El supermercado
estaba medianamente lleno, algunas familias compraban grandes cantidades en
carritos que se saturaban de manera casi instantánea; una pareja merodeaba por
los pasillos mas vacíos, tomados de la mano mientras dilataban la discreta
compra de un preservativo. Ancianas pagaban sus voluminosas compras con monedas
de baja denominación mientras impacientes cajeras tamborileaban sus dedos en
las máquinas registradoras. La escena se repetía en cada pasillo como si el
lugar fuera un gran espejo reflejando un bucle infinito de ancianas parejas,
monedas, carritos y condones.
No fue hasta
que la escena se repitió tres veces que pudo entender que estaba soñando, el cómo
había llegado a ese lugar era un misterio, pero no todo tiene que ser lógico en
los sueños. Recorrió los pasillos simétricos, como clones del primero,
esquivando siempre a las mismas personas en las mismas partes, escuchando el
ruido del conteo de monedas que se extendía como un eco, un palpitar metálico.
Esperaba con similar monotonía el momento en el que el sueño terminara.
Un sonido rompió
de compas del medio, un grupo de pazos sin ecos se acercaban corriendo desde la
derecha, así que emergió desde uno de los pasillos: una figura alargada, casi
serpenteante se arrastraba sobre diminutas patas delgadas como cabellos que al
chocar contra el piso producían un ruido sordo, grueso y pegajoso. La criatura
parecía tener cuatro pares de ojos rojos sobresalientes en su cabeza
redondeada, un grupo de colmillos delgados y de apariencia babosa sobresalían de
lo que debía ser su boca.
Intentó correr,
pero al entrar a los pasillos, la extraña criatura aparecía por el otro
extremo, aproximándose cada vez más, el ruido de sus patas contra el piso se hacía
más y más fuerte, hasta cubrir el golpeteo de las monedas. En algún punto el
monstruo logro derribarle, cubriéndole con una extraña baba que le ardía en la
piel; su corazón latía de manera exagerada como si tratara de huir de su pecho.
Empezó a repetirse que todo era un sueño, que en cuestión de minutos
despertaría sudando en su cama y se reiría de lo tonto que era todo.
Efectivamente,
se despertó en una banca del supermercado, que estaba medianamente lleno,
algunas familias compraban grandes cantidades en carritos que se saturaban de
manera casi instantánea; una pareja merodeaba por los pasillos mas vacíos,
tomados de la mano mientras dilataban la discreta compra de un preservativo.
Ancianas pagaban sus voluminosas compras con monedas de baja denominación
mientras impacientes cajeras tamborileaban sus dedos en las máquinas
registradoras. La escena se repetía pasillo tras pasillo mientras un sonido
sordo, grueso y pegajoso emergía de la distancia. Un sudor frio le corría por
la espalda y el corazón se le aceleraba.
-Su pulso volvió
a subir, ¿Qué crees que le pase? –Preguntó el médico de guardia a un enfermero que
revisaba los monitores del paciente.
-No estoy seguro,
siempre le pasa a esta hora –Miro la cara de su paciente, que aun lucía serena –No
me imagino lo que se siente estar en coma, dicen que es como estar dormido.
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