La estación del autobús estaba casi desierta, la pálida luz
de neón blanca y un único anuncio del último bus que tardaría 8 minutos en
llegar era todo lo que acompañaba a Gustavo antes de regresar a casa. Un
solitario guarda le ponía candado a la puerta anunciando que el servicio
cerraba por hoy, el guarda entro a la cabina de cobros, para cerrar la caja
fuerte y abrirle la piernas a la cajera.
Gustavo subió el volumen de la música de su celular mientras
el autobús estaba a seis minutos de distancia, una figura que se deslizaba por
el rabillo del ojo llamó su atención: un hombre de color, cubierto con una
capucha deslizaba sus dedos y los hacia tamborilear en la pared de la estación.
El hombre pasaba junto a una pequeña ventana haciendo que sus sucias y corroídas
uñas chillaran contra el vidrio.
Gustavo se alejó un poco de la ventana, los ojos del hombre
estaba rojos, sin dudas un adicto en medio de una crisis. El ruido al interior
de la cabina aumento llamando la atención de Gustavo, una oleada de ansiedad le
subía por la espalda, al bus aun le faltaban 4 minutos.
Un ruido mas fuerte surgió en la estación: el hombre drogado había
roto el vidrio, y sus dedos sangrantes se movían como serpientes furiosas
tratando de agarrar su presa. A pesar del ruido el guarda no emergió; la mano
siguió agitándose un rato antes de regresar a la penumbra.
Un sudor frio le corría a Gustavo por las palmas de las manos,
el anuncio marcaba tres minutos, pero las luces del autobús se podían ver en
medio de la ciudad dormida. Gustavo se acercó a las compuertas, esperando que
el conductor estuviera cansado y acelerara para terminar rápido su turno. Los
dedos, ya sin uñas del hombre se aferraron al pantalón de Gustavo, por entre
las rejillas inferiores: el tipo estaba bajo la estación…Y en cuanto las compuertas
se abrieran para darle paso al autobús, podría entrar.
En un acto reflejo, Gustavo movió su pierna rápidamente y
machacó los dedos del hombre contra las rendijas, produciendo un sonido de
ramas secas y esponjas húmedas que son exprimidas. El adicto soltó un grito bestial,
que resonó en los oídos de Gustavo durante mucho tiempo.
El autobús llegó un minuto antes de lo anunciado y Gustavo
saltó en su interior, mientras las pocas personas que habían lo miraban con
curiosidad, Gustavo se quedó viendo los ojos brillantes y escuchando como se
alejaba el grito del vago herido. Una joven de cabello multicolor le tocó el
hombro, sacándole de su trance: “Disculpa, pero tienes algo goteando en tu
pantalón” Cuando Gustavo se acercó, pudo
ver atrapado en el doblez de la bota de su pantalón, un dedo sin uña lleno de
sangre.
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