sábado, 13 de septiembre de 2014

Día 223: Circulo.


El eclipse de luna sucedería en contados minutos, mientras todos esperaban en las terrazas de la ciudad, Max esperaba en una alta colina, en las afueras, frente a un gran campo de maíz que parecía un océano tupido y esponjado. Cuando la luna empezó a adelgazar, Max sacó su cámara, era su primer eclipse y quería tener buenas imágenes.
Desde el borde obscurecido de la luna, dos luces, apenas mas grandes que el lucero promedio; hicieron su aparición. Max observo curioso como las dos figuras parecían interpretar una danza perfectamente sincrónica. Visible desde el obscuro campo, pero oculto a los ojos de los citadinos por el brillo incandescente de las luces halogenadas; Max era testigo del extraño suceso, sin miedo, pero con una curiosidad creciente, recordó su cámara y empezó a tomar fotografías del baile de las luces.
Cuando la luna se cubrió totalmente de sombras, las luces se acercaron mas y más, un viento frio y repentino movió la vegetación agitando la camisa de Max. Las luces que parecían ser dos bolas de al menos diez metros de diámetro zumbaban y desprendían un olor metálico que se extendía por toda la comarca. El maíz empezó a destilar un extraño liquido fluorescente que parecía aplastar las plantas a medida que estas goteaban, extraños patrones circulares y espiralados empezaron a formarse en el campo a medida que las luces danzaban por sobre el cultivo.
Max tomó una foto del fenómeno, al dispararse el flash de la cámara, el olor metálico se hizo mas intenso –casi palpable –y los patrones empezaron a salir del campo de maíz para trasladarse al pasto cercano a la colina, marcando el camino de las esferas, que parecían no haberse movido mas que algunos centímetros. Un terror frio le atravesó el pecho a Max, pero sus piernas estaban paralizadas; el brillo se hizo mas intenso, como dos soles estacionados sobre el campo, un corriente eléctrica discreta se apodero del cuerpo de Max, subiendo su intensidad hasta que lo hizo perder el conocimiento.
Max soñaba con manos de tres dedos, húmedas y sin uñas que tocaban su cuerpo, entraban con curiosidad a todos sus orificios, un sonido agudo y olor a oxido invadían el aire saturado que entraba a los pulmones de Max.

El calor del sol lo despertó, estaba de regreso en la colina, sin su cámara, rodeado de un extraño circulo en el césped. Se sentía ligeramente ebrio, y le dolía el cuello; como si hubiera dormido en una mala posición. Una comezón se expandía por su vientre, así que levantó su camisa para poder ver: un moretón en forma de circulo, con complejos patrones de puntos y cuadros parecía desvanecerse lentamente sobre su piel. 

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