas de garras por todo el piso de madera. A fuera, a media luna, un largo y lastimero aullido se diluía en la noche. 

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