martes, 23 de septiembre de 2014

Día 233: Enfermera.


Era una joven de mejillas pálidos y ojos brillantes, con dientes relucientes y una sonrisa mágica; trabajaba largos turnos en el hospital, en una sala atestada de pestes y sufrimiento que parecían no afectar su piel de melocotón y sus labios jugosos. En una visita de los familiares a un paciente crítico, un hombre de barba corta y ojos oscuros la vio; le sorprendió encontrar a alguien como ella en un lugar como ese.
Se acercó a ella con una timidez que jamás había experimentado, nunca antes había visto a alguien hecho con tan delicadeza y mucho menos en un lugar tan exigente; cuando ella lo vio, su corazón se disparó, un mareo repentino le agitó la cabeza. Concertaron una cita para ese sábado; ella vistió un apretado vestido de seda negro que resaltaba su piel blanca y contorneaba su figura firme; él optó por una camisa blanca con una flor en la solapa, una correa discreta y pantalones oscuros.
Esa noche apareció en la casa con una botella de vino extranjero, comieron una pasta con ensalada y conversaron a medida que la botella de vino se consumía. Él empezó a sentir un adormecimiento en los pies que escalaba poco a poco; podía sentir como trepaba, sus manos que apretaban la carne de su cadera adormeciéndole; trató de concentrarse: debía matarla, intentó tomar la navaja oculta en su correa, pero sus manos  ya estaba empezando a pesarle. Ella lo miro fijamente mientras él se desvanecía en la inconciencia.
Así era más fácil, los desmembró con rapidez y se deshizo del cadáver en el sótano de tierra, en un agujero poco profundo que cubrió con un viejo armario de metal a medio oxidar. El problema del cazador había sido subestimarla, es  cierto que el veneno de vampiro aún no había sido absorbido del todo; pero ya era suficiente para no poder volver atrás.

Termino de limpiar la sangre de sus manos, se preguntó cuánto tiempo más le quedaba  antes de empezar a parecerle apetitosa; luego se rio de esta idea pues sabía que faltaba poco: su piel ya empezaba a palidecer y sus colmillos ya estaban brotando. Miró la hora, se cambió de regreso al uniforme blanco y se preparó para regresar al hospital. 

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