miércoles, 10 de septiembre de 2014

Día 220: Dedos


La estación del autobús estaba casi desierta, la pálida luz de neón blanca y un único anuncio del último bus que tardaría 8 minutos en llegar era todo lo que acompañaba a Gustavo antes de regresar a casa. Un solitario guarda le ponía candado a la puerta anunciando que el servicio cerraba por hoy, el guarda entro a la cabina de cobros, para cerrar la caja fuerte y abrirle la piernas a la cajera.
Gustavo subió el volumen de la música de su celular mientras el autobús estaba a seis minutos de distancia, una figura que se deslizaba por el rabillo del ojo llamó su atención: un hombre de color, cubierto con una capucha deslizaba sus dedos y los hacia tamborilear en la pared de la estación. El hombre pasaba junto a una pequeña ventana haciendo que sus sucias y corroídas uñas chillaran contra el vidrio.
Gustavo se alejó un poco de la ventana, los ojos del hombre estaba rojos, sin dudas un adicto en medio de una crisis. El ruido al interior de la cabina aumento llamando la atención de Gustavo, una oleada de ansiedad le subía por la espalda, al bus aun le faltaban 4 minutos.
Un ruido mas fuerte surgió en la estación: el hombre drogado había roto el vidrio, y sus dedos sangrantes se movían como serpientes furiosas tratando de agarrar su presa. A pesar del ruido el guarda no emergió; la mano siguió agitándose un rato antes de regresar a la penumbra.
Un sudor frio le corría a Gustavo por las palmas de las manos, el anuncio marcaba tres minutos, pero las luces del autobús se podían ver en medio de la ciudad dormida. Gustavo se acercó a las compuertas, esperando que el conductor estuviera cansado y acelerara para terminar rápido su turno. Los dedos, ya sin uñas del hombre se aferraron al pantalón de Gustavo, por entre las rejillas inferiores: el tipo estaba bajo la estación…Y en cuanto las compuertas se abrieran para darle paso al autobús, podría entrar.
En un acto reflejo, Gustavo movió su pierna rápidamente y machacó los dedos del hombre contra las rendijas, produciendo un sonido de ramas secas y esponjas húmedas que son exprimidas. El adicto soltó un grito bestial, que resonó en los oídos de Gustavo durante mucho tiempo.

El autobús llegó un minuto antes de lo anunciado y Gustavo saltó en su interior, mientras las pocas personas que habían lo miraban con curiosidad, Gustavo se quedó viendo los ojos brillantes y escuchando como se alejaba el grito del vago herido. Una joven de cabello multicolor le tocó el hombro, sacándole de su trance: “Disculpa, pero tienes algo goteando en tu pantalón”   Cuando Gustavo se acercó, pudo ver atrapado en el doblez de la bota de su pantalón, un dedo sin uña lleno de sangre.

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