Una pizca de sal, algo de romero y albahaca. Pimienta molida en pasta de
ajo seco y algo de cebolla en polvo. La carne en la mesa tenía un olor fresco y
salado que invitaba a sentarse para cenar, algunas hogazas de pan descansaban
sobre un plato cercano y poco de fruta seca se esparcía por una servilleta. A
pesar que todo parecía listo para la cena, no había nadie en casa; un par de
huellas enlodadas recorrían el camino desde la cocina hacia el comedor y las
habitaciones.
Todo estaba impecable, sólo había un vaso en el fregadero, lleno de lo
que parecía ser leche muy rebajada en agua, había un trapo húmedo que alguien había
escurrido con insistencia. La policía peinó la zona rápidamente, antes que el
sol terminara de ocultarse tras las densas montañas del occidente, rumbo al
mar.
El capitán veía el plato de carne enfriándose lentamente en la acogedora
habitación. “Mi capitán” Dijo un joven con la nariz torcida “No lo hayamos,
pero parece faltar un caballo de una granja vecina” El hombre frunció el ceño
mientas pequeñas gotas se formaban alrededor de la carne tibia en el plato: el caníbal
había estado en esa casa hacia menos de 15 minutos.
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