domingo, 7 de septiembre de 2014

Día 217: Deidad


El sol calcinante parecía pegado en lo alto del cielo con una tachuela cósmica mientras la tierra se resquebrajaba bajo el inclemente calor que abrazaba la zona. Cientos de aborígenes se reunieron al pie de la montaña desnuda para pedirle a la deidad que hiciera caer agua desde los cielos.
El grupo de exploradores, venidos desde tierras lejanas y tecnificadas veían divertidos como los indios le hacia ofrendas y bailaban ante el chaman que estaba a la entrada de una caverna, inamovible, como si todas las dedicatorias un fueran dignas de sus ojos. Ciada la noche, mas no disminuido el asfixiante bochorno, la comunidad se fue a dormir mientras el chaman seguía con la vista fija en el horizonte.
Los exploradores escalaron la montaña y al llegar a la cueva entendieron porque el hombre nunca desvió la mirada: era una estatua de piedra, con increíble acabado y lustrosos detalles. Estaba adornado con piedras preciosas en su frente y muñecas, un gran colgante de oro reposaba sobre su pecho, alrededor de su cuello rígido.

El mas joven sintió curiosidad y trato de tocar la gema verdosa que brillaba, cuando sus dedos estuvieron a punto de rozarla, la estatua de piedra atrapó su brazo con fuerza demoledora, haciendo sus huesos crujir en medio de la noche. Mientras los gritos de los exploradores llenaban la cueva, una ligera lluvia caía sobre las cabezas sedientas de los agradecidos aborígenes.

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